Este domingo falleció Ana María Salgado, docente e histórica militante social, barrial y de los derechos humanos en Santa Fe. Durante la indundación de 2003, como directora de la Escuela Zazpe, resistió en el techo del edificio alojando allí a alumnos y vecinos. Tenía 72 años.
Este domingo 12 de marzo falleció en la ciudad de Santa Fe la reconocida docente y militante barrial Ana María Salgado, una de las fundadoras del Foro Contra la Impunidad y por la Justicia de Santa Fe.
Su nombre quedó grabado para siempre en la historia reciente de la ciudad por su accionar durante la inundación de 2003. En ese momento Salgado era la directora de la escuela Monseñor Zazpe, en el barrio Santa Rosa de Lima.
Allí, cuando las aguas del Salado comenzaron a devorarlo todo, alojó a alumnos y vecinos en el techo de la escuela, a la espera de una ayuda que llegó, como en tantos otros casos, por parte de otros vecinos y no del Estado. Ana María nunca dejó de pedir justicia por el crimen hidríco y cada 29 de abril marchaba en pos de ese objetivo.
Como docente, siempre estuvo al frente de las luchas por mejores condiciones de enseñanza y sobre todo de vida para sus estudiantes. "Hay que empezar a decir que la inseguridad tiene que ver con las condiciones de vida de nuestros chicos. Con no tener iluminación en la calle ni asfalto, y las cloacas llenas de agua podrida. Están inmersos en un mundo donde la violencia se verifica en todos lados", le decía a Pausa hace 10 años, a propósito de una serie de hechos de violencia en establecimientos educativos.
Luego de la inundación, Salgado, junto a la comunidad de la Monseñor Zaspe, pusieron en funcionamiento un proyecto institucional de jornada completa, cuyo hilo conductor era el arte. "De lunes a sábado de 7 a 20 los chicos desarrollaban sus talleres, sus aprendizajes, sus enojos, y las situaciones de agresión que había en la calle o entre las familias no se reproducían dentro de la escuela. Basta de lugares ‘de contención’. Los chicos no son un rebaño a cercar. Deben sentirse partícipes y propositores". Hay que recuperar el valor de la palabra. Hablar mucho con ellos, conversar, aún en el momento de mayor disgusto. Hay que tener la capacidad de hacer un parate y ver qué nos está pasando".
Esa visión de su trabajo, de su rol como educadora, quedó también explícito en una anécdota que nos contó en aquella entrevista: "Una vez viene un chico y saca una faca de su manga. Tenía 40 centímetros, fácilmente. Me dice: ‘se la quiero dejar a usted para evitar tener que usarla’. ‘Tener que usarla’ era en su propia casa, porque sufría serios abusos. Todavía la tengo. Es el mejor premio que me pudieron otorgar por mis años de docencia".