Martín Becerra disertó en el primer Argentino de Periodismo y Opinión Pública sobre las tecnologías de la comunicación y su impacto en la discusión pública.
Martín Becerra es uno de los estudiosos más relevantes del campo del periodismo y la comunicación social. Es doctor en Ciencias de la Información e investigador del Conicet y es profesor de la Universidad Nacional de Quilmes y de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Invitado por el periódico Pausa, Becerra participó del primer Argentino de Periodismo y Opinión Pública y allí dialogó con el público, en una charla moderada por Gonzalo Andrés, sobre la fragmentación y las burbujas sociales, los discursos de odio, la incidencia de las grandes empresas tecnológicas sobre la práctica periodística y un viejo tema no saldado: la democratización de las comunicaciones.
Ley de medios
“Queda el saldo para varias generaciones, un saldo interesante en términos de poner sobre la mesa que los medios son organizaciones que tienen intereses económicos y políticos, eso me parece que es un saldo muy nítido que trasciende los microclimas políticos”.
“Las organizaciones y las personas que protagonizaron ese debate, que derivó en la sanción de la ley en 2009, tenían décadas de remar en dulce de leche. Eso me parece que es interesante también como saldo porque las construcciones en democracia son lentas, por lo menos esta fue muy lenta: desde la recuperación del régimen constitucional en 1983 hasta el año 2009 hubo muchas frustraciones”.
“A pesar de que no había mucho eco en el sistema político profesional y en muchas organizaciones, incluso de la propia sociedad civil, en el reclamo de modificar un decreto ley que había sido firmado por Videla, eso no impidió que laboriosamente, no siempre con sonrisas, se elaboraran consensos sobre puntos básicos que eventualmente tendría que tener un cambio normativo. Y ahí hago otra pregunta: ¿hasta qué punto era un reclamo por la democratización de los medios, como quedó en la consigna, o por la democratización de las comunicaciones?”.
“Si fue por la democratización de las comunicaciones, como quiero creer, entonces no es un reclamo obsoleto porque vale tanto para el Grupo Clarín como para el algoritmo de Google. Ahí el Grupo Clarín también interviene, aunque seguramente de manera más subordinada. También sería bueno preguntarnos qué entendemos por democratización: es acceso a licencias, es participación cómo se canalizan las comunicaciones, esos son componentes que no pasan de moda. El soporte tecnológico que tenía como objeto esa norma legal, evidentemente ha tenido grandes modificaciones. En Argentina la licitación de telefonía móvil 4G se hizo en 2014, es muy reciente en verdad y por supuesto es muy posterior a la sanción de aquella ley”.
Algoritmos: la dictadura del clickbait
“La mercantilización al palo que significa la intervención de algoritmos que premian el clickbait, que además comercializan el posicionamiento en la priorización de las búsquedas, visto de la perspectiva de usuarios y usuarios a la hora de informarse, es como una curaduría de contenidos de información y entretenimientos, todo un poco mezclado”.
“El compromiso o el ideal de las organizaciones periodísticas de producir información de interés público es la gran pérdida del nuevo ecosistema digital, una gran derrota desde la perspectiva de la ciudadanía. El ecosistema digital tiene muchas ventajas, en muchos aspectos, pero en términos de circulación de información de interés público deja bastante que desear”.
“La cuestión casi normativa que estructuraba el discurso que tenían los medios de comunicación durante el siglo XX y una partecita de este siglo XXI estalla por los aires porque tienen que supeditarse a los designios de algoritmos que nadie conoce y que, a menos que haya intervenciones regulatorias claras, nadie va a conocer tampoco”.
“No estoy diciendo nada que desconozcamos: cuando Meta o Google cambian la programación algorítmica como lo hacen, una buena parte del ecosistema de medios queda culo para arriba porque no entienden el cambio, entonces tienen que adaptarse con acercamientos muy intuitivos”.
“En la jerarquización que hace el algoritmo de Google Discover, una nota que no cumple con los requisitos va a circular menos, por lo tanto va a tener menos tráfico y, en consecuencia, va a tener menos usuarios y usuarias, por lo tanto ese medio va a recaudar menos publicidad. Ahí hay una especie de condena. La programación algorítmica de las grandes plataformas tiene un poder disciplinador y performativo sobre el periodismo”.
“Así como los medios tienen que cambiar sus títulos, muy probablemente muchos políticos deben estar cambiando también su speech para adaptarlo y para que sea colocado más arriba o que no sea castigado. Esa es una forma de censura sutil y mucho más perversa, la censura de quitarte visibilidad, o sea, restringir tu circulación sin cancelarte. Dejaste de ver a tales políticos o a tales personas o cuentas que seguías y no sabes si esa persona dejó de postear o si el algoritmo lo castigó por algo no lo sabemos. Es de un nivel de discrecionalidad que se parece al absolutismo”.
Individualización y fragmentación
“La evolución de internet es muy reciente. La personalización de los feeds de las plataformas de redes sociales y el propio algoritmo de Google es de 2009. Es un fenómeno nuevo en la historia de los medios de comunicación, porque los medios siempre fueron masivos, broadcasting; la individualización es un proceso muy reciente. Y esa personalización tiene un efecto burbuja, claramente suele gratificarnos más relacionarnos con gente que opina parecido a nosotros y no tenemos muchos incentivos para para buscar intercambios con gente que no piensa muy parecido a nosotros”.
“Hay una reducción que cosifica esas nubes de interacciones como si fueran impermeables entre sí. Y a mi modo de ver, hay mucho intercambio entre esas veredas o nubes en las que se organiza la polarización política. Hay un registro permanente del otro en la polarización, diría más bien una obsesión con el otro más que una negación de su existencia”.
¿Las redes son el mundo de los trolls?
“Con unos colegas estamos haciendo una investigación sobre redes sociales y entrevistaron a Paulina Cocina. Ella dice una cosa muy interesante: tengo seguidores que son, en muchos casos, la misma persona en Twitter que en Instagram y Facebook, pero en cada plataforma tienen un comportamiento distinto. En Twitter son haters y en Instagram son amorosos, pero es la misma persona. Lo que dice Paulina es lo mismo que dice Marshall Mcluhan: el medio es el mensaje”.
“Si descubriésemos que hay ciertas condiciones de posibilidad de la propia plataforma para que determinados discursos circulen más ampliamente que otros, quizá podríamos imaginar interacciones con la compañía dueña de esa plataforma en aras de mejorar la conversación pública. Otra cuestión son los trolls: La definición canónica de troll tiene que ver con figuras que intervienen en la conversación para meter ruido y cambiar el eje. No tienen por qué ser anónimos, de hecho yo soy bastante defensor, por la doctrina más clásica de la libre expresión, del anonimato como un valor sobre todo para las personas que tienen situaciones de poder muy asimétricas y que solo tienen el anonimato para denunciar situaciones de abuso de violencia”.
“Pero además tenemos a mano trolls que no son anónimos y que son los mayores trolls del mundo mundial: Trump es el troll número uno, Bolsonaro es un troll, diputados de la Nación son grandes troleros con nombre y apellido y no tienen que escudarse en el anonimato. Y como son figuras habilitadoras, después puede aparecer una manada de personas, con o sin nombre, que van a Plaza de Mayo con guillotinas y bolsas mortuorias”.