Relato de Georgina Vaglio, 13 años en abril del 2003, residente entonces del barrio Roma.

Soy Georgina Vaglio, actualmente vivo con mi novio en la zona de Aristóbulo, lejos de donde vivía antes con mis viejos. Trabajo en una empresa en relación de dependencia y además tengo un emprendimiento de cosmética natural que de a poquito va marchando. 

En el 2003 tenía 13 años, vivía con mis padres y mis tres hermanos en el límite entre barrio Roma y Santa Rosa de Lima, en lo que es Lamadrid y Catamarca, estábamos a media cuadra de la vía. Justo ese año había comenzado el secundario en el Comercial, después de hacer la primaria en la Beleno. Además, iba al Liceo Municipal a hacer danza. Tenía a todos mis amigos por la zona del barrio porque mi escuela primaria quedaba cerca de mi casa. 

El 29 de abril del 2003 por la mañana estábamos con mi hermana más grande en la escuela, en el Comercial. Recuerdo que tenía clases de matemática y que la profesora, que vivía cerca de la cancha de Unión, nos dijo “bueno chicos, disculpen, me tengo que ir antes porque está habiendo un problema en casa”. En ese entonces nos buscaba mi papá y me acuerdo que le comenté que salimos un rato antes, le conté lo que dijo la profesora y él me dijo “Uy sí, no sabés lo que estamos haciendo nosotros”. Cuando llegamos a casa era la revolución de mi mamá y mi papá corriendo cosas, armando bolsos. Se escuchaba en la radio que se venía el agua, pero a la vez se escuchaba que en ciertas zonas o en ciertos lugares no había que preocuparse porque no iba a llegar. Estaba toda esa situación de incertidumbre en la que uno no sabía qué hacer, si irse o no irse, si guardar o no guardar. Particularmente, como nosotros no tenemos ningún familiar en la ciudad porque mi papá y mi mamá son de Córdoba, no teníamos ningún familiar como para ir a otro lugar. Entonces era decir “Y bueno, ¿qué hacemos?” y al final nos quedamos todos ahí . Es más, me acuerdo que mi mamá tenía hasta la comida en el horno. 

Ese mediodía me acuerdo de ir a la vía, porque esa zona de mi casa es más baja, entonces subíamos y desde ahí arriba mirábamos qué tan lejos estaba el agua. La vía formaba una especie de barrera que hizo que venga más despacio el agua hacia nuestra casa. Veíamos que del otro lado se estaba llenando de agua, se veía a los vecinos de ahí atrás que se estaban viniendo para esta otra zona, que se estaban yendo de sus casas. Era la incertidumbre de qué hacer, porque teníamos la vía conteniendo el paso del agua y en la radio se decía que el agua no iba a llegar. No sabíamos qué hacer, pero por las dudas empezamos a guardar cosas en bolsos e hicimos una pared. Tomamos la decisión de poner todo en la pieza de mis viejos y hacerle una parecita en la puerta, cosa que si llegaba a subir el agua se frene y esa pieza quede resguardada. Realmente, no se sabía qué iba a pasar. Y a la vez, mi papá hizo una parecita más en la puerta de entrada. Nuestra casa es un poco más alta que las otras y pensamos en hacer un pequeño tapial en ese ingreso, con ladrillos y cemento. Obvio que nunca se llegó a secar nada y que cuando empezó a subir el agua esa pared se fue al carajo. No sirvió de nada, pero en el momento era lo que uno podía hacer. En esa zona, además, cuando llovía mucho se inundaba la calle y como no teníamos cloaca empezaba a salir el agua por el baño. Entonces también pusimos bolsas de arena en los baños, para tapar, para que quede todo cerrado, por si llegaba a subir por ahí. 

Mientras tanto, mis otros hermanos iban acomodando y guardando cosas, porque tomamos la decisión de llevar algunas cosas a otro lugar. Mi mamá, que entonces era manicura, tenía una clienta que le dijo que tenía un depósito en el centro, que se lo prestaba. Así que un vecino que estaba en la misma que nosotros, a punto de inundarse, le dijo a mi papá “Mirá, yo tengo la camioneta, subimos lo que podemos y llevamos”. Cargamos cualquier cosa. Lo que veías metías, ni sabías que metías, era instantáneo “Está esto, lo metemos”. Así que mis viejos, mis dos hermanos y el vecino se fueron a llevar las cosas.

