Foto: Victoria Campana.

Mano a mano con el concejal del Frente de Todos, Federico Fulini. Su formación, su mirada sobre su propio espacio político y la necesidad y la deuda de pensar un modelo de ciudad. Frigorífico Municipal, apoyo a clubes, el transporte y una dosis de incorrección política para enfrentar el fuego de los humedales.

Concejal desde 2019 por el Frente de Todos, Federico Fulini se va convirtiendo en una referencia para la ciudad del kirchnerismo y del rossismo, en particular. Su objetivo es explícito: que el espacio nacional y popular, de centro izquierda y hasta progresista –la palabra la dijo él– tenga un modelo de ciudad claro para ofrecer. Apunta a un Estado que intervenga “con creatividad”, activo y con control y proximidad.

Nos recibe en No me olvides Espacio Cultural, el lugar frente a la Legislatura donde la Corriente Nacional de la Militancia organiza actividades y se prepara para el 2023. Por ahora, Fulini dice que no le importa en quién recaiga la candidatura de su espacio para la intendencia.

El barrio, la historia

La casa familiar de los Fulini, “el conventillo”, está sobre calle Vera. “Nos hablamos a los gritos, como italianos”, cuenta. Tiene cierta picardía en algunas salidas, a la hora de rotular a pares profanos. A la actualidad de la Municipalidad la define como “un gran centro burocrático administrativo para ‘impedir’ que se abran comercios, cortar yuyos y cambiar focos, de manera ineficiente, y hacer algunas obras”. A la gestión de Emilio Jatón la caratula como “una mala administración de la inercia corralista”. Sobre las quemas en las islas se sulfura: “Las propuestas que tengo para las quemas no son políticamente correctas. Yo diría quiénes son los propietarios de la tierra donde hay quemas”. Apuntado a los propios y al devenir del masterplan del Puerto de Santa Fe, lo define como “una derrota histórica para el campo popular”.

Federico Fulini es un joven de 33 años nacido y criado en barrio Roma. Sale a correr por el parque Garay, conoce y recuerda los negocios de su lugar, vive en una casa grande, antigua y familiar, divida para que estén sus abuelos al frente y su tío, al fondo. Fue al club de pibe, fue a la Iglesia, donde conoció la organización, la pobreza y la solidaridad. En el 2003 el Salado tapó su hogar. En el 2008, con la 125 y el lock out ruralista, el peronismo llenó su vida.

“Yo tenía 14 años, estaba en un grupo de perseverancia, porque la Iglesia buscaba que los jóvenes se queden prendidos, cosa que a veces no le sale muy bien. A los 16 años conozco a un muchacho, ahora un hombre grande, ahora jubilado, José. José fue militante de la Juventud Trabajadora Peronista, en los 70, vinculada a la Juventud Peronista. También cristiano, José comenzó a mostrarnos que al cristianismo no sólo había que decirlo sino vivirlo, sentir en carne propia el dolor ajeno, sobre todo de los más humildes. Empezamos una experiencia muy linda, formar comunidades eclesiales de base, que es un movimiento bien de fines de los 60, sobre todo en lugares rurales, donde trataban de descentralizar a las parroquias a través de pequeñas comunidades de vecinos, con vinculación a la teología de la liberación y a la teología del pueblo. A partir de allí se nos abrió un mundo. También con mucho dolor, porque uno ve que hay gente que tiene mucho y otra que pasa muchas necesidades. Empezar a ver realidades y te das cuenta de que el mundo es muy injusto. Eso después coincide con la 125. Yo tenía 19 años ahí. Eso fue otra. Una cosa es notar las desigualdades, y otra cosa es la política. El por qué. Nosotros no nos definíamos como peronistas”.

–No venís de una familia peronista.

–Yo con mi abuela pasaba mucho tiempo. Me enseñó a leer, de muy chico, antes de la escolarización ya leía de corrido. Y además de enseñarme a leer, sumar, restar y el cuerpo humano, me decía que no tenía que fumar y que no había que ser peronista. No se hablaba mucho de política en casa, sólo en época de elecciones. A mí me gustaba mucho. Recuerdo seguir día a día la elección de Eduardo Duhalde y Fernando De la Rúa, en 1999. El 2001 fue todo un… yo tenía 12 años y me llegaba. Con esas, con las pocas herramientas que tenés, te preguntas muchas cosas.

