Sensaciones y emociones de una ciudadana brasilera votando por primera vez desde nuestro país. De la euforia a la tensa calma, del desahogo a la fiesta de cara a la segunda vuelta. Las palabras y la imágenes de una jornada histórica, por Gabriela Carvalho.
El domingo estuve en Brasil. Eso sentí en las cinco horas de cola que tuve que hacer en la Embajada -en el cálido cemento de la primavera porteña- para votar, y en las largas horas siguientes mientras esperábamos los resultados en las calles de San Telmo.
Hace nueve años que vivo en Argentina y esta fue la primera vez que pude votar desde que llegué, pero además nunca había sentido la real necesidad y urgencia de hacerlo como ahora.
En el camino desde Santa Fe a Buenos Aires fantaseé con cómo sería el clima ahí en Retiro, donde está la Embajada de Brasil. Tenía el deseo de encontrar mucha gente vestida de rojo, yendo a votar con la misma emoción y confianza que yo. Pero a la vez tenía miedo de que no hubiera nadie o, peor aún, solo bolsonaristas. Nada más lejos de eso: cuadras y cuadras de cola, mucha energía, las ropas de color rojo siendo mayoría, gente de todas las edades, una energía de fiesta increíble.
Esa emoción que sentí era claramente compartida por mis compatriotas. Yo no lo sabía, porque era mi primera vez votando en Argentina, pero ahí me enteré que nunca antes tantas personas se habían acercado a votar. Yo tuve que hacer cinco horas de cola -gracias a mi compañero y un amigo, que me hicieron el aguante- y cuando la votación cerró todavía había unas tres cuadras esperando para entrar.
Durante todas esas horas lo que se sentía en las calles era la alegría colectiva, esa que no puede ser superada por ninguna individual. La certeza de que íbamos a ganar. Las miradas y sonrisas cómplices, los abrazos y encuentros con desconocidos que nos reconocíamos del mismo lado. Mucha gente emocionada, de esa emoción que se ve en el baile, en el canto, en los abrazos, pero también en las lágrimas.
La sensación era que explotaba una energía y una alegría que estuvieron contenidas y guardadas en los últimos seis años, seis largos años en los cuales hubo un golpe de Estado, donde mataron a Marielle y a muchas mujeres negras y disidencias a lo largo del país, la prisión de Lula, Bolsonaro y sus cuatro años de desgobierno.
En ese rincón porteño todos hablábamos portugués, nos contábmos sobre nuestras vidas acá, lo que extrañabamos de la comida o de la vida. Había esperanza, algo que no sentía hace mucho. Me sentí en Brasil.
Nunca en mi vida había votado con tanta emoción. Me invadió la sensación de que no estaba sola, de que ahí éramos un montón votando por un mundo mejor, por un mundo más igualitario.
En mi familia siempre se habló de la importancia del voto, de la democracia, de lo duro que fue conquistarla. Mi mamá cuenta que tuvo que hacer campaña y votar cuatro veces a Lula para que gane recién en esa cuarta elección. Creo que por primera vez sentí realmente la importancia y el valor de este voto, porque tuve la suerte de crecer en un mundo donde el fascismo estaba bien escondido, donde la derecha no osaba dudar de la democracia y hablar de golpes de estado. Pero ahora las cosas han cambiado.
La espera de los resultados nos encontró en un festejo popular que organizó el Núcleo PT Argentina en la UOM, en San Telmo. Había un bloco de carnaval, una roda de samba, muchxs brasileirxs pero también argentinxs, bolivianxs y representantes de la comunidad migrante latina.
Cuando llegaron los primeros números no nos alertamos porque sabíamos que los últimos votos a computar eran los del nordeste y allá gana Lula siempre. No voy a negar que hubo un cierto bajón cuando vimos que no se ganaba en primer turno, pero eso duró muy poco. Lula hizo una campaña extraordinaria y tuvo más votos que en el primer turno de las elecciones de 2006. A cada número que subía Lula, había festejos, abrazos, besos, gritos y llantos.
Bajar toda esa adrenalina para escribir estas palabras no fue fácil. El día después, en el retorno a Santa Fe, las sensaciones eran encontradas. Esta elección nos muestra que, por un lado, hay un gran sector de nuestro país que es fascista, racista, machista y homofóbico, que defiende la violencia y las políticas del hambre, y que no son solo personas anti-Lula. Pero por otro lado también tuvimos una elección histórica, donde por primera vez fueron electas tres mujeres trans como diputadas federales, tres mujeres indígenas militantes del Movimiento sin Tierra y aumentó el porcentaje de mujeres negras en diputados.
Las posiciones políticas se dividen y profundizan cada vez más, se ensancha en Brasil esa grieta que todos los días vemos acá en Argentina. Pero eso también nos permite vernos y reconocernos entre las y los que estamos del mismo lado. El domingo el 64% de los brasileros en Argentina elegimos la democracia y el amor. Y tenemos la certeza de que ese amor, al final, va a vencer.