La Dirección Nacional del Antártico publicó 533 fotos que registran la actividad de científicas en la Antártida argentina. La colección lleva el nombre de María Adela Caría, una de las investigadoras pioneras en el continente blanco.
“Lo hemos deseado toda la vida”, dijeron en una entrevista antes de zarpar desde Buenos Aires. El 7 de noviembre de 1968, el ARA Bahía Aguirre levantó anclas rumbo a la Antártida. El buque llevaba a cuatro mujeres pioneras que serían las primeras científicas argentinas en realizar trabajo de campo en la Antártida, todas pertenecientes al Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN): la profesora Irene Bernasconi, la más destacada especialista del país en equinodermos (estrellas de mar), María Adela Caría, bacterióloga, jefa de microbiología del MACN e investigadora del Conicet, Elena Martínez Fontes, jefa de la Sección Invertebrados Marinos del MACN y la Licenciada Carmen Pujals, reconocida ficóloga (especialista en algas marinas).
Casi 54 años después, la Dirección Nacional del Antártico publicó una colección de 533 fotos de la expedición pionera de esas mujeres científicas que serían denominadas para la posteridad como las "Cuatro de Melchior", por la base donde se desempeñaron. Las imágenes fueron facilitadas por Alberto Caría, familiar de María Adela Caría. La colección lleva el nombre de la científica.
Estas cuatro mujeres también fueron homenajeadas con cuatro topónimos en el continente blanco, las ensenadas Pujals y Bernasconi y los cabos Caría y Fontes. Se encuentran en el extremo Sureste de la Península Jasón, que nace de la Península Antártica en el Mar de Weddell.
El viaje
Después de su salida en el verano de 1968, cruzaron el Pasaje de Drake en un buque carguero y llegaron a la Base Melchior, en la isla Observatorio. La Base había estado cerrada por cinco años, por lo cual el trabajo de la dotación de estas cuatro mujeres más doce hombres incluía también la rehabilitación de la base, que presentaba partes cubiertas de hielo.
Durante su periplo, las biólogas recorrieron en bote mil kilómetros del litoral marítimo antártico, y lograron numerosos desembarcos para toma de muestras. Los buzos que las acompañaban se sumergieron 47 veces realizando muestreos de hasta 73 metros de profundidad, ambas marcas record para aquel momento.
Durante dos meses y medio las científicas trabajaron sin pausa para aprovechar aquella estadía al máximo, instalando un gran número de espineles y redes en profundidades de hasta 180 metros. En aquellos días hicieron rastreos de fondo a 150 metros de profundidad para recolectar organismos bentónicos, tomaron más de cien muestras de agua y fango, así como especímenes de diversas especies de flora y fauna marinas, y además realizaron recuentos de bacterias y sembrado de cultivos.
Entre las muestras obtenidas se destacan los más de dos mil ejemplares de equinodermos, lo que permitió el hallazgo de una familia no citada para esa región. Una importante novedad fue la identificación del alga parda Cystosphaera jacquinotii en su lugar de arraigo, que otros biólogos habían intentado localizar infructuosamente durante años. La valiosa colección de algas marinas antárticas producto de su trabajo forma parte, actualmente, del Herbario del MACN en el que se desempeñaban y sirve a la formación de nuevos científicos.