–Entonces, en el 2008 con la 125 tuviste un conflicto con tu familia

–Sí, tuve un conflicto. Me acuerdo que me decían “¿Qué hacés yendo a esos lugares?”, “Te vas a ver con esos comunistas”. “Ideas raras” me decían que tenían. Mis viejos son posteriores a la generación del 70, a principios de los 80 tenían veintipocos, y mi vieja me decía “Yo no quiero terminar con un pañuelo blanco”. Mirá hasta dónde había llegado el miedo para que un joven empiece a expresarse políticamente. Yo fui al último acto de Néstor, en el Luna Park. “La Juventud le habla a Néstor, Néstor le habla a la juventud”, era el slogan. Yo tuve que decir que me iba a pasar el fin de semana a una quinta. Tuve que mentir para poder ir. Independientemente que iba a ir igual, generaba un malestar. Sabía que tenía rebelarme, sanamente, pero a ellos le generaba mucho miedo, dolor, incertidumbre.

Foto: Victoria Campana.

–Vos te inundaste

Me inundé yo y se inundó toda mi familia, entera. Mis tíos, todos mis abuelos.

–¿Qué significan entonces para vos Marcelo Álvarez y Carlos Reutemann?

–Ahora, dolor y bronca. Sobre todo Reutemann, que lleva una mirada del peronismo que no es la que yo tengo. En ese momento, nosotros no entendíamos por qué la gente lo seguía recibiendo con las manos abiertas. Nosotros le asignábamos la responsabilidad de lo que estaba pasando. No sólo perdimos todo, toda nuestra gente cercana perdió todo. Nuestra familia, nuestros amigos, la mayoría de mis amigos con quienes tengo mis peñas todavía hoy, todos se inundaron, perdieron todo. Tenía 14 años cuando me inundé. Nos marcó mucho la inundación. La inundación también es uno de los motivos por los que me sumé a la política. Después lo descubrí, en terapia. Porque yo no quería que le vuelva pasar más a nadie. Vivimos cosas muy duras. Fue un éxodo. Decidir con qué recuerdos uno se quedaba. Mi vieja me dijo “llévate la ropa”. Mi viejo estaba en Buenos Aires, era viajante. Yo agarré y me llevé los shorts y remeras del club adonde estaba. Y después el retorno. Bajarte de una lancha y pisar el techo de tu casa. Volver y ver que tu casa está detonada. Mirar las montañas de residuos.

–¿Toda tu familia se inundó?

–Sí. Nos fuimos todos a una casa que nos prestaron unos amigos. Con los perros, todo. Yo quería estar con mi viejo cuidando los bienes, pero mi viejo no quería que estuviera ahí. Y me pasé el tiempo en el ciber o en el club Gimnasia, que era un centro de evacuados y de recepción de donaciones. Con los pibes jugábamos a la escondida entre montañas de ropa y de pañales. También ahí hubo debate, sobre todo de las responsabilidades de los políticos. Recuerdo el afiche de “Los inundadores”. Y preguntarme cómo podía ser que no hubieran terminado la defensa.

La política

“Cuando los años fueron transcurriendo y empiezo a trabajar en estos grupos parroquiales y llega la 125, bueno, pienso ‘es momento de tomar una opción política’. Fui a una reunión de Proyecto Sur. Época de campaña de 2009 de Hugo Kofman. Me gustaba, pero no agarré viaje. Y fui a un Observatorio de Derechos Humanos de la UNL y lo conozco a Leandro Kiko Busatto. ‘Vení a militar al peronismo’ me decía y, ahora, me carga porque yo le respondí ‘No, el peronismo de es de derecha’. Un año después, en 2010, voy a la Juventud del Instituto Santafesino de Políticas Públicas. ‘Qué nombre’, pensé. Había algunos que ya eran asesores de diputados. Y estaban vestidos de jean y saco y para mí eso era una ofensa. Yo tenía pelo largo y contaba mi experiencia en la teología de la liberación y Facundo Olivera me cortó en seco. Yo puteaba porque no me había dejado expresar. Y ahí empecé a militar con Agustín Rossi. Era pleno apogeo del peronismo, de mucho debate. Había una agenda de corte formativo, de debate constante. Muy vinculado a lo nacional: se debatían cuestiones nacionales, muy poco de la provincia y casi nada de lo local”.

