Peligra la continuidad de una biblioteca que se abre a la comunidad en forma diversa y autogestiva.
En 2019, adonde había una biblioteca cerrada comenzó a crecer un espacio cultural abierto a trabajadores culturales, artistas, activistas sociales y políticos y vecines de toda la ciudad. La Libre, en Chacabuco 1979, alberga hoy a más de 13 talleres culturales y abre todas las mañanas para quien quiera acercarse a estudiar, trabajar o leer alguno de los más de mil libros que tiene. Pero, en realidad, no entra en este primer párrafo todo lo que es La Libre.
La Asociación Civil Biblioteca Popular Lola Mora-Espacio Cultural La Libre es también un lugar en común para organizaciones, cooperativas y grupos artísticos que la eligen para reunirse en asamblea, ensayar y organizar eventos a beneficio de sus actividades. Es un lugar para propuestas diversas, como la FLIA (Feria del Libro Independiente y Alternativo), que volvió en 2019 a Santa Fe después de muchos años; el Festival de Fanzines; ciclos de teatro; murgas y batucadas; presentaciones de libros, recitales de música y poesía; proyecciones de cine y talleres de cerámica, italiano, encuadernación, boxeo, arreglo de bicicletas, movimiento y otras disciplinas artísticas y culturales.
En 2020, durante la pandemia, La Libre fue punto de entrega de bolsones de alimentos para trabajadores culturales, en articulación con las áreas de cultura de la Municipalidad y de la Provincia. También fue una de las locaciones del Festín Virtual “Encendiendo la Mecha”, organizado por artistas, gestores culturales, productores y referentes de espacios independientes nucleados en el colectivo Cultura Autogestiva, que está en YouTube.
Hoy, el espacio es una fuente laboral para artistas, docentes y talleristas que trabajan de manera autogestiva. “Es un espacio transfeminista, horizontal, apartidario, abierto y de fácil acceso para cualquier persona que lo quiera integrar”, se presentan quienes lo sostienen, participando activamente de reuniones y asambleas. Desde hace casi dos meses, La Libre está en estado de asamblea permanente, en alerta por su continuidad en el edificio, donde antiguamente funcionaba el Sindicato de Trabajadores Vitivinícolas de Santa Fe. “Se nos informó sorpresiva y repentinamente, mediante amenazas, que el 31 de agosto deberíamos desalojar nuestras instalaciones, poniendo en riesgo la continuidad de nuestras actividades”, informaron en un comunicado, en el que convocaron a apoyar al espacio.
Frente a las reiteradas amenazas -entre las cuales, alguien tiró al patio del lugar un cascote envuelto en volantes de La Libre, que afortunadamente no golpeó a nadie- quienes participan de La Libre armaron una planilla de turnos para acompañar a les talleristas y que en ningún momento del día haya una persona sola. Se solicitó la mediación a través de la Defensoría del Pueblo y ya se recibieron declaración de interés del Concejo Municipal y de la Cámara de Diputados.
Al mismo tiempo, comenzó una campaña de difusión. “Empezamos a difundir para que las personas que ya conocían La Libre sepan del conflicto y para que las que no lo conocían sepan que existe este lugar, que es un espacio distinto, de los que no hay muchos en el circuito cultural de Santa Fe”, explica Romina Bär, integrante. “Se nos venía prometiendo firmar un contrato de alquiler que nunca se daba. Siempre se cumplió de buena manera lo convenido para el uso y mantenimiento del espacio, y la relación con el referente del Sindicato acá siempre fue amistosa, hasta que esta persona vio que no nos íbamos a ir en la fecha en la que él se iba [de su cargo] y empezamos a recibir amenazas”.
No hay ningún argumento para poner fin al uso que La Libre hace del lugar. La fecha marcada ya pasó y no sucedió nada, lo que en parte da cuenta de su arbitrariedad. “No tuvimos más comunicación y no podemos saber si fue fructífero el haber difundido la situación y que se visibilice el apoyo por parte de la sociedad que tiene el espacio, o si él reflexionó, por decirlo de alguna manera. Todos los días es un nuevo día en el que esperamos a ver qué pasa”, describe Romina. Mientras tanto, desde La Libre se entabló diálogo directo con representantes del sindicato en Buenos Aires, quienes tienen la potestad legal sobre el edificio. “Les contamos todo lo que somos, lo que estamos haciendo y que queremos quedarnos en el espacio. Creemos que el espacio cultural no tiene que perderse”, afirma la activista.
Biblioteca abierta
El martes y el miércoles de la semana pasada, la biblioteca abrió sus puertas todo el día, primero junto a una tarde de juegos de mesa, a la que al otro día se sumaron propuestas abiertas de los talleres culturales que funcionan habitualmente, de lectura y escritura, movimiento, cine y música. “Fue una muestra de lo que es la biblioteca abierta para todes, en la que pasó mucha gente durante todo el día, amigues del lugar y vecines de Candioti que vienen a los talleres, todes para apoyar y afirmar que La Libre no se va”, cuenta Romina.
Más que nunca, ahora que está en debate la nocturnidad en la ciudad, La Libre viene siendo un espacio distinto, en el que se cruzan colectivos y públicos que no suelen circular por las mismas propuestas, y en donde la pata económica y el consumo están puestos al servicio del sostenimiento del espacio de manera autogestiva. “Tenemos buena relación con la Vecinal Candioti Norte que va a hacer uso del espacio, y entablamos diálogo con vecines, porque en un primer momento hubo quejas por los ruidos, pudimos conversar y no hemos vuelto a tener reclamos”, comparte Romina.
Es un lugar donde se puede estudiar italiano, ver una roda de capoeira, una batucada o una obra de teatro independiente, pasar por una feria de libros o de emprendimientos, así como un punto de encuentro para organizaciones y activistas, que en muchas ocasiones se han acercado para coorganizar eventos a beneficio, compartiendo los ingresos del buffet, la barra o las entradas.
Además de la pérdida de fuentes de trabajo autogestivas para artistas y talleristas, hay otras cuestiones que configuran el perfil cultural de la ciudad que se ponen en juego en este momento en que corre riesgo la continuidad del espacio. “Si nosotres nos tenemos que ir es muy probable que el lugar se venda para construir un edificio. No tenemos la certeza, pero todes sabemos que es seguro que eso suceda, entonces, ¿por qué prestar el lugar para el negocio inmobiliario siendo que suceden otras cosas mucho más ricas?”, pregunta Romina.
“Es muy positivo que la comunidad del barrio en donde está enclavada La Libre se encuentre con expresiones culturales que vienen de otros lados, siempre está bueno darse cuenta de los prejuicios para poder desarmarlos, y acá todes estamos construyendo en pos de una misma idea”, celebra.
Todos los lunes a las 20 en La Libre hay reuniones abiertas sobre las actividades de cada semana, y pronto habrá una nueva asamblea general, también abierta.