Existe una infinidad de razones por las que este Mundial no debió haber comenzado.
Un puñado de excusas sostienen el entusiasmo antes de que llegue el 2023.
Hay una abuela diciéndole a su nieto que él va a ser el mejor jugador del mundo.
“Papá, despertate que hoy es la final”
Soy de la generación del cinco de copas y tatuámelo donde quieras.
Del privilegio de contar las historias de Messi con la celeste y blanca.
En cualquier recoveco de esta locura ¿Quién no soñó con la copa del mundo?
Hay una tabla con un salame y un queso en este horario incómodo.
Una señora cruza la ciudad todos los días en bicicleta con dos niños colgados.
Un amigo me regala la historia de su 1986:
Hay un niño llorando luego del empate alemán.
Su padre lo consuela, y pueden ver juntos como Diego lo pone a correr a Burru.
Hay una serie de rituales que se deben respetar:
Gente que no mueve nada y otros que lo dan vuelta todo.
Hay bebés que nacen en nombre de La Scaloneta.
Un arquero en la tribuna que le promete a su hermano que él será el próximo titular.
Gente viviendo fuera de su país con la nostalgia a punto de estallar.
Hay un texto entrecortado repleto de imágenes y sensaciones que no llegan a párrafo.
Una periodista que pudo decirle todo lo que sentíamos y deseábamos que Messi supiera.
Hay millones de mates preparados, renovados, agitándose en este suelo.
Un temor al sufrimiento que se ha tornado incontrolable.
El desfibrilador encendido, por las dudas.
Payasos que hicieron un minuto de silencio y otros que deben tragarse sus palabras.
Un niño que experimenta su primera copa:
que pregunta todo, pinta las banderas, anota los minutos, goles e inventa el resto.
Algo de ternura esperando a la vuelta de la esquina.
Relatores y comentaristas que redactaron su discurso y deberán controlar la emoción.
La promesa de una foto eterna esperando detrás de miles de lentes.
Gente que no quiere que le hablen.
Personas que conversan con el televisor.
El privilegio de escribir y leer con la panza llena en este tiempo desigual.
Un evento que nos saca a la calle, y nos invita al abrazo,
que nos tapa de espuma, alcohol y canciones populares,
un momento sin lugar para la estúpida grieta que volverá abrirse el próximo martes,
la invitación a soñar con una mueca de alegría futbolera.
Una vida repleta de historias que comienzan y conectan cada cuatro años.
Felicidad, amor y la ilusión incontrolable que este equipo nos regaló.
Que momento inolvidable!! Te toco escribir la GLORIA de un equipo, la gloria de un pueblo!! Gracias por tantas palabras que ya se resumen en lagrimas de emoción y alegría!!