–Haciendo una lectura actual de esa efervescencia. ¿por qué el peronismo pierde en 2015?

–Yo creo que nosotros no logramos que fermente una mirada cultural de la Argentina. Fallamos en la profundidad de la comunicación. Confiamos en que la gente iba a percibir lo que para nosotros eran éxitos económicos en aquel entonces. Faltó una sistematización del desarrollo de la construcción territorial. Yo creo en la vieja idea de la construcción territorial, de un sucuchito por barrio, donde se pueda volver al cara a cara con los vecinos. Creo que lo que nosotros exacerbamos fue la discusión sobre los logros del gobierno sin tener una mirada cultural distinta. Buscar cuestiones que están en la cultura popular, que tienen que ver con la solidaridad y que no son discusiones sobre logros de gobierno o cosas estrictamente ideológicas. Nosotros entendimos que la dicotomía pasaba por ahí. También, estamos en una época de mucha fragmentación del discurso. No venimos más de los grandes relatos, sino que los políticos buscan microdemandas y las transforman en propuestas express. No hay nada que nuclee. Yo creo que hay que volver a los relatos épicos y las grandes causas colectivas.

–A la vez eso es muy difícil en tu posición, vos haces política municipal.

–Sí, pero mi idea es que hay que recuperar la autoestima de los santafesinos, cambiar la matriz de lo que entendemos por Estado municipal. Nosotros al Estado municipal hoy lo entendemos como un centro burocrático administrativo para “impedir” que se abran comercios, dicho en chiste. Es un gran centro administrativo que corta yuyos y cambia focos de manera ineficiente, y que hace algunas obras. Ese es el esquema viene de hace muchos años. Uno de los primeros proyectos que presentamos al asumir, algo muy sonso, era que el municipio pueda fabricar sanitizantes. Que compre alcohol a granel y los envases y que fabrique eso para entregar. En una comisión, una ex concejala oficialista me dijo “El municipio no se encarga de esas cosas”. Pero yo veo la historia del municipio y hace 20 años había un Frigorífico Municipal y la Municipalidad tenía mercados populares para regular el precio de los alimentos. Entonces, sí puede hacer otras cosas el municipio. Es lo que nosotros queremos plantear e instalar ahora: cambiar la mentalidad del municipio. Es el primer portón estatal con el que se encuentra un ciudadano, lo más próximo. Tiene que mejorar la vida cotidiana de la gente, tener incidencia en la vida comunitaria. Nosotros vamos a desplegar una serie de propuestas que, por detrás, tiene el modelo de Municipalidad que queremos proponer a la sociedad.

Hacia la ciudad

–¿Cuáles son esas esas propuestas para la ciudad?

–Que vuelva el Frigorífico Municipal, por ejemplo. Necesitamos que nuestras niñas, niños y trabajadores puedan volver a comer proteínas a precios accesibles. Hay un problema de alimentación muy grave en los sectores populares. Mi abuelo fue puestero con mi abuela en el mercado central. Yo muchas de esas cosas la traigo por historia familiar. Mi abuelo buscaba hacienda en un remate feria y la llevaba al Frigorífico, que también era matadero, y la Municipalidad le cobraba el servicio. Se evitaba el intermediario. De esa manera, la carne era mucho más barata en la ciudad de Santa Fe. Por supuesto, también, abrir mercados populares. También, un mercado intercomunal. Tenemos un cinturón frutihortícola y hay veces que en vez de aprovechar lo que tenemos cerca terminamos trayendo de otras localidades, con costo de flete. Este tipo de medidas entran en tensión con la lógica del libremercado. Pero para mí la alimentación no es solo una mercancía. Estamos hablando de un derecho, de un derecho humano. No es una idea loca, tirada de los pelos. Ya se hizo y funcionó.

