Si Scaloni cambia, nosotros también podemos cambiar. Ella dice cosas que me aferran a la suerte de habernos elegido como pareja. Yo pretendía que todos los muebles quedarán así hasta el sábado, que nadie tocase nada. Pero ella sintetizó el valor de no depender de nadie. Que todos son importantes y es cuestión de momentos y decisión. Dos grandes virtudes de esta Selección, entre tanto toque, conjugando roce y picardía. Un primer tiempo al que sólo había que gritarle un gol. ¡Sigan así, muchachos, sigan así que están haciendo todo lo vinimos a ver!. Pase lo que pase, no te bajes de este andar de Scaloneta. Estaba al caer y cayó nomás, como el agua para aliviar la sequía.
El mundo fuera del fútbol está en erupción. Dentro del fútbol el piso es de lava. Yo sé cómo es ese mundo, el mundo dentro y fuera del Mundial. Lo vivo, respiro y lo sufro. Este Cuaderno no se escribe desde otro planeta. Se redacta con algunos privilegios y con otros méritos, se escribe con una pasión heredada, potenciada y con mucha alegría. Ya lo sé, amigo mío, yo comprendo todo lo que se puede tapar antes, durante y después de cada partido. Pero me permito un ratito de ilusión. Después seguimos. Después luchamos por todo lo que hemos hecho mal, por los errores propios y ajenos, por los humedales y el medioambiente que tanto nos necesitan, por las vidas que sufren y todas las desigualdades de cada rincón del planeta. Después del partido seguimos tragando el veneno nuestro de cada día.
A veces, cuando no sé cómo decir o cuando necesito un envión para ser o decidir, llega un libro, un audio o un video que me simplifica un párrafo de vida. Ayer, un amigo me envió un video de Fontanarrosa diciendo: “Creí que con el paso del tiempo me iba a convertir como esos ancianos orientales en una persona sabia, criteriosa. Y como hincha, que iba a tomar cierta lejanía y en cada clásico envejezco cinco años. Y sufro más lo que sufro, que disfruto de las alegrías del triunfo. ¡Soy un imbécil! Si uno no entiende que es una pasión, no se entiende nada”. Gracias por estar en cada mundial, Negro. Y no, no hay una explicación lógica.
En un móvil le preguntan a un niño subido a unos hombros: ¿qué le dirías a Messi? Messi, yo te amo, es la respuesta. Dicen algunos abuelos que los niños de hoy están perdidos. Que no saben nada, que los pasan de grado sin tener conocimientos básicos. Quizás elegir lo que te gusta sin importar el qué dirán y amar sin límites ni prejuicios sea un buen comienzo para las nuevas generaciones. Tal vez la posibilidad de emocionarse y decir frente a un montón de extraños que él puede amar algo o alguien, sea un buen comienzo.
No sé si prefiero la previa o el post partido. La previa me obliga a pensar más allá, en lo que dejamos y en cómo nos comportamos frente a nuestros hijos cuando celebramos un gol que define todo o cuando los jugadores se equivocan y puteamos a todo su árbol genealógico. El post me invita a contener al hincha termo que quiere que este Cuaderno sea un cancionero de un triunfalismo barato y con las pasiones más extremas. A mí me gusta preguntarme qué voy a escribir cuando nos toque perder. Cómo salir de la histeria ganadora y desaprender o aceptar la derrota como posibilidad, aún cuando tengas más mérito que el rival. Aún cuando el arquero de ellos sea el único a destacar. ¿Siempre estuvo el miedo a perder? ¿Siempre jugamos con eso encima?
Empieza otro Mundial. Compramos una cartulina blanca para la segunda etapa. La de los 16 clasificados. Me gusta dibujar las llaves de octavos y pegar una foto de la copa en el centro. Y colorear las banderas. Que los países se acerquen hacia el objeto dorado. Lo hacemos con mis hijos, ellos escriben y pintan, y yo me veo tirado en la mesa blanca del restaurante de mis viejos unos mundiales atrás. Los comensales y los señores que juegan a las cartas vienen a ver mi despliegue periodístico y mamá me trae unos lápices nuevos en un estuche que parece un arcoiris infinito para que yo pueda imitar cada bandera. También voy a la escuela con la cartulina enrollada y la despliego para mostrársela a mis amigos y a la seño. Respondo todas las preguntas, recitando todo lo que se vivía en casa desde la mañana a la noche.
Messi ya ganó. No necesita convertir un penal para abrir ningún partido. No es necesario que cierre otro pleito apretado. Pero es un especialista y no se permite fallar, por eso insiste en jugársela y patear y buscar y por eso Scaloni afirma que si no se lo pide, no lo saca de la cancha. Durante estos 22 partidos mundiales, hizo de aquellos minutos un deleite con y sin pelota, potenciando a sus compañeros, desafiando a sus rivales y dejando una huella histórica en el césped de cada continente. Si Messi ganó, nosotros ganamos. Levantamos la copa de disfrutarlo durante casi 20 años. De que sea nuestro, aunque como dice el brasilero Marquinhos, Messi es un Patrimonio Mundial.
En estos días estuve haciendo fotos a un grupo de obstetras. No soy fotógrafo profesional. Me gusta tomar fotos, pero no soy especialista en eso ni en nada. No tuve el valor de poner todas las fichas en un solo número o color. Por eso admiro a los especialistas, porque entiendo todo lo que dejan atrás para convertirse en los mejores del rubro. El área de maternidad está repleta de luz. El cielo fresco de una tormenta amenazante se esconde entre las nubes y el río de Rosario se ve precioso desde un noveno piso. Ciudad de jugadores inolvidables, nombres de este y otros mundiales ¿Cómo se llamarán los niños que nazcan hoy o el sábado? Habrá Julianes y Alexis, habrá Lioneles y Ángeles anotados en el registro. Un teléfono suena, un médico charla en clave y pide calma. Sonríe y saluda. Una nueva vida asoma en este suelo. El amor que nombra y acompaña. En nueve o diez años ese niño tendrá su primer mundial, será consciente de semejante evento, y su madre o padre le contarán a Enzo, la historia de su nombre convertida en gol.
Si, es así...después del partido seguimos tragando el veneno nuestro de cada día. Por ahora disfrutemos, no cualquiera tiene un Messi, un Di Maria y un Rosario cerca.