Según los últimos datos del Indec, en todo 2022 los salarios privados registrados perdieron casi 0,6% del su poder adquisitivo y los públicos ganaron 2,3%, mientras que los no registrados se desplomaron un 15%. Una hipótesis sobre el consumo y la inflación que vuela.
Según el Indec, la inflación clavó un 94,8% en 2022, mientras que los salarios privados subieron un 93,6%, los públicos un 99,3% y los no registrados un 65,3%. Así, en el año pasado, el salario privado perdió 0,59% de su poder adquisitivo, el público ganó 2,32% y el no registrado se hundió, con una merma del poder de compra del 15,2%.
En particular, diciembre fue uno de los mejores meses para los salarios públicos y uno de los peores para los no registrados. La inflación marcó 5,1%, en comparación con una suba de 4,5% en los salarios privados, 9,2% en los públicos y un paupérrimo 0,5% en los no registrados.
Todo lo que se perdió
Desde que llegó Macri al poder, los trabajadores privados registrados llevan perdido el 19,3% de su poder adquisitivo y los públicos el 22,7%. Durante la gestión de Alberto Fernández el poder adquisitivo no cayó con la misma brutalidad que durante la gestión de Mauricio Macri, pero siguió en su camino descendente. Es fácticamente imposible recuperar el daño que se inició con la llegada del macrismo.
Que el porcentaje no confunda. Una caída del 25% del poder adquisitivo de un salario registrado equivale a no cobrar el aguinaldo y perder dos sueldos y un poco más en el año. Es muchísimo.
La caída no es pareja. Durante el macrismo el poder adquisitivo se recuperó notablemente en las proximidades de la elección de 2017, que el oficialismo ganó, aunque nunca llegó a los niveles de 2015 (su "mayor" logro fue que los salarios privados quedaran 2,7% abajo de 2015). La mayor pérdida del poder adquisitivo se produce entre 2017 y 2019. La caída es abrupta.
La gestión de Macri terminó con una caída del 20,8% del poder adquisitivo de los privados registrados y de 23,6% de los públicos.
La comparación con 2019
Actualmente, la mayor pérdida de poder adquisitivo durante la gestión de Fernández se observa en quienes tienen salarios no registrados, que acusaron el impacto de la segunda ola del coronavirus. Los no registrados perdieron el 17,2% de su poder adquisitivo desde 2019. Los públicos registran una imperceptible recuperación de casi el 0,3% y los privados llevan una imperceptible pérdida de 0,3% desde diciembre de 2019.
El empate respecto de 2019 no es un dato menor para comprender cómo se da este proceso de inflación desatada y relativo sostén del consumo. El trabajo en general y el trabajo registrado, privado y público, están en un proceso de recuperación y expansión a un ritmo que no se veía en la última década. Más rápido: el poder adquisitivo está estancado (o muy para atrás, en el caso de los no registrados), pero hay mucha más gente trabajando y con salario en comparación con 2019.
No es poca diferencia, pero no le alcanza políticamente al gobierno. La inflación se palpa públicamente y se conversa todo el tiempo, obtener o perder un trabajo siempre se vive en una dimensión personal y privada, a lo sumo familiar. El gobierno llegó al poder prometiendo mayor consumo, al menos debería terminar con un evidente porcentaje positivo de crecimiento del salario real.