A pesar de la invasión golpista del domingo pasado, el 2022 quedará signado por la histórica victoria de Lula Da Silva sobre el fascista Bolsonaro.
El principal líder sudamericano del siglo XXI, Lula Da Silva, soportó 580 días de cárcel injusta y se puso una batalla decisiva contra el fascismo al hombro. El triunfo parecía cantado, el resultado final mostró que el margen es muy estrecho. El domingo 30 de octubre, Lula obtuvo el 50,9% de los votos contra el 49,1% de los brasileños que votaron por Jair Bolsonaro, un presidente que llevó la pobreza de Brasil a su máximo de 62 millones de personas, tuvo un saldo de cerca de 690 mil muertes en la pandemia, la mayor tasa de muertos por habitante entre los países más poblados del mundo, y desforestó la Amazonía como ninguno.
Aun así, lo votaron más de 58 millones de personas. El bolsonarismo trasciende a Bolsonaro y está presente en todo el Cono Sur. Enojados por el resultado, durante meses los bolsonaristas cortaron rutas, apoyados por las fuerzas de seguridad, reclamando por un imposible fraude.
De la primera vuelta, queda como saldo un Congreso dividido. Los negros son el 56% de la población, ocuparon el 47% de las candidaturas, pero tendrán apenas 135 escaños, el 26% de los diputados. Asimismo, sólo el 18% de la Cámara son mujeres. La representación indígena llega apenas a dos personas: Sônia Guajajara por San Pablo y Célia Xakriabá, por Minas Gerais.
La gobernabilidad futura es la clave. Lula llevó de vice a un neoliberal duro, Gerardo Alckmin, para ampliar su base electoral. Y, a su vez, está asentado en dos potentes movimientos de base, como el MST rural y el MTST urbano, de donde viene una rutilante y joven figura política de izquierda: Guilherme Boulos, diputado por San Pablo que venció al hijo de Bolsonaro. Boulos repite, una y otra vez: esta vez al gobierno del PT hay que defenderlo y conducirlo con la movilización popular, con la política en las calles.
En el momento de la victoria, Lula dijo “Es la victoria de un inmenso movimiento democrático que se formó, por encima de los partidos políticos, de los intereses personales y de las ideologías, para que triunfara la democracia”. Eso era lo que estaba y está en juego en las elecciones donde el fascismo va a las urnas, porque la democracia es votar y es mucho más que eso.