Más de 100 mil personas llegaron hasta San Luis para participar del 35º Encuentro Plurinacional. Desde tierras puntanas, una crónica sobre el contraste entre esa marea de cuerpos y aquellos que, por acción y omisión del Estado, no pudieron llegar.
No tiene más de 20 años y se sienta en un pedacito de tierra libre. Con la yema de los dedos acaricia el suelo, la textura de miles de partículas que brillan al sol. Hace calor. Mira a su alrededor: cuerpos y más cuerpos, compañeras, compañeres. Mochilas, pañuelos, camperas desparramadas por el piso. La Plaza Pringles, la principal de San Luis, es amplia como toda plaza de una ciudad de provincia. Pero en la Asamblea de Feministas del Abya Yala hay que ingeniárselas para buscar dónde sentarse. Se siente una brisa apenas y el aroma de los sahumos refresca el aire caliente. En breve comenzará la ceremonia.
En el centro de esta gran ronda hay plantas, flores, fotos de aquellas que marcaron el camino. Marielle Franco sonríe desde una postal. Quienes pensaron la imagen fija en el siglo XX estuvieron de acuerdo en algo: la fotografía eterniza el tiempo, es una especie de atentado contra la muerte. Algo así como la memoria. Una mujer mapuche toma el micrófono y empieza a hablar. Llama a sus compañeras de los pueblos Huarpe, Ranquel, Comechingón, aquellos que habitaron estos territorios de montañas rocosas antes de que la conformación del Estado nación le pusiera el nombre de San Luis. Suenan las panderetas y la textura del humo se hace más espesa.
Empiezan a rezar. Sí: a rezar. Levantan las manos e invocan primero al sol. Agradecen al astro de fuego que entibia las caras, los puños izquierdos están en alto, las palmas abiertas al cielo. El viejo sol -diría Inchauspe- les mira desde algún punto de la galaxia. El mismo sol que vio la invasión europea y que también hoy es testigo de nuevas resistencias. La mujer que oficia de guía pide con voz serena que giren. Pero no de cualquier manera: pide que lo hagan de forma opuesta a las agujas del reloj, esa máquina de medir el tiempo que llegó con la colonia.
El grupo da una vuelta hacia el sur y saluda a la luna, a la fuerza que altera los mares y que desde tiempos ancestrales marca cuál es el mejor momento para plantar los alimentos. Otra vuelta más y es el momento de recibir la fuerza del aire, los vientos que llegan de la cordillera, que traen ecos de rebelión y se llevan el clamor de los dolores por las pérdidas que este sistema impone. Giran al este y agradecen al agua: la de los ríos y la que corre por sus cuerpos.
Son miles de mujeres, tortas, travas, marronas y blancas, invitadxs a esta ceremonia ancestral. Son miles hechas cuerpo-territorio. Todo aquello que invocan, el sol, la luna, los vientos y el agua es parte de una naturaleza cada vez más dilapidada por un proyecto económico que elimina la espiritualidad para imponer su credo, el de la acumulación del capital. Antes de sentarse para dar comienzo a la asamblea, en el segundo día del 35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Trans, Travestis, Lesbianas, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, cada una se abraza con la que tiene al lado. Más de cien mil personas se dieron cita en esa ciudad para debatir el presente del movimiento.
La piba de 20 se pega al cuerpo de una compañera cuyo nombre desconoce y piensa en la importancia de acuerparse. El náhuatl, lengua de los pueblos originarios mexicanos, nos heredó la palabra apapachar, que significa “acariciar con el alma”. Esos apapachos, esa hermandad de la piel que dura un par de minutos, es lo que une y sana.
Al Encuentro se va a pensar estrategias para vivir libres de violencias y para disputarle al Estado todo lo que nos debe. Muchas llegan por primera vez y hallan, en los talleres por ejemplo, las palabras para nombrar lo que viven cotidianamente. Es la práctica feminista puesta en acto: no se construye si no es con otras y otres. Tras dos años de pandemia y sus impactos en la salud mental, con la soberanía alimentaria lejos de servirse a los platos de cada mesa y los territorios cada vez más amenazados por un puñado de varones ricos, el sur del mundo ofrece esto: acuerpamiento, sanación y celebración colectiva.
Adriana Guzmán es una de las miles de mujeres bolivianas que resistieron al golpe de 2019. "¡Jallala Encuentro Plurinacional, con los pueblos y las disidencias!", saluda a las presentes. "Aquí nos llaman migrantes pero migramos con nuestras ancestras, con nuestras memorias, con nuestras luchas, con nuestras comidas y nuestras formas de entender el mundo. Y este encuentro va a ser plurinacional cuando nos podamos mirar y compartir esas comidas, esos olores y esas cosmovisiones", manifiesta.