–¿Vos estás yendo a la interna para la intendencia?

–No, no estoy diciendo eso. Estoy pensando en un modelo de ciudad. Nuestro espacio político va a tener un candidato o candidata para la intendencia, pero eso no quiere decir que sea yo. Yo no tengo en mente eso. Lo que tengo en mente es la construcción de un modelo de ciudad, porque para ganar la ciudad desde el campo nacional y popular hay que primero empezar a hablar en un mismo idioma. Y que la gente tenga expectativa, motivos para votar a un modelo peronista, nacional y popular, de centro izquierda. Hoy eso no existe. Hoy estamos fragmentados, hablando en distintos idiomas. Necesitamos hablar un mismo idioma. Y mi aporte es este. El “Salimos jugando” es un proyecto que trabajamos de manera colectiva con Pablo Landó, de Fuerza Común y con Barrio 88, con Guillermo Jerez. Tenemos una idea movimientista, de amalgama. Es un proyecto de ordenanza que vamos a presentar, una política pública que apunta a transferir recursos a instituciones que contengan chicos a través del deporte y del arte. Para nosotros el deporte tiene un valor enorme, tanto por la salud como por generar contención y formación. Tuve la gracia de pasar por un club y practicar un deporte de equipo, donde aprendí un montón de cosas que me sirven para la vida. El valor del sacrificio, de tener que hacer algo por un compañero, el respeto a la autoridad, al profe, la disciplina, tener rigurosidad, horario. El arraigo: irse un domingo a la mañana a hacer pollos para ajuntar dinero para el club y que de esa manera se viva la camaradería y la amistad. Hay un montón de instituciones que son de nuestro gen nacional, los clubes y vecinales, y a eso hay que apoyarlo, porque son expresiones genuinas de nuestra comunidad. Y hoy no hay política pública. Nosotros queremos construir un esquema estatal que se encargue, con promotores territoriales, de impulsar las instituciones. Queremos generar cursos de capacitación para dirigentes de vecinales y de clubes.

–¿Qué críticas tenés a la gestión actual?

Más allá de hacer críticas a Jatón, la gente nos están pidiendo que hagamos algo. Saber qué queremos hacer. No se puede llegar a una gestión, como pasó ahora, e improvisar. La de hoy es una improvisación constante. Es una metedura de parche. Es una mala administración de la inercia corralista. Jatón me parece un buen tipo, con inquietudes hacia los barrios más postergados. Pero le falta planificar y le falta más audacia política. Avanzar en cuestiones que tienen que ver con la vida cotidiana de la gente: si va a comer caro o barato, si va a poder practicar un deporte en una institución que tenga todo como corresponde.

–¿Y qué críticas le hacés a tu propio espacio respecto de los temas locales?

–El puerto es una derrota histórica para el campo popular. ¿Qué hacemos con el puerto, un lugar que daba muchísimos puestos de trabajo y que hoy es una inmobliaria? ¿Cómo el campo nacional y popular no va a tener una mirada particular sobre el puerto? Ahí podríamos tener una fábrica de barcazas. La industria naval da muchísimos puestos de trabajo directos e indirectos, ¿Cómo nosotros no vamos a aprovechar eso? Hay que generar laburo. El rol del movimiento nacional y popular en Santa Fe es construir primero su relato, su proyecto y hacerlo de la manera más amplia y responsable posible. Yo ya tengo definido mi espacio geográfico. No deliro con ser diputado. Mi esquema de construcción territorial es la ciudad de Santa Fe y ahí, donde sea necesario, voy a estar.

–Otro de los grandes temas municipales es el transporte.