Mientras ellos se fueron, nos quedamos con mi hermana y mi mamá, las tres mujeres, tratando de levantar las cosas que quedaban en la casa, como si esa fuese una solución. En la pieza esa que cerramos, la pieza de mi mamá y de mi papá, pusimos de todo arriba de la cama, del colchón, para que las cosas queden un poquito más arriba. Era eso, poner cosas arriba de las mesas y las camas. Más que eso no se podía hacer. Mi casa tenía un solo piso y era de techo alto. 

De un momento a otro, empezó a subir el agua de nuestro lado de la vía y ya la teníamos en la vereda. En media hora más o menos subió toda el agua. Obviamente, mi mamá se empezó a desesperar, mi hermana también. Tratamos de bajar un poco los decibeles y decir “¿Qué hacemos?”.  A todo esto, ya habían cortado la luz, no había luz, era un día nublado y gris, me acuerdo que en un momento se puso todo muy oscuro, no se veía… Te digo la verdad, perdí un poco la noción del tiempo, no sé bien los horarios en que todo eso ocurrió, pero ponele que habrán sido las dos o las tres de la tarde porque volvimos de la escuela, armamos todas esas cosas y mi mamá preparaba el almuerzo. No sé si fue una o dos horas todo ese proceso. 

En eso, viene mi papá con mis hermanos que habían dejado el auto a unas tres cuadras. Cuando llegó mi papá vio que nos estábamos inundando, el agua llegaba a la parecita que se cayó debido a que teníamos la puerta principal abierta porque sino no veíamos qué pasaba afuera. El agua llegó haciendo presión y tiró ese pequeño tapial improvisado que era la única contención que teníamos. Tuvimos que cerrar la puerta para que no siga entrando tanta agua. Además de la puerta principal, nosotros teníamos una puerta de pasillo que iba para el patio y por ahí pegabas la vuelta y entrabas a la cocina. El agua ya empezaba a entrar por la cocina, había pegado toda la vuelta a la casa y ya nos empezábamos a inundar por el otro lado. Entonces mi papá nos dijo a mis hermanos y a mí “Esto ya no da para más, váyanse ustedes, mamá y yo nos quedamos a ver qué hacemos”. Y salió primero mi hermano con la llave del auto que mi papá le pidió que se lleve. Salió después mi otro hermano agarrando el perro. Y después salimos mi hermana y yo juntas. 

Para esa altura el agua ya nos llegaba un poquito más arriba de las caderas. En esa zona, la calle Lamadrid es bastante ancha, había correntada. Para poder cruzar teníamos que bajar, como nuestra casa estaba un poquito más arriba, teníamos que bajar hacia la calle y para pasar a la otra cuadra e irnos teníamos que volver a subir. Cuando cruzamos la calle que estaba llena de agua, hacía presión, era complicado, llegamos a la esquina y había tanta corriente que no podíamos subir. Nos quedamos las dos ahí, paradas, y dijimos “¿Y ahora? ¿Cómo seguimos para adelante?” porque no podíamos avanzar. Hasta que no sé de dónde salió un señor con una bicicleta, vino, nos ayudó y salimos. Nos fuimos hasta donde estaban mis hermanos con el auto, al que a esa altura le estaba entrando agua también. O sea, esas tres cuadras se inundaron en cinco minutos. Crecía bastante rápido en ese momento. 

