Disfrutamos un Mundial que resulta familiar, cercano y nuestro. Como los amigos de toda la vida que sostienen algo de aquella chispa adolescente entre sus preocupaciones de adultos. Al encontrarnos, no hace falta explicar por dónde va la cosa, hay un tipo de humor, una forma de abrazar, un mirarse a los ojos que genera esta sensación. La química de aquella infancia, latente y entrañable. Un Mundial que nos hace reír y llorar por las mismas cosas. Algo que nos emociona y nos recuerdo cuán vulnerables podemos ser. Un evento que nos devuelve la ilusión de aquella juventud, y la breve ilusión de que la amistad no se corte.
También están los nuevos amigos. Los que el trabajo y las actividades de la paternidad nos van acercando. Los de la escuela y de las actividades deportivas de los chicos. Con ellos hablamos de aprovechar los momentos. Estar ahí, en el instante adecuado, y resignificar. Como Enzo y Julián en el primer gol. Detectando el hueco en que los croatas se dignaron a prestarnos la pelota y el espacio, y ejecutando esa combinación del pase y desmarque, el que necesita soltar y quien desea recibir. Las puertas del gol se abren y cierran constantemente, y entonces un segundo es tarde, por eso estos pibes no pierden la chance de jugar y entran en el momento exacto al privilegio de celebrar un gol.
Hay un viejo amigo que ya no es tal. Nos peleamos hace unos años y la vida nos fue separando. Nos dejamos de seguir y ya no nos damos like en las redes. Hace unos días que pienso en él. Quisiera volver a hacerle un audio, como lo hicimos durante 20 años. Y preguntarle ¿Viste como jugó Tagliafico? Gritarle los goles por WhatsApp y meterlo en mi lista de difusión para que podamos compartir estos Cuadernos. Y es que, hubiese sido nuestro quinto Mundial juntos. ¿Qué es lo que más te gusta de este equipo finalista? Y recibir sus memes y escuchar su risa con el fondo de sus hijos o alguna puteada cuando yo demoro la respuesta. Le hubiese contado a cualquier hora sobre sobre la Independencia de este Messi. De lo lindo que se siente no precisar de él todo el tiempo. De que estos pibes generan su propia suerte y además acompañan sus genialidades. Las aprovechan, y le dan brillo a sus creaciones. Messi independiente. Libre de estacionarse y de sorprender. Para hacer trucos simples para los más chicos o para escabullirse de situaciones complejas con la habilidad del mejor ilusionista. Un viejo amigo, para emocionarnos con un viejo Messi. La vigencia de un jugador, por encima de las relaciones humanas.
En esta fiesta que no es Navidad ni Año Nuevo hay amigos que no son del fútbol, pero son amigos del Mundial. Personas que compraron el Pack Premium de la Copa del Mundo y pusieron un televisor en cada espacio de trabajo para disfrutar de 64 partidos sin pensar demasiado en el vitel thone y la garrapiñada que se nos viene. Sus conceptos y definiciones sobre lo que acontece no son propias del futbolero tradicional, por eso son bienvenidas y necesarias. No hace falta conocer tanto sobre el deporte para experimentar un Mundial. Vale cualquier manifestación de amor. Es cierto que a veces cuesta explicar sobre el fuera de juego o las ventanas de las modificaciones, pero no es nada que los hijos no hayan consultado. Con los amigos mundialistas es muy fácil hablar de confianza. Partido a partido eligen creer. Acumulan y recitan las coincidencias de otros mundiales, de aquellos donde el destino de campeón fue haciendo historia entre desgracias y aciertos. Confiamos juntos, como si fuéramos amigos cada cuatro años. Entreverados como el Kun y Lo Celso. Y aguardamos por este domingo interminable, testigos de un equipo maravilloso que interpreta y reacciona ante la adversidad. La Scaloneta nuestra, la de los siete partidos memorables.