–La cultura de la movilidad depende de cada ciudad. No se puede aplicar el modelo de Bogotá o de alguna ciudad europea, hay muchos que les encanta mirar qué se hace en las ciudades europeas y lo traen al Concejo, como si estuviéramos legislando en Oslo. Estamos en Santa Fe, es una ciudad latinoamericana, con ciertas características, con una cultura en sí misma. Hace falta creatividad y planificación. Y con el transporte hay otro ejemplo de falta de planificación… Con los taxis y los remises, ya se sabía lo que iba a pasar desde que llegó Uber. Había que defender a los taxis y remises de estas empresas pseudo fantasmas, que vienen del exterior y te liquidan con tarifas irrisorias y después te aumentan. Hay que mejorar el estado de las unidades, habilitar el cobro electrónico, capacitar a choferes y estimular que cada vez más mujeres sean choferes. Había una posibilidad durante la pandemia y se dejó pasar. Ahora, la ciudad estuvo empapelada con los servicios de una empresa ilegal. ¡Hagan algo, se le están cagando de risa en la cara! ¡Vos sos el Estado municipal, tenés que controlar! ¿Cualquier empresa puede venir, saltear el Estado Municipal, hacer lo que quiera? Respecto de los colectivos, presentamos un programa de audiencias públicas, un proyecto. Queremos que la gente venga a debatir qué sistema de colectivos quiere. independientemente de lo que suceda con los subsidios. La Constitución dice que somos un país federal. Quiero que sea de verdad. ¿Cómo puede ser que un trabajador santafesino pague tres veces más el colectivo que uno del AMBA? ¿Por qué, si son igual de seres humanos? Paralelamente a esa discusión, tenemos que discutir qué sistema queremos y convocar a la ciudadanía, porque si no, no se siente parte y se baja del colectivo. Nosotros también planteamos que haya una línea testigo, municipal. El Estado tiene que acceder a los costos de manera directa, le da la posibilidad de ejercer un control más eficiente. Ese es el gran problema de la economía argentina: no hay costos. No se sabe cuánto vale cada cosa y cuál es el margen de ganancia razonable. Cualquiera pone cualquier precio.

“Otra cosa que se perdió, históricamente, es la posibilidad del tren urbano”, señala Fulini, que difundió un detallado informe sobre el fallido intento de los tiempos de la intendencia de Mario Barletta. “Se dilapidaron tres millones y medio de dólares por la mala gestión de Barletta y José Corral. Pero es una manera eficiente, a futuro, de transportar personas. Ahí entra la discusión de qué hacer con los terrenos ferroviarios que van a quedar. Esto es un llamamiento al campo popular y progresista: hay que defender esos terrenos para el uso público. No hay que permitir que los terrenos que deje el circunvalar caiga en mano de la especulación”.

Ambiente

–Durante estos últimos dos años y medio estamos ante un fenómeno nuevo: las continuas quemas de las islas y del humedal

–Las propuestas que tengo para las quemas no son políticamente correctas. Si soy el intendente “me encadenaría en Tribunales” hasta que avancen las causas y me pondría al frente de las denuncias. Yo creo que falta coraje, claramente. No es nada políticamente correcto lo que haría. Yo diría quiénes son los propietarios de la tierra donde pasa eso. No sé si es legal o no, después veré, pero acá hay que sacudir un poco. Todos se pasan la pelotita. Sí le contaría a la gente que tengo limitantes, como ciudad. Pero tiene que estar en la cabeza del intendente esos reclamos, señalar quiénes son y llevarlos a la Justicia. Que la gente sepa quiénes son los responsables de esto, exponerlos. ¿Quiénes son los que queman las islas, si son personas de carne y hueso? Y tienen un interés: queman para tener más pastura para el ganado. Sé que no son cuestiones políticamente correctas, pero hay cosas que no se solucionan con corrección política.

–Otra cuestión crucial para lo ambiental son los residuos y su disposición final

–Respecto del relleno sanitario, nosotros ingresamos un proyecto para convocar a un consejo asesor ambiental que reúna a las universidades, las empresas, los laburantes y los actores que no están contemplados por las ordenanzas vigentes, que son todos los trabajadores informales: los cartoneros, los recicladores, que construyeron un andarivel desde la informalidad y a los cuales hay que incorporarlos en el esquema de recolección de residuos. Un gran consejo ambiental que promueva una ordenanza y una política pública. El transporte y la recolección de residuos están ordenados por ordenanzas de hace 25 años. Mirá si no cambiaron las cosas. Paralelo al consejo ambiental, tiene que haber educación ambiental. Tiene que ser una política educativa transversal. Así como hay educación vial, tiene que haber educación ambiental. La separación de residuos se tiene que incorporar desde la niñez.

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