El psicólogo Osvaldo Chiarlo, que trabaja con Brian Fernández, alerta sobre los peligros de la cultura consumista. El fútbol, las adicciones, una dirigencia que abandona y los nudos de un pibe de Pompeya.
Escribo Brian Fernández en el buscador, aparece Wikipedia con los datos de su trayectoria, desde su debut futbolístico en Defensa y Justicia en 2012 hasta la actualidad en Colón, levemente menciona su enfermedad, pero hace foco en el futbolista.
Luego la información del buscador me tira noticias vinculadas a otro rubro, que nada tienen que ver con el fútbol, como por ejemplo: “La Policía confirmó que encontraron a Brian Fernández en el domicilio de un familiar” (Infobae), o el deportivo Olé: “La larga historia de Brian Fernández con las adicciones”.
La gran mayoría de los medios de comunicación van a ese lugar del futbolista santafesino, al Brian de las noticias policiales, al futbolista de las drogas.
La historia del pibe que tuvo muchos problemas en su crianza en el populoso barrio Yapeyú puede ser la de muchos deportistas que la pasaron mal de chicos y un día la “pegaron” con el fútbol. Brian no tiene que ir muy lejos para encontrar esas historias, tiene a sus hermanos que se consolidaron en el fútbol de Primera División.
El problema para Brian es que la había “pegado” con el fútbol, pero no se despegó de la enfermedad de las adicciones.
Un tratamiento con historia
Osvaldo Chiarlo es licenciado en Psicología y director terapéutico de la asociación civil Abra. Chiarlo es el profesional que se puso a la cabeza de un tratamiento complejo e interesante, ya que Brian Fernández, en su rol de futbolista profesional, pone en vidriera una problemática que atraviesa todas las capas sociales.
“Yo no soy del campo del fútbol”, es lo primero que destaca Chiarlo en diálogo con Pausa, aunque aclara que “la problemática del consumo es absolutamente transversal en la sociedad”. Dicho eso, cuenta que “no lo conocía” a Brian Fernández, que el contacto se dio a través de unos amigos que le contaron de la situación que atravesaba el jugador. “Tuvo un médico psiquiatra y un médico deportólogo apenas llegó a Colón, en Villa Libertador San Martín (Entre Ríos), estuvo trabajando una semana y la situación se complicó; a partir de ahí me convocaron”.
El profesional de la salud mental dice que la relación comenzó hace tres años, en 2020: “Recuerdo que el primer ciclo del tratamiento lo diseñé en el Hotel de Colón, porque entendí que necesitaba un tratamiento residencial, pero con un seguimiento personalizado, tenía que asegurar que todo el contexto (que es un gran factor de riesgo para Brian) esté cortado, pero también entendí que no podía perder la identidad de jugador de fútbol. En ese lugar también se le podía integrar, dentro del tratamiento terapéutico, la parte deportiva, ya que él llegó a entrenar tres veces por día”.
En esos recuerdos cuenta que estuvo internado con Brian casi 70 días: “Yo estaba cinco días seguidos con él, después había guardias con un profesor de educación física y un psicólogo, para poder tomarme un breve descanso y retomar el trabajo a su lado”.
El contexto de marzo de 2020 era el inicio del Covid-19. “Cuando llega la pandemia, venía con un buen ritmo de trabajo. En ese momento volvió Eduardo Domínguez a Colón y en poco tiempo construyeron un vínculo, e incluso cuando Brian tuvo episodios de recaídas, Eduardo siempre estuvo para acompañarlo”, subraya.
—¿Fue importante el rol de Domínguez?
—Sí, Eduardo fue muy importante. Hace poco, cuando le preguntaron por Brian, el actual DT de Colón (Néstor Gorosito) dijo que “es técnico, no psicólogo”. Claramente no es psicólogo, pero es una persona que conduce grupos, que entiende la importancia de la entidad de grupo, pero también es muy importante la individualidad que va entretejiendo esa entidad grupal. El camino más fácil, propio del siglo XX, es sacar la manzana podrida. Indudablemente con otro técnico las cosas fueron distintas, no hubo castigos ante una recaída. Eduardo Domínguez fue un actor fundamental entre los actores que estábamos trabajando. Se trataba de una tarea interinstitucional, entre un equipo sanitario y otro deportivo. Y también creo que Brian le dejó mucho de enseñanza a Eduardo.
—¿Por qué Brian Fernández tuvo que acudir a vos?
—Porque lo que habían intentado hacer en Santa Fe y en la región no funcionó, no pudieron encontrar la receta, que no existe: es artesanal y muy personalizada. Creo que por eso acudieron a mí. Dentro de lo que es la metodología contemporánea de cómo se aborda la problemática del consumo y la dependencia, cuando vos iniciás el vínculo terapéutico con una persona que por múltiples factores la enfermedad sigue instalada y avanza, eso significa que el equipo terapéutico tiene que acompañar, y no que pase lo que generalmente pasa, que además del consumo, también consumen tratamientos, consumen psicólogos, entonces van cambiando de instituciones, y eso no es gratis.
