¿Cuándo aprendimos a gritar un gol? ¿Cómo aparece esa capacidad de la voz humana de salir de adentro con la respiración, tomar cadencia de rulo que empieza y termina, empieza y termina y mete al cuerpo a vibrar en su eje?
Leo “La ternura” de Leandro Rojas en este mismo diario. Habla de vorágine y banquete futbolero para nombrar estos días de tiempos superpuestos en los que no alcanza a distinguir si algunos hechos “pasaron en este o en otros mundiales”. Recurre a enumerar lo que brilla alrededor de esos hechos, lo que los hace perdurar, lo parece que está afuera de todo análisis deportivo y hace una enumeración que bien podría ser el cuerpo de un poema.
Retrocedo a mil en el tiempo con uno de los versos de Rojas. Dice “me da ternura la mano estirada de Diego, invitando a la enfermera a caminar para los ojos del mundo”. Colocada en el presente y en ese instante con esa imagen, busco el video en internet y repaso lo que el cuerpo temporal del periodista ya nombró. Es cierto: es Diego el que da su mano abierta y lleva a Sue Ellen, es él quien la lleva. Emociona.
En este mundial tuve esta revelación: vi por primera vez a mi hijo gritar un gol con la boca abierta y el aire expandido de la letra O. Viéndolo, maravillada, pensé si ese uso de la voz humana tiene inicio en algún sitio. ¿Cuándo aprendimos a gritar un gol? ¿Cómo aparece esa capacidad de la voz humana de salir de adentro con la respiración, tomar cadencia de rulo que empieza y termina, empieza y termina y mete al cuerpo a vibrar en su eje?
Para mí el fútbol conserva, como en el teatro, la cuestión del agón dramático, el enfrentamiento entre dos con un tercer elemento que impone variante, resume, ordena, ritualiza colectivamente: el público. El periodista o el relator es quien el cantante solista. Qué hermoso es escuchar esa poética que va diciendo lo que pasa con estilo, fonética y ritmos propios (¿sin barrilete cósmico existiría el novísimo castellano rioplatense?).
Por qué sufrimos tanto los argentinos el fútbol es la pregunta que más oí en este mundial post internet. Ese cuestionamiento casi culposo no lo tengo en mi oído temporal de mundiales anteriores o lo he olvidado, pero pienso: todavía significaba entregarse a una ficción con comodidad. Como ficción, hoy, en este mundo, hay otras que nos impiden esa entrega.
El enfrentamiento es tomar partido. Sin ese deseo no hay agón. Gritamos porque le cantamos a ese deseo de enfrentamiento. Enmudecemos y lloramos si perdemos. Gritamos cuando el equipo hace gol. La voz humana es esa vibración que comunica que vamos ganando el agón. Nos reconocemos catárticamente en el otro. Es un espectáculo. Es ficción. Somos el coro, el pueblo, los espectadores. Y tenemos peso dramático en este asunto agónico, en la contienda. Gritamos porque somos partícipes con otros. Es mentira que la ficción es mentira.