Mi hermano mayor le había dicho a mi papá que cuando ellos salieran se encontraban en la casa de un amigo de él que vivía cerca, en el centro. Así que se fue a la casa de este amigo. Y los demás fuimos a la casa de un amigo de mi otro hermano. Mientras tanto, mis viejos se habían quedado adentro de la casa y nosotros no sabíamos qué pasaba, cómo estaban. Después, no sé bien cómo se dieron los tiempos, pero nos dividimos. Mi hermana y yo nos fuimos a la casa de una amiga de ella que también vivía en el centro. Es decir, nos fuimos corriendo de la zona que se estaba inundando. Ese día fue muy eterno. Fue como que no pasaba y de golpe se hizo la noche. Me acuerdo que no se conseguían velas, no se conseguía nada, estaba toda la ciudad oscura. Y nosotros seguíamos sin saber nada de mis viejos. Hasta que en un momento, creo que era de día todavía, apareció mi papá con el auto y nos dijo que cuando salieron de la casa el agua ya llegaba al techo. Se fueron caminando a la casa del amigo de mi hermano, lo encontraron ahí y vieron a donde estábamos cada uno, porque ellos tampoco sabían hasta entonces qué había pasado con nosotros. Esa noche nos quedamos así, todos desparramados. 

Me acuerdo que estábamos esa noche en la casa de la amiga de mi hermana y ellos ayudaban, estaban con lanchas. En un momento se armó un grupo para ayudar a la gente que había quedado dentro de las casas, cuidando y todo eso. Me acuerdo que iban con la lancha a ver, de noche, cuando estaba todo oscuro. Me acuerdo que cuando volvieron decían que hacía mucho frío, que había mucha gente en los techos, contaban que las personas no se querían ir porque tenían miedo de que les roben todas las cosas, que fueron sacando a un par y los fueron acercando a las escuelas que estaban habilitadas como centros de evacuados. 

Después de ahí, en esos días, mis hermanos se quedaron en la casa de sus amigos y yo me fui con mi mamá y mi papá a la casa de una amiga de mi mamá. Estuvimos un tiempo separados, no me acuerdo cuánto tiempo, pero estábamos cada uno en una casa distinta hasta ver qué hacíamos, qué pasaba. Porque todos los días te decían algo distinto en la radio, no se sabía qué iba a pasar, lo que finalmente pasó, no se sabía nada. 

Me acuerdo que nos acercamos a las escuelas después. Yo me acerqué a la Beleno a ayudar, estando inundada me acerqué, veíamos si podíamos ayudar en algo. Me acuerdo de la desesperación de la gente buscando a su familia. Nosotros tuvimos la suerte de que al final estábamos los seis bien, si bien estábamos desparramados sabíamos a dónde estaba cada uno. Me acuerdo de esa situación, de las personas buscando en las listas que había en las escuelas si estaba o no estaba ahí su familiar. Eso sí fue duro, fue bastante feo. 

No me acuerdo exactamente los momentos y las horas. No me acuerdo cuántos días estuvimos así, dispersos, tal vez uno o dos días o una semana, pero después mi papá consiguió una casa que le prestaron y nos fuimos a vivir todos juntos ahí. Recién volvimos a vivir de nuevo en nuestra casa  después de las vacaciones de invierno, así que estuvimos un buen tiempo en esa casa prestada, como de abril a julio o agosto. 

Durante esos días, mi papá iba a ver la casa. Un amigo de mi hermano tenía una canoa, así que con eso mi papá se iba metiendo, mientras bajaba el agua, para ver cómo estaba la situación. Fueron unos diez días con el agua dentro de la casa. Todos los días íbamos a ver qué tanto bajaba y qué tanto podíamos avanzar. Cuando bajó del todo, fuimos a limpiarla, a ver qué había, qué no. Yo me venía recuperando de una neumonía, así que mucho no me dejaban ir porque tenían miedo de que me enferme de nuevo, y mi mamá no tenía ganas de volver, no quería ver cómo había quedado la casa. Así que más que nada iba mi papá con mis otros hermanos. 

Pero me acuerdo que fui una o dos veces al menos y que había enfrente de todas las casas muebles desarmados. Todas las cosas que la gente tenía en su casa y no servían más estaban enfrente, en la calle. Los vecinos estaban esperando que pasen a retirar esos residuos. A medida que uno se iba acercando al barrio se veían más cosas tiradas. Las primeras cuadras no veías mucho. Y cuanto más te ibas acercando, cuadra a cuadra, veías de todo, muebles enteros descartados. Pilas y pilas de cosas que ya no se recuperaban. 

