Sueños, talleres y vinos con Fer 

Foto: Juan Curto

Una reseña de La calle del Eros, el libro que homenajea a Fernando Callero, escrito por Larisa Cumin y editado por Vera Cartonera.

“Había escuchado hablar de Callero antes de conocerlo. Durante mucho tiempo lo nombré por el apellido, como se nombra a los extraños que todo el mundo conoce”, anota Larisa al principio de La calle del Eros (Vera Cartonera). Su escritura se emparenta a la de Callero, alimentada por anécdotas, enriquecida por las observaciones de lo cotidiano en las que no solemos detenernos o de las que no nos damos cuenta hasta que alguien más o menos sensible o detallista lo pone en palabras. 

No hacen falta muchísimas páginas para darle volumen a la figura del homenajeado y tampoco son necesarios análisis formales de su estilo de escritura para comprender la dimensión de su obra. Seguramente esa solemnidad hubiera sido rechazada por él. Su legado vive entre lo hecho y lo demostrado. Improbable es que un aula de la Facultad de Humanidades termine con su nombre, pero sí sus libros, sus discos, sus videos lofi interpretando sus canciones y sus personas queridas sostienen su trascendencia, su sobrevida: “No puedo imaginarlo, sin sus amigos. (...) Hablaba de su hijo, de su familia, de su gato, de músicos y de poetas, todos eran sus amigos.”

Escritor, músico, docente, personaje. De cualquiera de esas formas se lo podría catalogar a Fernando Callero, seguramente a disgusto suyo. Hoy, gracias a la reversión de los recuerdos que vamos moldeando durante los años como es costumbre de la memoria, él es más parecido a un mito. Esa gracia, la de ir adornando lo recordado, es también un movimiento que la escritora santafesina vecina de Mar del Plata declara al no querer googlear una fecha: “Los mitos no se chequean. Son un paso más allá de los chismes, no tienen original, son puro origen y una puede tocar de oído.”

El título del libro tiene un origen revelado: es un juego de anagramas que la autora plantea con el apellido de su maestro y amigo. “La calle del Eros” también funciona como una descripción del modo de escritura, con sus referencias al movimiento impulsado por la fuerza pasional. Todo eso está cifrado en su nombre, de alguna manera. Un usuario de Twitter e Instagram llamado @GramaSana apoya este ribete lingüístico asegurando: “Los anagramas no se inventan, se encuentran. Nuestra tarea es sacarlos a la luz.”

Un profe que se queda dormido (“Más de una vez me quedé parada un rato en la puerta porque el Fer no se levantaba o se olvidaba de que yo iba ese día”), un escritor que baila (“Después de tirar unos pasos, intentaron vendernos el libro”), un amigo que se enoja con vos estando medio en pedo y al otro día hace como si nada (“casi sin escucharme me preguntó cuándo iba de nuevo”).

Todas esas formas suyas conocemos en párrafos que no pretenden ser una narración lineal, explícitamente Larisa se toma esa licencia de intentar unir recuerdos sueltos y esa soltura le quedó muy orgánica, la lectura se mantiene a un ritmo tan relajado que se puede todo leer de un tirón. La distribución está ordenada como en posteos, casi en formato estado de Facebook, esos que Callero también tenía como lectura habitual.

Después de todo lo que hizo y lo que significó siendo él, una tragedia se agregó a su historia como si fuera un requisito inevitable para convertirse en literatura. Esa tragedia mundana lo paralizó y eventualmente lo sacó del plano físico, del que se empezó a despegar a partir de que pudo ir haciendo cada vez menos las cosas que deseaba, como bailar o salir a buscar un helado por sus propios medios. Cuenta Larisa: “El segundo piso de su casa se volvió inútil con la silla de ruedas, el baño de abajo de la escalera era demasiado chiquito y no tenía ducha ni bañera. Una de las paredes que él había dibujado con un corazón azul ya no estaba, la habían pintado de blanco. Su casa, sin eso, me resultaba rara”.

De vuelta a los sueños, la autora del libro se encuentra con su amigo en un baile cualquiera, en una casa o un patio o en medio de un bar, con la bici atada afuera. Cuando soñamos, mezclamos con la mente lo que vivimos en la vigilia con lo almacenado en la memoria, sin lógica, con libertad total y ahí es donde la gente que lo quiere lo sigue viendo, adonde puede ser él sin limitaciones.

La calle del Eros (Larisa Cumin, Editorial Vera Cartonera) se puede descargar gratis en www.fhuc.unl.edu.ar

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí