El recambio generacional del mediocampo de la Selección fue clave para llevar a Argentina de vuelta a la cima a fuerza de juego y mística.

Con 28 años, en el punto de maduración justo de su carrera, Rodrigo De Paul jugó un Mundial consagratorio. Se adaptó sin dificultades a los cambios tácticos del entrenador Lionel Scaloni. Jugó de interno, de volante lateral y de doble 5. Aún con algunas molestias físicas desde el mismo inicio del torneo, dejó todo en la cancha. Le tocaron siempre las tareas más ingratas: debió batallar contra Mbappé en la final, contra Luka Modric en semis y contra el difícil e indescifrable mediocampo de Países Bajos en cuartos.

A medida que avanzaba el Mundial, el rendimiento de De Paul fue creciendo y eso empujó al equipo en su conjunto. Cada vez que debió dejar la cancha, extenuado, la Argentina lo sintió. Demostró que es un jugador irreemplazable para La Scaloneta: la rueda de auxilio del mediocampo y uno de los socios habituales de Messi.

Las estadísticas hablan por sí solas: en los siete partidos de Qatar 2022, De Paul estuvo en el top 3 de los jugadores con más faltas recibidas, pases precisos, duelos ganados y recuperaciones. Y no solo eso: según el sitio de estadísticas Sofascore Latin America, completadas las semifinales (62 de 64 partidos), el volante del Atlético de Madrid era el jugador con más recuperaciones (54) entre los 675 que disputaron el certamen. Un león.

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