Me acuerdo del estado de la casa. A nosotros nos llegó agua hasta el techo, así que tuvimos toda la casa bajo el agua unos diez días. Entonces, quedó bastante deteriorada. Se iban viendo las capas de agua, la huella de cómo fue bajando, se veía todo lleno de barro, en las paredes habían quedado manchas de grasa, se ve que había un taller por ahí cerca y que cuando fue bajando el agua fue dejando la mancha de grasa. Me acuerdo del patio, teníamos un patio de tierra, donde dejamos toda la comida que se pudrió, todo lo que estaba en la heladera, todo eso lo habíamos llevado al patio de tierra como para que haga abono. La comida, eso nos daba gracia con mis hermanos, cuando entraron a la casa todavía estaba la comida en el horno. Pasamos varios días tratando de secar la casa también, porque obviamente quedó con una humedad tremenda. Mi papá armaba unos baldes grandes, tipo de gasolina, le ponía madera y prendía un poquito de fuego para que se vayan secando las paredes. Cada vez que íbamos prendíamos algo para ir secando la casa. 

Lo de la pieza de mis viejos, en donde habíamos puesto todas las cosas, fue rarísimo. Ellos tenían un placard grande que iba del techo al piso, se ve que con el agua se fue corriendo y terminó quedando abajo de todo. Arriba quedó la cama con el colchón y más arriba había quedado el freezer chiquito que habíamos puesto en la habitación. El freezer nunca llegó a mojarse. Se ve que flotó y quedó arriba de todo, eso lo salvamos, pero te juro que no sé cómo. La heladera la hicimos limpiar y pudimos volver a usarla un tiempo, después tuvimos que cambiarla. Las sillas y una mesa, que eran muebles de algarrobo, se salvaron. Eso llegó a estar bajo el agua, pero se recuperó. Algunos electrodomésticos también los fuimos arreglando. La cocina no se recuperó, igual ya era vieja y se quedó ahí. Me acuerdo que al principio íbamos con las garrafitas, con una ollita encima. Y bueno, también salvamos lo que pudimos sacar antes, unos sillones, un televisor y algo de ropa. Mis viejos no habían sacado nada de ropa y tampoco pudimos recuperar eso, porque una prenda manchaba a la otra, estaba completamente todo sucio, si fuera barro se limpiaba y ya está, pero no era el caso, directamente se perdió. 

Yo no fui mucho a la casa. Tengo más recuerdos de las cosas que iban llegando a donde estábamos hospedándonos para que las vayamos limpiando y viendo qué podíamos recuperar. Limpiar vasos, copas, platos, había que limpiar todo. Fue eso, agarrar, limpiar, tirar un montón de cosas, muebles enteros porque la madera estaba arruinada. Los secadores de pelo, las aspiradoras, los ventiladores, por ejemplo, era tratar de abrirlos y ver qué servía, qué no, cómo se podía limpiar. También recuperamos el aparato para depilar, mi mamá hacía manicura y depilación, tenía sus cosas del trabajo en casa, y perdió todo lo demás. 

Lo que más lamento haber perdido son las fotos. De eso no sacamos nada y era lo que teníamos de cuando éramos chicos. Teníamos cajas llenas de fotos. Cuando las encontramos tratamos de ir limpiándolas, pero obviamente tenían olor a podrido, olor feo. Tratamos de ir sacando algunas. Del casamiento de mis viejos recuperamos la mayoría porque estaban protegidas dentro de una bolsa, estaban más cuidadas. Pero las otras no, quisimos recuperarlas, cortarles lo que estaba feo, pero se sentía el olor feo y al final se tiró todo.  

Cumpleaños de 18 años del hermano de Georgina, Germán, en julio de 2003. Georgina es la segunda, desde la izquierda. Foto: Germán Vaglio.

Me acuerdo también de que en esos primeros momentos los familiares de mis viejos que viven en otras ciudades trataban de comunicarse con nosotros para ver cómo nos podían ayudar. Porque encima tampoco había acceso a la ciudad, no podían venir para traernos cosas porque no se podía entrar a Santa Fe. Me acuerdo que trataban de ver cómo llegar, para llevarnos algunas cosas, algunos muebles, ropa, porque no teníamos nada. La casa que nos habían prestado estaba vacía. Había puestos de donación en las escuelas y después pasaba también la gendarmería a dar colchones, frazadas, cajas de alimentos. Me acuerdo de ir y hacer cola para recibir la caja. No teníamos heladera además, así que era todo perecedero. Daban ropa también, porque no teníamos ni eso. Los parientes nos dieron también un celular, de esos viejos, bodoquitos, grises, grandotes, para poder comunicarse con nosotros. Cada tanto nos llamaban para ver cómo estábamos y ver si necesitábamos algo más. 

