Con las mujeres como jugadoras clave en el final de temporada de House of the Dragon, dos bandos se disputan el gobierno con mucha rosca, alianzas y dragones.
Con una primera temporada más que digna, House of the Dragon llenó el vacío dejado por Game of Thrones reanimando las últimas horas de cada domingo, cuando las redes se llenan de spoilers, los streams reaccionan en directo y los debates se alargan hasta las madrugadas de los lunes. Contra todo pronóstico, la televisión vive.
¿Estaría la ciudadanía más pendiente de la actualidad política si oficialismo y oposición tuvieran dragones? Es muy probable que sí pero, más allá de esto, la mayoría de los elementos que alimentan el fuego de la audiencia son fácilmente trasladables a nuestra realidad: la rosca, los agentes dobles, los intereses cruzados, el monopolio de la información, las clases altas dominadas por pasiones bajas como la ambición o algún que otro fetiche, todo se puede encontrar en todo momento en Twitter como en LN+.
El baile del dragón
Se puede decir que el domingo empezó “La danza de los dragones”, o sea, la guerra civil que nace de la pelea entre dos facciones de la Casa Targaryen. Con la muerte del rey Viserys I y la coronación de Aegon (Tom Glynn-Carney), a la princesa Rhaenyra (Emma D’Arcy) no le va a quedar otra que ir a la capital a reclamar lo que por derecho y decreto de su padre le corresponde: sentarse en el Trono de Hierro.
Este noveno capítulo empieza con la reina Alicent Hightower (Olivia Cooke) intentando mantener en secreto la muerte de su marido para ganar tiempo y coronar a su hijo, Aegon, desplazando así a Rhaenyra, a quien quieren saltear por ser mujer. Si bien la reina ya venía masticando esta jugada, todo se complica cuando malinterpreta las últimas palabras de Viserys, que la habría incentivado a hacer ese movimiento.
Es entonces cuando Alicent busca a su padre Otto (Rhys Ifans) y este le revela que ya tenía a toda la mesa chica de la corona preparando esta usurpación hacía bastante tiempo. "No te queríamos ensuciar con esos chanchuyos, reina", le dice uno de los alcahuetes de su padre.
De ahí en adelante, buena cantidad de minutos se dedican a la búsqueda de Aegon, misión que va a llevarnos a recorrer la afición del príncipe por el bajo mundo de King's Landing, con abuso infantil y bastardos por ahí repartidos, entre otras cosas.
Una de las tensiones que pone en escena este episodio es, justamente, cómo el pueblo está sometido para sostener los privilegios y el entretenimiento de las clases dominantes. Es para figurar esto que aparece Gusano Blanco, otrora "amante" de Daemon Targaryen (Matt Smith) y actual Maestra de los Susurros, que le ofrece a Otto entregarle al príncipe a cambio de una moneda y de que se ocupe de lo que pasa con esas infancias: "Ustedes tienen poder hasta donde el pueblo quiere", dice Gusano Blanco.
Puertas adentro de la Fortaleza Roja, la reina consorte Alicent intenta convencer a la princesa Rhaenys Targaryen (Eve Best) de que se una a su bando. La respuesta de Rhaenys es de lo más alto de esta entrega cuando le dice "me decís que yo debería haber sido reina y ahora conspirás contra Rhaenyra. Al final, siempre jugando para los tipos, para tu papá, tu marido y ahora tu hijo."
Mientras tanto, Otto tampoco pierde el tiempo y también intenta pasar a los negros (aliados Rhaenyra) contra los verdes (aliados Hightower), a la vez que sus emisarios pierdan a Aegon ante el arrebato de Criston Cole (Fabien Frenkel) y el príncipe Aemond (Ewan Mitchell), que se llevan al nene mayor con mamá reina. Al otro día nomás, todo el pueblo es arriado como cabritas hacia la Dragon Pit, adonde se corona al nuevo rey al momento en el que explota el suelo.
Es Meleys, el dragón de la princesa Rhaneys el que rompe el suelo adonde está toda la gente mirando la ceremonia y se planta enfrente de todo el clan usurpador. En este momento, toda la corona queda regalada. Alicent se para enfrente de su hijo mayor, ya resignada a enfrentar un dracarys que nunca llega. Rhaenys les perdona la vida, pega media vuelta y se va volando a contarle a la princesa cómo viene la mano, cosa que veremos el próximo domingo.
El segundo tiempo que sí queríamos
Después del final de la serie predecesora, la que rompió todo, el fandom del universo de Canción de Hielo y Fuego quedó con muchas, muchísimas ganas de más historias de las familias más importantes de la historia de Westeros, el continente ficticio en el que ejércitos de vivos y muertos, dragones y algún que otro ser mágico más se disputan el dominio de su tierra.
En algunas zonas, incluso, existen lobos huargos, animales gigantes mitológicos que George R. R. Martin retomó de la literatura de J. R. R. Tolkien, autor de El señor de los anillos.
Fue así que Fuego y Sangre (2018), el libro que desarrolla la época de auge y caída de la familia Targaryen, llegó para darle más cuerpo a la historia de uno de los clanes más admirables de toda la saga, por sus logros épicos y por sus miembros carismáticos. Si bien la saga original de libros está todavía inconclusa, lanzamientos como los de House of the Dragon y Snow (proyecto liderado por el propio Kit Harrington) sirven para calmar la espera por ese tomo final que nunca llega.
Aunque en Game of Thrones vimos a unos pocos (apenas cinco), en los primeros nueve episodios esta nueva puesta ya vimos más de una decena y para todos los gustos: sicarios copados, bebés adorables, adolescentes con consumos problemáticos y otros con los que logramos empatizar hasta por sus pocas ganas de trabajar.