El garrotazo de mercado ya sucedió y ahora se pactan los términos de esa derrota, entre extraños gestos de celebración. El ajuste de Massa es más amplio y está mejor narrado que el de Batakis. Más endeudamiento, devaluación encubierta y un torniquete monetario a la Sandleris.
Con el beneplácito de los mayores actores del Frente de Todos, Sergio Massa asumió ayer la responsabilidad de las principales tareas del gobierno anunciando un ajuste más profundo y coordinado que el de Silvina Batakis. Pasó un mes desde el 3 de julio, la renuncia Martín Guzmán y un dólar ilegal de 260 pesos. Hoy, tras pasar un pico de 338 pesos, el ilegal se clavó en 298. Todos los principales actores económicos –un puñadito de viejos que se identifican con nombre y apellido– empujaron la devaluación y corrieron a la remarcación preventiva precios, una práctica que, se sabe, no tiene vuelta atrás. El garrotazo de mercado ya sucedió y el espectro político se corrió alegremente varios casilleros hacia la derecha, tanto que la oposición parece hoy sin brújula para las críticas. No debe preocuparse: el Frente de Todos solito está dinamitando su base electoral de cara a 2023.
Con una narración mucho más potente, Sergio Massa anunció un ajuste mayor que el que planteara Silvina Batakis, prometiendo mejor coordinación y abarcando un espectro de medidas más extenso. Tiene casi toda la botonera para aplicarlo y, además, anunció que se va a tomar mucho tiempo, todo el necesario, para poner las cosas en su lugar. Orden, administración, rigor, tiempo al tiempo. Ocupó el centro de la escena, demostró ya haber trabado negociaciones, cuenta con la foto de CFK que nunca tuvo su predecesora.
La puesta en escena fue el elemento clave de esa narración. La foto de Franco Fafasuli para Infobae da cuenta precisa del momento. Sergio Massa no es la prenda de unidad: es el único sobreviviente de la crisis de una herramienta de gobierno que implosionó.
Arreglar las cuentas públicas no está mal, está bien. Y cumplir con el FMI hace rato que dejó de ser una opción: esa condena fue el éxito más acabado de la gestión de Mauricio Macri. El problema es que, otra vez más, el ajuste provendrá del esfuerzo de los asalariados y no de las riquezas acumuladas de quienes hace décadas sustentan políticamente un modelo de endeudamiento y fuga de capitales, los mismos que empujaron la devaluación y que reventaron el bolsillo de los trabajadores con aumentos.
De la enumeración de medidas, unas pocas se rescatan como progresivas o en beneficio directo para los trabajadores. Todas las demás, son ajuste. En orden:
• Se mantiene la meta de déficit fiscal con el FMI y el congelamiento en los ingresos al Estado nacional.
• Se suma un torniquete monetario (el BCRA dejará de darle pesos al Tesoro) que sí o sí resultará en un parate muy fuerte en la inversión y gasto de los distintos ministerios. Ya el presidente del Banco Central de Macri, Guido Sandleris, probó este método para contener la inflación (el famoso "parar la maquinita"). El Estado se financiará con mayor endeudamiento en pesos. En ese sentido, se lanzará un canje voluntario para los vencimientos en pesos de los próximos 90 días, que finalizará el martes, y sobre el que se tienen compromisos de adhesión de más del 60%.
• Habrá un recorte en los planes sociales. El Frente de Todos asumió como propio el discurso derechista antiplaneros. Pondrá una auditoría sobre la aplicación de los planes, de seguro impacto en las organizaciones y clases populares.
• Habrá una devaluación para exportadores: el dólar soja, o una herramienta similar, se extiende en el tiempo, se suma en el régimen a la minería y los hidrocarburos. La corrida cambiaria se frenó... con una devaluación en beneficio de los grandes generadores de divisas. Cómo esto no impactará en los precios internos, difícil saberlo.
• Habrá mayor endeudamiento externo: apelando a sus buenas relaciones internacionales y financieras, Massa anunció que se engrosarán las reservas por varios miles de millones. En el mediano plazo, son deudas a pagar.
En el otro lado de la moneda, también se anunció:
• Un bono para jubilados, que se anunciará el 10 de agosto y que se supone que recomponerá ingresos frente a la inflación.
• La licitación del segundo tramo del Gasoducto Néstor Kirchner, que extendrá el fluido desde Buenos Aires a Santa Fe y la Mesopotamia. Es gas barato y son menos importaciones de energía.
• La persecución de empresas que estafan al Estado subfacturando importaciones y sobrefacturando importaciones. Parecen estar identificadas: más de 13 mil operaciones de 722 empresas las que están en la mira. La medida está seguida por un nuevo sistema de trazabilidad del comercio exterior. Es la única medida de ajuste por arriba que se anunció
En el medio, queda:
• Ampliación del tarifazo: no habrá una ventana más extensa de inscripciones a los subsidios. Del millón de hogares que debían pagar tarifa plena se pasó a cuatro millones. Además, sólo se subsidiarán hasta 400 kilowatts/hora. Si bien la medida tiene un costado progresivo, ya que el erario público deja de pagarle el derroche energético a los más pudientes, no queda claro cómo esto no impactará en el consumo y en la inflación.
Se anunciaron también otras medidas, como la "formación de 70 mil programadores" de menor importancia relativa y cuya implementación está muy por verse.
Quizá estas políticas de contracción resulten en una merma –a mediano plazo– de la inflación. No se ve cómo pueden devenir, a la vez, en una recomposición del poder adquisitivo de las clases populares que ya le dieron la espalda al Frente de Todos en 2021. Como sea, si al menos se estabiliza la dinámica económica, Sergio Massa marcha claramente a convertirse en el candidato del peronismo para las generales del año que viene. Se está jugando todas las fichas de su carrera política en un momento histórico de neoliberalismo explícito: no existe en el discurso de los partidos con capacidad de gestión del Estado ningún término que esté afuera de ese lenguaje. La imaginación política parece también estar sufriendo un ajuste.