Durante ese periodo, más que nada escuchábamos la radio. O sea, al principio, el primer día, que estábamos en otras casas, veíamos la tele y me acuerdo que mostraban imágenes desde arriba, mostraban todas las casas inundadas, se veían apenas los techos. Las imágenes que ya quedaron, que se ven cada año en el aniversario. Y después algo de radio, por el hecho de que no teníamos otros medios, tele no teníamos, y habíamos conseguido una radio. Íbamos escuchando esto, de que en tal lugar se entregaba tal cosa, que en otro lugar se entregaba otra, que pedían gente que vaya y ayude en los lugares, que el que tenía para donar que done. Esas cosas me acuerdo. Y el diario no lo comprábamos, de los medios no me acuerdo mucho más que eso. 

La preocupación era el estar en casa, ver cómo seguir desde el lado particular, y después sí nos acercábamos a las escuelas. Incluso en la Beleno me encontré con amigos y supe que estaban bien, porque también eran todos de la zona y se habían inundado. Así que era encontrarnos y decirnos “¡Ah vos estás bien! ¡Qué bueno que te veo!” y así. Ya te digo, justo hice el cambio de escuela. Mis amigos que eran de la primaria se inundaron la mayoría. Me acuerdo de colaborar cuando todavía estaba el agua y había gente evacuada. Iba a la escuela a dar una mano. Llegaban las ollas grandes y se repartía la comida.

Después, por esa época, me acuerdo de ir al centro, porque iba al Liceo. Estaba siempre lleno de gente, había mucho más movimiento, se notaba. Eso me quedó grabado. Con esto de que daban donación en un lugar o en otro, es como que había movimientos constantes, me parece a mí. Todas las escuelas que brindaron apoyo estaban casi todas en el centro, porque si estaban cerca del oeste seguro estaban inundadas.

Cuando retomamos las clases, nosotros seguíamos sin poder regresar a nuestra casa. Empezamos con nuestras actividades y también eso nos demoró el poder volver. Yo empezaba de cero en esa escuela, porque salía de séptimo y acababa de empezar la secundaria en otra institución, entonces era toda gente nueva, pocos estudiantes se habían inundado. Creo que fueron dos o tres a los que les pasó lo mismo que a mí, que se inundaron hasta el techo, que vivían cerca de la cancha de Colón, en esa zona que también se inundó bastante. Me acuerdo una vez que hicieron una actividad fea en la escuela, en la que querían que contemos cómo lo vivimos o qué nos pasó, pero era todo muy reciente, había pasado hace poco. Me acuerdo que éramos pocos los que nos habíamos inundado y una chica, obviamente, no pudo contar nada, se puso muy mal, estaba triste. No era una actividad muy linda para hacer. Muchos contaron la experiencia de que fueron a ayudar en escuelas o en la zona, que donaban cosas, obviamente, los que tenían que contar que se habían inundado estaban mal. La mayoría de mis compañeros de la escuela y de danza lo vivieron desde otro lugar. 

Ayuda financiera recibimos, pero la verdad que no sé cuánto fue ni cuándo, porque de eso se encargó mi papá. Yo tenía 13 años, no era algo en lo que me metía, pero sé que se dió algo para recuperar algunas cosas. Me acuerdo que nosotros lo usamos para pintar la casa, para ponerla de nuevo en alto. Pero no sé cómo fue el proceso. Sé que te hacían firmar que si aceptabas no podías después demandar al Estado. Me acuerdo que ahí hubo unos conflictos. Te decían “No firmes, sí, firmá, porque de acá a que recuperás algo”. Todos decían eso, “No lo vas a recuperar nunca más, resignate y aceptalo”. Y muchos también decían “Aceptalo y después les hacés el juicio igual”. Me acuerdo que hubo todo un tema ahí, pero en mi caso particular no sé cómo se dió. 

