Nadie es supersticioso hasta que en el deambular urbano se topa en su camino frente a una escalera y tiene que optar por actuar de acuerdo a la racionalidad occidental europea o permitirse evitar pasar por debajo. Sí, para qué tentar la suerte. Lo mejor es evitarlo. Hay momentos en que pienso que cumplen una función preventiva. O sea, hay más posibilidades de que nos caiga algo debajo de una escalera que si uno le pasa lejos. Por ejemplo, no dejar la cartera en el suelo para no perder dinero con una inflación que licua el salario es una empresa imposible en el fondo busca que no se ensucie el bolso, igual entre dejarlo en el piso y que no lo toque solemos optar por lo mágico.
Según el diccionario la palabra superstición viene del latín superstitio, superstitionis, nombre formado con el prefijo super- sobre la raíz del verbo stare (estar en pie) con un sufijo -tion de acción o efecto. Se trata de una formación muy similar a superstes (el que sigue estando en pie por encima de una situación, superviviente). La palabra latina se refiere pues a todo lo que está por encima de lo establecido, que pervive en la mente de las gentes como elemento sobreañadido a lo que está. Su significado abarca las observaciones demasiado escrupulosas de la realidad, los tabúes, las creencias y todo tipo de veneraciones y supercherías religiosas populares, etc. Es decir, que podemos afirmar que su sentido era ya básicamente el que le damos hoy: desde creencias en amuletos, dichos o gestos que atraen la buena o mala suerte, creencias religiosas, oraciones mágicas y todo tipo de supercherías populares.
No podríamos determinar cuándo la humanidad comenzó a ser supersticiosa, pero podríamos arriesgar que la magia vino antes que la ciencia. La vivenciamos cómo encuentro con una fórmula sobrenatural que nos protege de lo que está fuera de nuestro control. Pedimos ayuda para evitar aquello que aparentemente no podemos controlar. Nos protegemos para que nos vaya bien. Kiricocho o Pugliese según sea necesario. Gauchitos, Gildas y D10S. En las pinturas rupestres o en las paredes con aerosol, buscando contentar a los dioses con danzas propias de cada tribu.
Las supersticiones van en un sentido de protección o de prevención, para atraer la buena fortuna y que “todo salga bien”. Nos protegemos de los caprichos del caos y si se presenta, lo repelemos.
Un cura bendice un motor de un taxi y un brujo me aclara que si la magia fuera tan efectiva no existiría ningún servicio de inteligencia.