Por Guillermo Jerez
Tras meses de debates, aprobamos la ordenanza de nocturnidad que –en relación a lo existente– representa un avance en el modelo actual, eliminando la “emergencia” que, entre otras cosas, nos prohibía bailar en la ciudad. Además, agrega un listado de reglas claras en varios puntos, no tan así en otros, como en ruidos, en los que debemos seguir trabajando. Eso sí, lo que quedó en claro fue que la rosca, clasismo mediante, se comió el sentir popular y los bailes de cumbia tradicionales son quienes pagan el costo.
Mucha agua corrió debajo del puente desde que el debate sobre la “nocturnidad” se instaló en la opinión pública de la ciudad de Santa Fe a la salida de la pandemia, cuando afloraron (y se reavivaron) una multiplicidad de conflictos en torno a la convivencia ciudadana, todos relacionados a las actividades que se desarrollan por la noche: vecinos de Siete Jefes con los paradores; vecinos con los clubes República del Oeste y Villa Dora; vecinos de Candioti con los bares.
Este debate tuvo luego su correlato institucional: audiencia pública, mensaje del intendente al Concejo, ronda de reuniones de concejales con los distintos sectores para discutir el mensaje del intendente, entre otros. Hasta que, finalmente, el viernes 25 de noviembre se aprobó la ordenanza, con varias modificaciones al texto original. En rigor, el objeto de lo que se reguló en la ordenanza es: “esparcimiento y ocio nocturno”.
Permiso para disfrutar la noche
La ordenanza aprobada representa un avance en el modelo de nocturnidad actual. Simple: las normas que ordenaban la noche prohibían bailar en los bares de la ciudad. Este anacronismo tuvo su origen en el año 2009 cuando se declaró la “emergencia”, que estableció un plazo de 180 días para regularizar la nocturnidad (mudanza de los boliches a la ruta 168 incluida), que nunca se concretó.
A partir de la puesta en vigencia, nos acostumbraremos a ver que, por ejemplo, en los bares de Candioti –y de los polos gastronómicos que se desarrollen en el macrocentro y las principales avenidas– los usuarios nos podremos quedar hasta las tres de la mañana –jueves, viernes y sábado– en el espacio público durante la temporada de verano. Todxs sabemos la connotación que tiene la vereda para los santafesinos/as.
En los bares que cumplan con las exigencias pertinentes, como informes de impacto acústico, entre otras, se va a poder bailar hasta las 4:30. Los espacios culturales serán un vector fundamental de la noche santafesina que moviliza a muchísimos artistas locales y trabajadores de la cultura. Esta norma los habilita y nos permite imaginar una nueva nocturnidad. Todo esto genera y generará un potente movimiento económico, de los cuales forman parte muchísimos trabajadores, empresarios, músicxs, artistas, DJs.
Reglas claras
Estas fueron las dos palabras que más resonaron en la audiencia pública. Sobre este punto planteamos que se incorpore en la página web de manera accesible y transparente toda la información requerida para no tener problemas al momento de tener que habilitar un emprendimiento. En suma, evitar la arbitrariedad del Ejecutivo. Asimismo, la ordenanza propone una oficina de nocturnidad que agilice los expedientes referidos a las actividades nocturnas. Es una salida administrativa que puede dar respuestas a los planteos de la audiencia: habrá que seguir de cerca su implementación.
Algunos ruidos molestos
Por otro lado, el mensaje de ordenanza que remitió el intendente Emilio Jatón, contenía un grosero déficit en los aspectos referidos a la “contaminación acústica”, fuente de origen de los principales conflictos. Asimismo, esto permitió detectar que la ciudad de Santa Fe tiene normas arcaicas en lo referido a “ruidos molestos”, razón por la cual también no se han desarrollado las capacidades institucionales para realizar los controles. Me llamó poderosamente la atención que un tema tan importante no haya suscitado el interés de concejales/as que desde hace varios lustros ocupan bancas. Se estipula en la norma que en el plazo de 180 días el Ejecutivo local, remita y publicite el “Plan de control y gestión de actividades de esparcimiento y ocio nocturno”, en donde existe un inciso especial para la “protección contra la contaminación acústica”.
Una restricción a lo popular
Por último, el debate político en torno a la ordenanza que se dio en el recinto no se cristalizó en los términos más puros de la representación política, en donde se confrontan miradas y distintas perspectivas acerca de cómo resolver los puntos conflictivos, en función de lo que cada concejal representa. Por el contrario, los bloques optaron por autonomizar el juego político de la “rosca” de las soluciones concretas a los distintos puntos conflictivos.
En efecto, primó la especulación sobre “costos”, por encima de las propuestas legislativas. Un ejemplo más del ensimismamiento de algunos profesionales de la política que, en sus prácticas y lógicas autorreferenciales, acrecientan la brecha con el sentir popular que le quita crédito a la actividad política día a día.
Esa fue la razón para que los únicos que se ven hoy restringidos por la norma sean quienes expresan la cultura popular santafesina, como lo son los bailes de los clubes Villa Dora y República del Oeste. Vale decir que no era la voluntad mayoritaria de los concejales. Sin embargo, primó una mirada sobre la nocturnidad que, en algunos puntos, lejos está de ser la que expresan las mayorías populares y las juventudes.