En esta nota de opinión, el concejal Federico Fulini enumera las características que vuelven a los clubes de barrio indispensables para la vida en comunidad y presenta el programa "Salimos jugando" para que su crecimiento sea una política de Estado.
Por Federico Fulini
“Los clubes no van a desaparecer, porque está en el ADN de la población el club de barrio. Lo llevan los padres y se lo transmiten a sus hijos y así sucesivamente. Van a contar con la colaboración del pueblo. Creo que nuestros gobernantes no deben permitir que cierre ninguna puerta de un club porque le están dando una mano educativa extraordinaria”, Rubén Magnano, entrenador de la generación dorada del básquet argentino.
Desparramados en cada barrio del país se encuentran los tesoros del Ser Nacional argentino. Aparecieron a fines del siglo XIX y principios del XX y expresan la necesidad de la comunidad de organizarse por un fin en común. No son empresas ni dependencias estatales, mucho menos trincheras político-partidarias. En ellos reside un poderoso mensaje de unión y camaradería, donde el liberalismo y el individualismo agobiante de esta era encuentran una resistencia inconsciente, inocente, lúdica; son los clubes de barrio.
El eje de su actividad es el deporte. Como no podía ser de otra manera, siendo el club una expresión del ser nacional argentino, la práctica del deporte en equipo se destaca frente a otras disciplinas individuales. Los pináculos de estas células comunitarias son los gloriosos equipos argentinos, recordados y amados por todo el país, que generaron una identificación popular difícil de explicar, vinculadas al sentimiento y a la pasión. Hablamos de la
generación dorada de básquet (2004), los campeones mundiales de fútbol (1978, 1986, 2022), y de las Leonas de hockey (2002, 2010), por solo poner algunos ejemplos.
Este ecosistema comunitario tiene asociados valores como la solidaridad, el respeto, la lealtad y la humildad. Una forma muy nítida de su expresión se observa en la dedicación y el amor de los dirigentes y en el enorme sacrificio que ofrecen de manera voluntaria, cosa revolucionaria en los tiempos que transcurren. Verdaderos héroes y heroínas que viven ocupándose de que la organización que conducen pueda funcionar, que tenga los recursos que se necesitan, que se paguen las cuentas, que esté al día con las exigencias administrativas, que sea un lugar seguro. No tengo dudas de que lo que los motiva es devolver solo un poco de lo que el club hizo por ellos. Quien fue un niño feliz en su club sabe de lo que hablo.
La práctica del deporte en equipo reúne tantas cosas en sí mismo que sería difícil expresarlo de manera resumida y coherente. En pocas palabras, aprender jugando es sin dudas una propiedad maravillosa del ser humano. No solo se incorporan las técnicas, los conceptos y las reglas de los deportes, sino que en el transcurrir del proceso de formación se expresan valores fundamentales para el crecimiento y el desarrollo personal. La solidaridad, el compromiso, la disciplina, el respeto a la autoridad, el arraigo, el sentido de pertenencia, el sacrificio, el compañerismo, el trabajo y el método como vehículos para alcanzar objetivos. Con la camiseta puesta somos todos iguales, no hay diferencias sociales de ningún tipo, y aprendemos a valorar que los procesos son mucho más importantes y enriquecedores que los éxitos.
Esta y tantas cosas más operan en el inconsciente para producir la magia del deporte colectivo. Una mística propia que busca garantizarse en cada nuevo integrante de la institución. Y allí aparece también el sentido de la trascendencia, la transmisión de generación en generación, la memoria. Porque como dijo alguien alguna vez: “la patria es la infancia”.
Por todo lo expresado previamente es que no se puede entender cómo no aparece en los planes de gobierno un apoyo serio, un verdadero programa para colaborar con esta expresión nacional. Los dirigentes políticos que comprendan verdaderamente el sentido del ser de su pueblo deben cuidar a los clubes. Si no es desde el corazón, al menos que sea por la formación de las subjetividades en los niños y las niñas. ¡Cuánto ayudaría a esta sociedad, cansada de tanta inseguridad, un plan que garantice a los niños, niñas y adolescentes la estadía en los clubes! Que brinde todos los recursos necesarios, que mejore la infraestructura, que de la posibilidad a los dirigentes de formarse para la tarea. No se trata de “armar un programita” para después chocar con la realidad de que pocas instituciones ingresan al mismo por problemas administrativos. No, se trata de mucho más que eso.
Por todo ello, por haber tenido la gracia de haber pasado por un club, por tratar de comprender la expresión genuina de nuestro pueblo, por apoyar a esos dirigentes cansados de tanta lucha diaria y por todos los pibes de las barriadas populares que quieren y necesitan de los clubes, es que propusimos el plan “Salimos Jugando”. Este programa viene a saldar la deuda histórica de la política hacia los clubes.
Se trata, en primer lugar, de hacer un diagnóstico de cada institución. Queremos saber en qué condiciones están, cuáles son las actividades que se hacen, cuantos chicos albergan, en qué situación económica y administrativa se encuentran. Para trazar así, club por club, un plan de desarrollo integral. Por otro lado, se busca que el Estado municipal realice una gran inversión. Por cada chico que participe en los clubes se transferirán recursos a las instituciones para sostener gastos corrientes, material deportivo, sueldo de profesores y, en acuerdo con las autoridades, las obras de infraestructura a realizar. El área educativa de la municipalidad realizará propuestas de aprendizajes como educación ambiental y nutricional, funcionando así como una suerte de doble escolaridad.
Paralelamente, se dictarán cursos de formación para dirigentes de clubes y vecinales con infraestructura deportiva para apuntalar su acción solidaria con los conocimientos necesarios para el desarrollo de las actividades de gestión de las instituciones. Queremos darles todas las herramientas necesarias para que puedan llevar a cabo su tarea con la mayor dignidad posible, apuntando a mejorar y crecer día a día.
Los clubes están allí, resistiendo el paso del tiempo con heroísmo, esperando que los dirigentes políticos propongan un plan serio y posible que termine con la promesa vacía de contenido o la enunciación de manual “hay que ayudar a los clubes”. Ayudar verdaderamente a las instituciones no es llevar un cheque o subsidio en épocas de elecciones: es planificar y sentir de verdad el amor hacia las instituciones deportivas, devolver algo de todo lo que nos dieron.
Queremos que esto sea una política de Estado y que la compartan todos los partidos políticos. Convencer, desde la derecha a la izquierda del campo ideológico, de lo necesario que es tener un plan a largo plazo que no sea interrumpido por las vicisitudes de las elecciones. No se debe deformar la naturaleza del club. Este no es una unidad básica ni un comité. Debemos evitar la tentación de “copar” instituciones: son de la comunidad toda. Sin importar la ideología de sus integrantes, el club siempre tendrá las puertas abiertas
Quiero que todos los chicos de Santa Fe tengan la suerte que tuve yo y tantas otras miles de personas de participar en un club, y que si alguna vez los tienta el camino incorrecto de la vida puedan repensar su actitud y acercarse a un club. Porque allí siempre habrá un compañero dispuesto a ayudar, siempre habrá un grupo humano dispuesto a integrarlos y a darle a su existencia una porción más de sentido.