Defensoras presas y en resistencia
El 4 de octubre pasado siete mujeres mapuche fueron detenidas en un intento de desalojo a la comunidad Lafken Winkul Mapu, cerca de Villa Mascardi en Río Negro. Luciana Jaramillo, Débora Vera, Andrea Despo Cañuqueo, Florencia Melo, Celeste Guenumil, Romina Rosas y la Machi (autoridad religiosa) Betiana Colhuan Nahuel fueron apresadas sin que se notifique debidamente a su defensa y a su comunidad el por qué de la detención. Con esos hechos la Policía Federal no solo violó el derecho a la defensa sino también sus derechos humanos como indígenas y como mujeres. Dos de ellas fueron al calabozo con sus bebés de meses y una, embarazada de 40 semanas, tuvo que pelear para poder estar con su traductora al momento de parir, tal como lo establece la Ley de Parto Respetado.
El Estado tiene dificultad para dar razones del encierro porque la razón es la complicidad con los grandes terratenientes de la Patagonia, como el Grupo Benetton y Joe Lewis. Por eso la Asamblea coincide en una proclama colectiva: “No son terroristas, son defensoras”. Las tierras ancestralmente ocupadas están ligadas a la religiosidad indígena, a su acceso a la salud, a su buen vivir. La colonialidad niega esos discursos y persigue con balas y racismo a los pueblos originarios y ve, en las ricas tierras de este rincón del mundo, un espacio codiciado para el negocio. La disputa entonces se vuelve geopolítica: desde el sur ofreceremos resistencia.
La mapuche Mirta Curuhuinca participa por primera vez de un Encuentro y celebra haber allí conocido luchas de mujeres de otros territorios. “Me parecía importante venir desde Chubut y denunciar lo que está pasando con nuestro Pueblo Nación Mapuche, principalmente con las siete presas y la Machi Betiana Colhuan Nahuel. El Estado Nacional reprimió y humilló a mujeres con niños, a mujeres lactantes y a una mujer que está por parir”. Colhuan Nahuel es el pilar fundamental del pueblo, dice Curuhuinca, en términos de sanación y de espiritualidad. “La persecución política que sufrimos como pueblo es porque resguardamos los ríos y los cerros. Quieren pagar la deuda externa con los recursos de nuestras comunidades”, subraya.
La mujer vuelve a apuntar contra el Gobierno y los medios de comunicación hegemónicos: “Hacen un circo mediático diciendo que somos terroristas, pero las mujeres estamos defendiendo nuestros recursos. Los políticos hablan de soberanía pero quienes en verdad defendemos la soberanía somos los mapuche, porque los gobiernos vendieron todo”.
La lucha contra el extractivismo se da en diferentes puntos del país. La Asamblea por la Vida de Chilecito se conformó en 2006 y logró frenar, hasta ahora, a cinco empresas mineras en el cerro Famatina. Al grito de “¡Fuera las mineras!” encienden la mecha del agite y relatan: “Además de ser parte de la Asamblea por la Vida de Chilecito nos conformamos como grupo de mujeres defensoras del agua, porque de hecho fuimos las mujeres las que en mayor medida comenzamos a movilizarnos para defender el Famatina. Empezamos a darnos cuenta, a la luz de lo que pasaba con el feminismo, que siempre estábamos las mujeres y que eso no era casual. Por eso hoy nos reconocemos como feministas populares, comunitarias y sobre todo antiextractivistas”.
Las mujeres riojanas relataron que actualmente la preocupación es por el avance sobre la Laguna Brava, humedal del altoandino, en busca de litio para la llamada transición energética. Además, denunciaron el lobby del gobernador Ricardo Quintela en contra de la sanción de la Ley de Humedales, con el fin de poder negociar esos territorios con empresas multinacionales. También pusieron la lupa sobre la creación de un Parque Nacional en el cerro Famatina impulsado por organizaciones como Natura, vinculada a las empresas mineras. Las asambleístas concluyeron: “Ni Parque ni minería, le queremos decir al gobierno de Quintela y de Alberto Fernández, que son parte de este modelo, que el agua vale más que el oro y que el litio”.