Más adelante, cuando fue la inundación del 2007, el agua no ingresó a casa, pero la tuvimos en la vereda. Teníamos el agua ahí nomás de la puerta. No entró porque nuestra casa está alta, pero vecinos nuestros sí se inundaron otra vez. En esa calle donde vivíamos siempre que llovía entraba agua. Ya teníamos experiencias de antes. Después ya hicieron todo un arreglo que ni cuando llovía nos inundábamos, eso sí mejoró, algo bueno hicieron en estos años.  

Si lo tengo que resumir en sentimientos, la angustia es el principal, bronca también, porque podría no haber pasado. Porque nunca fueron claros en decir “prepárense”, “estén atentos”, al contrario, nos decían “no se preocupen”. Incertidumbre, bronca, angustia, por las cosas que se perdieron y por las vidas que se perdieron. 

La inundación del 2003 fue un antes y un después para mi familia en general. Mis viejos obviamente no quedaron muy bien porque eran todos sus años de trabajo perdidos en cinco minutos. Fue todo un tema el remontar esa situación. Yo justo estaba arrancando la adolescencia, entonces para mí es como que la inundación fue un momento vivido, una experiencia, algo que se vivió y que uno después trató de superar. Mi experiencia fue la de que entró el agua y se llevó cosas materiales, para decirlo de alguna forma, después estábamos los seis vivos. Pero bueno, para mis viejos fue distinto, cada tanto caían. Entiendo que ellos lo ven más como que perdieron su vida, el esfuerzo de todos esos años perdidos en un instante. Seguramente no debe haber sido fácil. Si yo me pongo a pensar ahora que tengo 31 años en todo lo que logré conseguir de a poquito con mi laburo, si vienen y me sacan todo en cinco minutos es como que me daría bronca y me pondría mal. En cambio en ese momento, al rondar los 13 años, lo veía desde otra perspectiva. Pero para ellos era volver a empezar. Fue ese choque, no es solamente el agua que entró. Fue una situación que se vivió por muchos años. Entonces fue recuperarlos a mis viejos en verdad. 

Es decir, si bien la inundación fue un día puntual y los días que el agua estuvo adentro de las casas, eso quedó marcado por varias personas por muchos años. Hay gente que sigue marcada por eso, personas que todavía hoy en día no se pueden recuperar. Depende por ahí de en qué edad o en qué momento de tu vida lo agarraste. 

Mi papá era docente del Industrial y volvió a dar clases. En cambio, mi mamá que trabajaba de manicura y depilación en casa, había perdido todo. Después iba a trabajar a la peluquería de la amiga donde paramos, empezó a ir cada tanto y después no fue más. Como que ella no estaba tampoco en condiciones. Así que después de eso estuvo como queriendo retomar un tiempo y después dejó, ya no retomó.   

En mi familia se habló un tiempo sobre la inundación, pero ya no. Como mis viejos lo recuerdan con mucha angustia, entonces se complica charlarlo. Para que no se decaigan ya ni lo mencionamos, por más de que ahora están bien, están mejor, pudieron recuperar muchas cosas, es como que fue un momento bastante duro para ellos. Cada vez que tocamos el tema surge la angustia. Hasta el día de hoy se nota que se ponen mal. 

Con mis hermanos lo hablamos sobre todo en relación a cómo afectó a nuestros viejos, pero después acerca de la inundación en sí no conversamos, hablamos más bien de lo que pudimos agarrar o no. Si alguna vez salta nos hacemos jodas, por ejemplo, porque mi hermano más grande lo primero que buscó fueron sus ahorros, la verdad es que fue práctico porque a nadie se le ocurrió agarrar plata, pero también es gracioso. Y a mi otro hermano lo primero que se le ocurrió fue el perro. Si bien obviamente al perro no lo íbamos a dejar fue un minuto en que sin pensar agarró el perro y salió corriendo. Es la típica pregunta en que te dicen “tenés cinco minutos para irte de tu casa, ¿qué agarrás?”. Y fue eso, digamos, lo viviste en ese momento, lo que agarraste o no.     

Entrevistas y edición: Larisa Cumin y Emilia Spahn.

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