Este martes se viralizó un video donde un grupo de hinchas argentinos en Qatar entonaba un repudiable canto lleno de todas las discriminaciones posibles. El cronista con el micrófono y las redes sociales, celebraron la “ocurrencia”. El fútbol que no queremos, una vez más, escudándose en el folclore y la pasión.
Sabíamos desde hace rato que el Mundial de Qatar iba a traer todo tipo de controversias y no precisamente por lo que pasara dentro de las canchas.
La elección de esta sede estuvo desde el principio sospechada de espurios arreglos económicos entre los gobernantes qataríes y la FIFA para realizar por primera vez la Copa del Mundo en tierras árabes. Pero las sospechas de corrupción no son lo único ni, quizás, lo más relevante. O sea, es la FIFA, qué esperamos.
Qatar es un país donde las mujeres no gozan plenamente de sus derechos básicos, donde ser homosexual está penado por la ley, donde se estima que murieron unos 6.500 trabajadores construyendo los estadios donde se jugará este Mundial. Trabajadores migrantes, a quienes se les retuvo su visa para que no pudieran irse, que trabajaron en condiciones infrahumanas, durante largas horas, sin descanso, con temperaturas imposibles.
En ese marco, esperar que los programas deportivos desde Qatar y las coberturas por redes sociales nos traigan algo que sea mínimamente respetuoso de las diversidades de género, sexuales, étnicas, culturales, no parecía muy posible. Pero ni siquiera lo intentaron, ni por buscar algún tipo de corrección política ni nada.
Este martes la televisión argentina, y los hinchas argentinos, nos devolvieron a la realidad y nos mostraron lo lejos que estamos de ese fútbol que se parezca más a una fiesta para todes y menos a una convención de cavernícolas.
El cántico al cual el cronista de TyC le puso el micrófono y no se lo sacó más que a modo de falsa indignación era, como dicen les jóvenes, todo lo que está mal. Racismo, transfobia y homofobia en no más de nueve líneas.
El destinatario de los insultos era Francia y, más precisamente, su figura Kylian Mbappé. El joven compañero de Messi en el PSG es “atacado” por dos cosas: por ser hijo de migrantes -madre argelina y padre camerunés- y por un supuesto romance con una mujer trans.
El racismo hacia Mbappé, y hacia buena parte de la Selección francesa, no es nuevo. De hecho el futbolista reconoció hace poco que en algún momento pensó en dejar de representar a Francia por las agresiones que recibía de sus propios compatriotas. "No puedo jugar cuando las personas me gritan simio”, dijo en una entrevista con la revista estadounidense Sports Illustrated.
Tampoco son novedosas, claro, la homofobia y la transfobia, aunque esta vez con un destinatario y situación específica: hace pocos meses se rumoreó que Mbappé estaba de novio con una mujer trans. ¿Se imaginan? ¿Se imaginan algo más rupturista en el machista y mataputos ambiente del fútbol masculino?
Inés Rau es una supermodelo francesa que alcanzó buena parte de su popularidad en 2017, al ser la primera mujer trans en protagonizar una portada de Playboy. En septiembre aparecieron algunas fotos de la modelo y el futbolista -junto a un grupo de amigos- disfrutando de las vacaciones en un yate. No se ven besos ni nada parecido, solo situaciones de cercanía y diversión entre amigos.
Pero eso bastó. Porque ¿cómo se le ocurre a uno de los mejores jugadores de fútbol del mundo, ese deporte de machos, tener una amiga trans? ¿Cómo se le ocurre mostrarla así en público? ¿Acaso no sabe que en el ambiente del fútbol las trans/travas se desean, se buscan, y seguramente se aman, pero no se muestran?
Esas simples fotos bastaron para que se desatara una oleada de transfobia que llegó hasta esta previa del Mundial de Qatar, con los hinchas argentinos cantandole “puto cometravas” a Mbappé.
Y las redes -al menos la cloaca de Twitter- lo celebraron. Y los “periodistas” deportivos en la trasmisión se hacían los sorprendidos y jugaban a la indignación mientras se reían y mantenían en vivo a los machitos que cantaban.
En tiempos de euforia Mundial, parece estar todo permitido. Pero no. Ya en Rusia 2018 un argentino debió ser expulsado por hacerle una burla sexista a una joven rusa. Y aquí vamos de nuevo. Arrancó el Mundial del machismo, la transfobia y el racismo, y parece que los argentinos pican en punta para ganarlo.