Duelos colectivos y reclamos de Justicia
Norma sube al escenario, toma el micrófono y pregunta, nos pregunta: ¿Dónde está Tehuel de la Torre? Su hijo es el joven trans desaparecido de San Vicente en 2021. El Estado, la Policía y los fiscales no responden. Pero la pregunta es a la vez una interpelación: ¿dónde estamos como sociedad cada vez que desaparecen o matan a unx o una de nosotras?
Entropía Delgado Castro llega desde Cusco y afirma: “Dicen que las indígenas no sabemos de feminismo porque no hemos leído las grandes literaturas. Entonces vengo de Perú a presentar unas cartillas, lecturas provocativas para la acción y para la sanación. Que viva nuestra alegría en tiempos tan difíciles”. La mujer participa de la Asociación Kallpa, que en quechua significa “fuerza”. En ese país enfrentan arremetidas de los antiderechos de manera constante. Recientemente, se quiso cambiar el nombre del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables por Ministerio de la Familia y Poblaciones Vulnerables. Fue un intento de invisibilizar que, por ejemplo, en lo que va de 2022, 2663 mujeres peruanas faltan de sus hogares.
Yamila Cialone, mamá de Guadalupe Lucero, lo dice por vez mil: "Es una nena de seis años con un lunar grande en su patilla izquierda". Con una fuerza que arranca lágrimas piden que no dejen de buscarla. Muestra la foto de su niña y responsabiliza al Estado. Guadalupe desapareció el 14 de junio de 2021 cuando jugaba en la puerta de su casa en el barrio 544 Viviendas de la ciudad de San Luis, junto a sus primos y primas.
Alejandra Ironici es nombrada más de una vez en los altoparlantes de la apertura del Encuentro y su nombre se vuelve pegatina en las paredes de la capital puntana. Cuando las miradas de quienes conocimos y quisimos a Ale se cruzan, no hacen falta las palabras. Alejandra, ese nombre elegido con amor por ella misma, es hoy una demanda de Justicia. De la misma manera que Tehuel es una pregunta que parece no tener respuesta.
Esas violencias, esas ausencias, son las que duelen. Es lo que se intenta sanar colectivamente ante la violencia que nos despoja diariamente de afectos y de proyectos. Pero es en el cuerpo a cuerpo donde se planta una semilla para que las demandas se fortalezcan con organización política. Así lo demostraron históricamente los encuentros. Dos mujeres de pecheras diferentes se abrazan: no se conocen pero lloran juntas. Otra regala flores y con una sonrisa le dice a la pibita de 20 sentada sobre su campera: “Mirá qué suerte, te tocó la flor roja”.
Tarea para los hogares
Adriana Guzmán resume: "Que el encuentro sea plurinacional es el resultado de la lucha que hemos hecho a través de los encuentros. No creemos en las fronteras y en los Estados patriarcales. Esto es histórico pero también es una gran tarea: no puede haber un encuentro plurinacional con un Estado fascista, genocida y usurpador. Ese es el camino que hay que construir".
La militante recuerda la experiencia de Bolivia, "donde hemos creado un Estado plurinacional con descolonización y despatriarcalización y hoy, tras un profundo Golpe al pueblo, hay una gran impunidad para los asesinos. Nadie está siendo juzgado por esos crímenes". Y añade: "Eso muestra que el Estado no alcanza, que tenemos que autoorganizarnos porque este sistema se profundiza cada vez más y no podemos seguir cada cual peleando en su propia esquina. Necesitamos construir el proyecto feminista del Abya Yala. Solo los pueblos hacen revoluciones, solo las organizaciones pueden construir el buen vivir".
San Luis fue el primer Encuentro que se llamó Plurinacional de Mujeres, Trans, Travestis, Lesbianas, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries. Los feminismos sabemos hace rato que lo que no se nombra no existe. Pero la militancia sabe también que no se lucha solo una vez por año. Este encuentro deja para quienes asistieron un compromiso: cómo fortalecer esa palabra académica y difícil -la interseccionalidad- que no es otra cosa que reconocer que este cuerpo-territorio también es diverso. En él hay mapuches, cacicas, tortas, adolescentes y niñeces trans, mujeres que trabajan en sus casas, mujeres sindicalistas, travas vecinalistas, tanto como hay en los campos donde se busca homogeneizar los cultivos.
De los cerros puntanos sale la tarea de fortalecer los propios territorios con esa mirada, ante el fascismo patriarcal que -con su lógica también extractiva- busca envenenar las flores silvestres para plantar solo aquello que le dé ganancias. Al odio se le gana con afectividad, es cierto, pero también con persistencia y organización.