San Jerónimo ligó su nombre a Santa Fe en los primeros años de la existencia de nuestra ciudad, cuando su nombre se eligió por sorteo.
El feriado del 30 de septiembre es prácticamente un elemento identitario santafesino, como el liso, el alfajor, el calor, los mosquitos y todo eso. Este changüí primaveral viene siendo disfrutado por muchísimas generaciones, no solo desde hace muchas décadas sino también desde hace varios siglos: las primeras celebraciones de San Jerónimo como patrono santafesino que constan en acta datan del siglo XVI.
Más puntualmente, es el acta capitular del 16 de septiembre de 1590 la que detalla la más antigua de las celebraciones en homenaje al santo: para esa fecha, los Regidores garantizaron todo lo necesario para regocijar la fiesta del patrono San Jerónimo. La celebración incluyó corridas de toros con puyas -acto que organizaba el Mayordomo de la Ciudad-, la Santa Misa correspondiente, un paseo solemne del estandarte real y la salida procesional del santo, todo eso constituía parte de los oficios. Y todos los 30 de septiembre se renovaban los rituales. La Santa Sede reconoció este patronazgo sobre la provincia y la ciudad recién el 8 de julio de 1949.
En rigor, no existen ya documentos que precisen la ocasión y el momento en que San Jerónimo fuera elegido santo protector de Santa Fe, aunque se calcula que (si es que existieron estos archivos) estarían perdidos para siempre al igual que el Cabildo de Santa Fe, que se demolió en 1908 para construir la actual Casa de Gobierno. También se presume que la elección de San Jerónimo para el patronazgo se haya hecho por sorteo, como se acostumbraba en la época, con la imbatible modalidad de sacar un papelito de una urna con todos los nombres posibles.
Su existencia histórica
Doctor de la Iglesia, Eusebio Hierónimo nació en Stridón, en al región de Dalmacia (actualmente Croacia y Montenegro) en el año 342. Estudió en Roma y dominó a la perfección el latín, el griego, el hebreo y el arameo.
En Constantinopla estudió Sagradas Escrituras con San Gregorio Nacianeno para regresar luego a Roma donde formó parte del Concilio reunido por el papa San Dámaso. Éste lo nombró como su secretario y le encomendó que revisara la versión latina de los Evangelios y de los Salmos. Marchó a Oriente y se retiró a una cueva de Belén.
Fue entonces donde se dedicó de lleno a la traducción del Antiguo Testamento al latín. Esta traducción de la Santa Biblia al latín, conocida como “Vulgata” (o traducción hecha para el pueblo o vulgo) fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica durante 15 siglos.
Su actividad apologética se orientó a la defensa de la virginidad de María, la veneración de los mártires y las reliquias y el estado monástico. Falleció el 30 de septiembre de 420 a sus 78 años y sus restos descansan en San María la Mayor en Roma.
¿Domó un león?
Los atributos con los que suele representar a San Jerónimo incluyen ropa colorada, una pluma, una calavera sobre su escritorio y también un león. Según la leyenda, se encontraba San Jerónimo meditando a las orillas del río Jordán, cuando vio un león que se arrastraba hacia él con una pata atravesada por una enorme espina. Jerónimo socorrió al animal y le curó la pata. El animal entonces no quiso separarse jamás de él en muestra de agradecimiento y, cuando murió San Jerónimo, se acostó sobre su tumba y se dejó morir de hambre.
Lamentablemente, la leyenda le es atribuida por error, porque en realidad fue protagonizada por San Gerásimo, eremita. El parecido en los nombres provocó este efecto Mandela.