En la mejor tradición argentina, la de Kempes y Maradona, Lionel Messi jugó un Mundial consagratorio, fue el mejor de todos y trajo la Copa después de 36 años.
Domingo 18 de diciembre de 2022. Son las 20.54 en el estadio de Lusail, Qatar. Lionel Messi y la Selección Argentina acaban de consagrarse campeones del Mundial. Los dirigentes de la FIFA ya entregaron los reconocimientos al goleador, al mejor jugador sub-21 y al mejor arquero del torneo. Es el turno del premio al mejor jugador de la Copa. Messi recibe el balón de oro y sube al escenario. El 10 argentino pasa al lado del atril donde lo espera la Copa del Mundo y se detiene. La mira fijo, con una sonrisa de alegría, alivio y orgullo. El pibe de Rosario, el crack histórico del Barcelona, el líder de una Selección que dio mil batallas se queda un instante inmóvil junto a la Copa. Después la acaricia con ternura y le da un beso sentido, lleno de amor. Y después otro más. ¿Habrá alguna otra imagen que pueda sintetizar de mejor manera lo que todo el planeta –ya no la Argentina: todo el planeta– deseaba para esta final tan electrizante? Difícil, sino imposible.
A sus 35 años, Messi consiguió el único título que le faltaba, el más importante de todos. Debió esperar 16 años desde su debut mundialista. El campeonato logrado por Argentina en Qatar 2022 hace justicia con su líder y capitán y también con un pueblo que supo seguir adelante después de tantas frustraciones.
El crack argentino superó todos los obstáculos. Tuvo que ver desde el banco de suplentes la derrota por penales ante Alemania en 2006. Sufrió la humillación del 0-4, ante el mismo rival, en los cuartos de final de Sudáfrica 2010. Estuvo a un pasito de coronarse en 2014 pero otra vez los alemanes lo dejaron con las manos vacías. Brilló sucesivamente en dos ediciones de la Copa América, pero los penales, de nuevo, le dieron la espalda. Parecía diluirse –como la Selección en su conjunto– después de Rusia 2018, pero el 10 argentino supo levantarse una y otra vez para volver a empezar. La Copa América de 2021, con victoria ante Brasil en el Maracaná, fue el preludio. Nos volvimos a ilusionar. Y Messi no nos falló.
Como Kempes en 1978, como Maradona en 1986, en Qatar 2022 Messi fue el mejor de su equipo y el mejor del torneo. La 10 argentina es cosa seria, no es para cualquiera. Pesa tanto como esa Copa dorada con la que soñamos todos los futboleros. Llevar la 10 en la espalda es un honor, pero ante todo una responsabilidad. Esa casaca que alguna vez fue de Diego, será para siempre de Lionel.
En el fútbol hay líderes transitorios. Jugadores que entienden los momentos, que saben ordenar en torno suyo a sus compañeros. Tipos con voz de mando y condiciones innatas para el liderazgo. Tienen carácter y suelen ser capitanes en sus respectivos equipos. Son los primeros en poner la cara cuando se pica con los rivales y los primeros en saltar por sus propios compañeros.
Lionel Messi es todo eso y mucho más. Es un líder indiscutido no por condiciones innatas sino porque es el mejor. También es un tipo común que no se dejó marear por el éxito y el dinero. De aspecto tímido, con una sonrisa siempre aniñada y un carisma difícil de descifrar, supo ganarse primero el respeto y por último el amor incondicional de todo, pero absolutamente todo el mundo. No solo el micro mundo del fútbol: el planeta entero, de este a oeste y de sur a norte, se ha rendido a sus pies aún antes de su mágico mes en Qatar.
No hay pueblo o nación que no haya sufrido y gozado con Messi desde antes de este Mundial, pero sobre todo a lo largo de los siete partidos consagratorios que Argentina disputó en el Mundial. Rodrigo De Paul dijo después de la Copa América 2021 que en la Selección había un solo jugador confirmado y que los demás debían pelear por sus puestos en el plantel mundialista. Poco antes del inicio del certamen, sintetizó con sencillez la distribución de tareas en la Selección: “Todos tenemos que ayudar para que Messi pueda ser campeón del mundo”. Así de simple y claro.
Un viejo axioma futbolero dice: la pelota siempre al 10. Argentina lo puso en práctica en Qatar y los jugadores nos trajeron la copa después de 36 años. Serán héroes eternos como los de 1978 y 1986. Nos llenaron de orgullo y nos devolvieron la gloria. Pero, sobre todo, nunca nos vamos a olvidar que ellos hicieron posible lo que todo el planeta quería: ver a Messi levantando la Copa del Mundo.