Escenario de un desfile de días de peces muertos a fines de 2020, el Salado está pasado de glifosato y cromo: uno es la estrella de los herbicidas y el otro de las curtiembres esperancinas. Qué dice un estudio hecho por Conicet, UNL, Unsam, INTA y la CNEA.
La calidad del agua del río Salado es “marginal”, es decir, mala. Tiene bajos niveles de oxígeno disuelto y altos niveles de sólidos suspendidos totales, incluidos fosfato, nitrito, conductividad, plomo, cromo y cobre. Las concentraciones de metales fueron entre 34.000 y 35.000 veces más altas en los sedimentos que en las muestras de agua. Se detectó la presencia de 30 agrotóxicos diferentes en todas las muestras de agua y sedimentos. En todas las muestras encontró glifosato y su metabolito (ácido aminometilfosfónico o AMPA), N,N-Dietil-meta-toluamida (presente en la mayoría de los repelentes de insectos) y atrazina.
Estos son los resultados principales de “Calidad ambiental y ecotoxicidad de sedimentos de la cuenca baja del río Salado (Santa Fe, Argentina) sobre larvas de anfibios”, publicados en la revista científica Science Direct. El artículo sintetiza un estudio realizados por científicos y científicas de Conicet en la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), en conjunto con especialistas del Instituto Nacional de Tecnología Agraria (INTA) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Más directamente, se detectaron en el Salado altos niveles de contaminación por metales y agroquímicos en los sedimentos y aguas, lo que pone en riesgo la vida de anfibios y peces. Se recordará, a fines de 2020 el Salado fue el escenario por casi una semana de un desfile interminable de peces muertos. Ya en ese entonces se realizaron estudios que probaron la incidencia de los agrotóxicos en la mortandad de peces.
Entre los autores de ese estudio de 2020 estaban los integrantes del Laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL, que hicieron ese trabajo a pedido de la Procuración General de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe. Forman parte también de los firmantes del artículo publicado en Science Direct.
Para el estudio, se tomaron muestras de agua y sedimentos en tres localidades diferentes: en el arroyo Cululú, la costa del camping municipal de Esperanza, y la playa de Santo Tomé. Los especialistas señalan que es "urgente" aumentar la distancia de los cultivos transgénicos dependientes de agrotóxicos de los ecosistemas acuáticos. Si se considera solo el uso del glifosato, se estima que, en la Argentina, los agricultores aplican anualmente más de 12 litros por hectárea, mientras que el promedio en el mundo es de tres litros por hectárea.
Curtiembres y campos
“Me sorprendió la excesiva cantidad de cromo que encontramos. Hace años trabajamos en análisis de agua y, si bien es habitual encontrar excesos de cobre, no ocurría lo mismo con el cromo, que en las muestras que tomamos cerca de la ciudad de Esperanza, por ejemplo, excedieron el límite de protección de la vida acuática determinado por la legislación argentina”, advirtió la investigadora Carolina Aronzon, del CONICET y el Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental de la UNSAM, en diálogo con la Agencia TSS. El cromo es un metal imprescindible en el trabajo de las curtiembres.
Aronzon es una de las firmantes del estudio, junto con Julieta Peluso, Agostina Martínez Chehda, Ana Paula Cuzziol Boccioni, Paola Peltzer, Eduardo De Geronimo, Virginia Aparicio, Florencia Gonzalez, Lautaro Valenzuela y Rafael Lajmanovich.
Además de glifosato, los resultados de laboratorio arrojaron la presencia de clorpirifós (prohibido en Estados Unidos y la Unión Europea), diazinón, acetoclor y atrazina. Además, entre los pesticidas detectados se encontraron rastros de carbofurano e imazapir, los más peligrosos para los organismos acuáticos al estar clasificados como Clase I (Altamente Tóxicos). En cuanto a los metales pesados se encontraron cromo, cobre y hierro, provenientes de actividades industriales, en cantidades elevadas y persistentes por la falta de controles.
“La presencia de los residuos de 30 agrotóxicos en el río Salado es la prueba contundente de que las llamadas buenas prácticas agrícolas no funcionan, al menos en una gran escala”, manifestó a Tiempo Argentino Rafael Lajmanovich, investigador principal del Conicet e integrante del Laboratorio de Ecotoxicología de la UNL.
El trabajo evaluó la toxicidad letal y subletal de las muestras de agua y sedimentos a través de biomarcadores en larvas de anfibios, como estrés oxidativo, neurotoxicidad y genotoxicidad. Se advirtió que según los datos fisicoquímicos y la evaluación de ecotoxicidad, “esta importante cuenca fluvial está significativamente degradada y puede representar un riesgo para la biota acuática”.
Qué pasó en 2020
En diciembre de 2020, flotaron peces muertos por el Salado durante una semana. Ese desfile de la crisis ambiental delante de los ojos de los habitantes de Santo Tomé y Santa Fe desató gran controversia, requerimientos judiciales y estudios científicos.
En ese entonces, y a requerimiento judicial, un informe confeccionado por los investigadores Lajmanovich, Peltzer y Maximiliano Attademo, de Conicet y de la UNL, determinó que encontraron en las branquias e hígado de los sábalos “el herbicida 2,4-D” y “el insecticida organofosforado clorpirifos con 80” en el primer sitio de extracción de muestras y “clorpirifos 30” en el segundo. Por otra parte, los especialistas también indicaron que “el 2,4-D por su efectos tóxicos y genotóxicos en peces, se puede clasificar como una sustancia muy nociva para los organismos acuáticos”.
Las muestras de agua y sedimentos para realizar los análisis fueron tomadas a finales de 2020 a la altura del country Los Molinos, en el norte de la ciudad de Santa Fe, y en el puente de la ruta provincial 70, en jurisdicción de la ciudad de Esperanza. También se colectaron peces que todavía estaban con vida pero que mostraban conductas inusuales, como subir permanentemente hasta la superficie para respirar.
Sin embargo, el gobierno salió a desmentir dos veces que la contaminación ambiental como causa de la mortandad y la atribuyó a la bajante nomás. El subsecretario de Recursos Naturales de la provincia, Gaspar Borra, indicó en su momento que la mortandad de peces se debió al fenómeno denominado hipoxia, que es “un fenómeno que se puede dar tanto en verano como en invierno y que se potencia por las condiciones hidrométricas (bajante) y climáticas”.