Pronóstico reservado
Cuando la charla viró hacia la actualidad de Brian, Chiarlo aseguró que “el pronóstico es reservado, esto no significa que la enfermedad lo va a llevar a un colapso, como tampoco puedo decir que evoluciona de forma favorable. La enfermedad no solo captó la neurobiología, la psiquis, la familia de Brian, sino también la falta que en este presente existe de otros actores, como por ejemplo la institución deportiva (Colón) que lo contrató, otros equipos terapéuticos e instituciones que pasaron por la vida de él, ya que lo trataron en Chile, en Buenos Aires, en México”.
“Todas esas instituciones –continuó– deberían hacer un trabajo interinstitucional para poder diseñar estrategias en algo que hasta la actualidad no tiene cura, ya que no hay una receta. Brian nos está diciendo a nosotros cuáles son las intervenciones diferentes que deberíamos hacer para, al menos, frenar el avance de la enfermedad, como ya se logró en otra instancia. Por todo esto me permito decir que hoy, a principios de abril, el pronóstico es reservado”.
—¿Cómo trata Colón a Brian Fernández?
—Tengo dos experiencias con el club, la primera tiene que ver con el primer vínculo, cuando se realizaban las intervenciones en red, había directivos, cuerpo técnico, parte del equipo que me acompañaba y familiares de Brian, era una mesa de ocho o nueve personas. Lo primero que le dije era que deberían haber prevenido lo que ya sabían, al tratar a un jugador con una lesión de salud mental tendrían que haber evitado la exposición que tuvo y haber construido un equipo para establecer una contención desde el día de su arribo. A partir de ese momento, en el que hablamos por primera vez, hubo acompañamiento y predisposición para trabajar intrainstitucionalmente, pero en este nuevo capítulo nunca se tomó lo que les dije que debían hacer. Nunca tuve un mensaje, y eso que es la misma directiva que lo contrató por primera vez. Entiendo que la desesperación, el cansancio, la desesperanza es parte de la problemática, pero la parte que no entiendo es que ellos son dirigentes de uno de los dos clubes más importantes de Santa Fe. Acá es donde veo que la institución está en sintonía con la sociedad y con la macrocultura argentina.
—¿Cómo sería eso?
—No hay interés, no hay predisposición para poder invertir a largo plazo para poder trabajar con las inferiores y con los futbolistas de elite sobre lo que es el manejo del estrés y sobre la cultura consumista. Hoy estamos hablando de Brian, pero al haber estado en estos años en el mundo del fútbol, más del 50% tienen consumo. Yo los llamo consumos caretas: nicotina, alcohol, psicofármacos. Hay futbolistas de elite que tienen que tomarse un Clonazepan antes de un partido, cuando se supone que a ese nivel deberían manejar el estrés para poder descansar bien y además estamos hablando de un psicofármaco que te hace dormir, no descansar. Brian nos viene a decir qué hace la cultura deportiva, en este aspecto, está en el mismo lugar del Estado, que está muy desactualizado. A esto no se lo está tomando con la seriedad que se debería, si siguen así dentro de 10 a 15 años la situación será mucho más complicada.
—¿Esto es una cara de lo que usted llama “sociedad careta”?
—Sí. Por suerte llegaron las nuevas generaciones que vienen a invitarnos a la desconstrucción, pero estamos llenos de estereotipos, como los que señalan con el dedo que hay una persona que fuma marihuana, pero esa misma persona que acusa, después llega a su casa y no se toma el medio miligramo o el miligramo de clonazepan que le recetó el psiquiatra, se toma tres o cuatro porque no pueden parar los ataques de ansiedad. Pero el falopero es el que fuma marihuana, no esa persona. Y de estos ejemplos hay un montón.
—¿Esta sociedad consumista es parte importante de muchos de los problemas actuales?
—Es uno de los pilares. Desde hace un tiempo existen otros gérmenes macro que están instalados, como el de la corrupción, que ya es parte de la estructura. La cultura consumista fue muy bien pensada poniendo el foco en lo mercantil, la fusión entre el neuromarketing y la revolución tecnológica y la caída de una sociedad menos reflexiva nos ha llevado a ser unos conejillos de indias. Por ejemplo, que un jugador te venda una marca de mucho consumo, para una persona que es compradora compulsiva es sinónimo de dealer. Pero en esta sociedad todavía no tenemos la capacidad de dar ese tipo de debates.
—Todos tenemos nudos, ¿se puede saber cuál es el de Brian?
—La problemática del consumo es la punta del iceberg. Uno lo que ve es el consumo y el objeto de ese consumismo es la droga, que es lo que se ve. El tema es lo que no se ve, es lo que uno tiene que bucear. Brian tiene dos o tres nudos muy significativos, si bien es consciente de eso, todavía no puede tener la fortaleza de darles luz. Darle luz a través de la palabra, el mantenimiento y el seguimiento de hablar sobre eso. Hay nudos instalados en su infancia y otros que se fueron construyendo en su adolescencia y en su juventud, ya como jugador.