Leo Mattioli cumpliría 50 años y su música sigue haciendo vibrar a generaciones. Lo recordamos como se debe: en sus canciones, en la calle y entre su gente.
Una casita de chapas retumba con un tema suyo, un domingo soleado al mediodía. Probablemente, en la casita no hayan reparado que es 7 de agosto y que, otro domingo pero nublado y de 2011, la televisión les avisaba la muerte de Leo Mattioli. Faltaba menos de una semana para su próximo cumpleaños.
Hoy el león santafesino, leyenda de la cumbia de nuestra ciudad, cumpliría 50 años. Después de su última noche, su figura y sus canciones ganaron mucha más exposición de la que tuvo en vida. También la cumbia consiguió llegar a otros públicos que hicieron su propia construcción de lo que fue y es Leo.
Seguramente este sábado 13 será tendencia y contenido para las redes, será meme y sticker de WhatsApp. Sobre todo para el recorte que se hace de él como si fuera una caricatura del cumbiero, disminuido a un galán de barrio que canta cumbia, mientras que su público más sensible también descifra al nene que extraña a su papá, al vago que llora a sus amigos fallecidos, al padre con miedo de no volver a ver a sus hijos. En la foto recortada, la mirada porteña tiende más a dejarlo como un elemento de cotillón antes que como a un artista respetable.
Si bien se hacen en tono celebratorio, muchas veces las miradas externas sobre su obra pisan los límites del respeto que se le debe a alguien que ya no tiene derecho a contestar. Así lo dijo en 2008 en una entrevista para Gente: “Cuando llevaban a lo de Tinelli grupos bailanteros, lo rechacé, porque ahí se burlan de todos, ¿cómo no se iban a burlar de mi? y eso que yo soy re fanático, no me pierdo un programa. Pero es parte de su show y lo entiendo. Los temas que compongo y que canto son historias mías, y me daría no sé qué que me den vuelta la letra o que se burlen”.
“Creciendo…”
Con la partida de Leo Mattioli, la música argentina perdió a un cantante carismático tanto como a un compositor prolífico. En 11 años de trayectoria solista publicó 15 discos en los que exploró todas las formas del amor que pudo, excediendo muchas veces su condición de cumbiero santafesino, porque nunca descansó en la comodidad del éxito. Acordeón, guitarra y trompeta, todo podía subirse a la espalda del León.
El nudo en la garganta, la voz quebrada es característica del color nostálgico de sus canciones ya desde Un homenaje al cielo, posterior a su segundo accidente casi fatal. En ese álbum se despacha con nueve canciones propias que instantáneamente se transformaron en himnos. Así lo hizo con cada nuevo lanzamiento: todo lo que sacaba al sol se convertía en oro, sí, pero para lograrlo también gastaba la mecha mucho más rápido de lo que la mayoría nos permitimos. ¿Hubiera sido distinto sin sus demonios? Seguramente. ¿Mejor o peor? Imposible calcularlo.
Con esa personalidad y “con respeto”, como él decía, se probó el traje del Gitano, el de Raphael o, anticipando a Nathy Peluso, el de Camilo Sesto. No importaba si había que hacer una balada o tocar el “Ave María” en la entrada de un casamiento, mientras se le estuviera cantando “al amor”, Leo estaba.
Atento siempre a su termómetro emocional, Leo elegía para sus canciones, ante todo, historias que lo conmovieron. “Leo hizo el tema ‘Yerba Lavada’ para mí. Era la historia de mi separación. Era un grande. Como artista y como persona. ¡Cómo componía! En un show en Reconquista se conmovió con la historia de una chica no vidente y durante el viaje de vuelta le escribió ‘Carta del Corazón’. Flor de temazo y en un ratito lo hizo, eh. Cada canción suya era una historia. Ocho años trabajé con él”, supo recordar con ternura Juanjo Zardini, quien fuera su sonidista, hoy trabajador de la construcción.
Ausente en cuerpo, su alma todavía puede sentirse en esa voz anudada, gitana y leonina que sigue sonando a lo lejos, como llegó a sonar en la previa de un partido de la NBA o en el velorio del Diego: “Se fue con su música, toda su familia estaba ahí y se puso a bailar”, cuenta quebrada Romina Rodríguez, “Monona”, la cocinera del Diez para el documental de HBO Diego: el último adiós.
“Ese soy yo”
La navidad pasada cientos de miles de tuits lo convirtieron en una tendencia de la red social, hace algunos meses Francisco Benítez (ganador de La Voz Argentina) hizo una versión de un tema suyo y los tributos y las imitaciones siguen apareciendo.
Para la gente de Santa Fe la cumbia es un ingrediente infaltable en cualquier momento de felicidad. En el caso de Leo, como también pasa con Los del Bohío o Yuli, también toca la fibra de la nostalgia y por eso suena en los auriculares de la enfermera en el colectivo que recuerda un amor de la infancia y también en el parlante a bluetooth de los obreros que tiran rugidos de cara a una pared sin revocar.
En las calles de Santa Fe no hay un lugar que le haga honores como es debido, pero cuando suena, en los bailes o en las casas, se siente un calor especial.