El Ministerio de Educación de Santa Fe destina $125 para el almuerzo de cada niño y $52 para la copa de leche. En la última década, al ritmo de la inflación, nada ha cambiado. En las escuelas hacen malabares.
Actualmente, las partidas para copa de leche en la provincia de Santa Fe son de $52,29 y las de los comedores escolares de $125,55. Es decir: por esos montos, las escuelas deben darle un desayuno o merienda y un almuerzo, respectivamente, a cada chico que lo requiera. Y no cualquier desayuno, merienda o almuerzo. El Ministerio de Educación es muy específico con los alimentos que deben recibir los alumnos.
En el “Instructivo para la elaboración y comprensión de menús”, la cartera educativa enumera las “pautas de carácter obligatorio” a cumplimentar en los establecimientos que dan de comer a los niños y adolescentes. Impone 10 menús de verano y 10 de invierno para los comedores escolares y cuatro menús para la copa de leche. Y, entre otras cosas, ordena: “De los 10 menús descriptos, se deberán utilizar los primeros cinco para una semana y los cinco restantes para la semana posterior; no se deberá intercalar menús de una semana y de otra”. Tampoco está permitido “suministrar en dos días consecutivos preparaciones con salsa” ni “repetir dos días consecutivos preparaciones iguales”, ni siquiera dar la misma fruta.
En cuanto a los productos, el dulce puede ser de batata o membrillo, pero “utilizados siempre de forma alternada”; y “en los menús que se detalle hamburguesas de carne, milanesas de carne, pastel de carne, pan de carne, albóndigas de carne, salpicón o guisos se utilizará para su preparación carne vacuna, excepto que en el menú se indique otro tipo de carne como pollo”.
Por su parte, “en las preparaciones que requieran queso para ser gratinado se sugiere utilizar las variedades de queso cremoso o cuartirolo y para las preparaciones que requieran queso rallado se utilizará las variedades de queso reggianito o sardo para rallar”. Sí: todo eso por $125,55 y $52,29.
Muchas pautas, pocos recursos
Desde la Federación de Asociaciones Cooperadoras Escolares del Departamento La Capital (FACELC) elaboraron un informe en el que se detallan los menús del Ministerio y su valor real, es decir: el valor que consiguen los directivos y ecónomos de las escuelas buscando y rebuscando precios, rogándoles a los proveedores y haciendo malabares con las porciones, que también están establecidas de manera milimétrica: 22 gramos de leche en polvo, 15 gramos de queso en barra, 280 gramos de pollo, 75 gramos de pulpa molida. Y así...
Estos son algunos ejemplos de los menús que pide la cartera educativa para la copa de leche y lo que valen según lo relevado por FACELC a febrero de 2023:
= Mate cocido con leche entera, pan con dulce de batata o membrillo: $69,98.
= Leche entera con chocolate, pan y queso: $87,59.
= Mate cocido con leche entera, factura o torta negra: $79,30.
= Mate cocido con leche entera u alfajor: $99,30.
La diferencia con el monto recibido ($52,29) oscila entre los $17,69 y los $47,01. En promedio, $31,75: un desfasaje del 60,7%.
En cuanto a los menús de comedor escolar, la brecha es aún mayor:
= Pollo al horno, fideos al tomate, pan, fruta: $280,80.
= Hamburguesas de carne, arroz parmesano, pan, flan: $338,58.
= Bifes al jugo, tortilla mixta, pan, fruta: $315,16.
= Pasta con salsa bolognesa, pan, queso y dulce: $434,63.
Aquí, la diferencia con los $125,55 estipulados va desde los $155,25 a los $309,08, por lo que el porcentaje promedio faltante asciende a 72,6%.
Por supuesto que no es cuestionable la obligación del Estado de trazar pautas firmes que contemplen las necesidades nutricionales de los niños y adolescentes. Pero esas pautas deberían estar acompañadas de los recursos que hacen falta para poder cumplirlas. Y desde hace al menos 10 años, eso no sucede.
Retrasos y borrón
El último incremento de las raciones se dio en diciembre de 2022, cuando pasaron de $44,31 a los $52,29 actuales (copa de leche) y de $106,40 a $125,55 (comedor escolar). La suba fue del 18% con respecto a agosto de 2022. Desde la Federación valoran que la gestión de Omar Perotti aplique los aumentos trimestralmente, a diferencia de las administraciones anteriores que se ceñían a rajatabla a la normativa vigente y lo hacían dos veces por año. “Eso se mejoró”, reconoce ante Pausa la protesorera de la Federación, Hilda Dutruel.
No obstante, se oponen a que las actualizaciones se calculen en base a la inflación medida por el Instituto Provincial de Estadísticas y Censos (Ipec) porque “la inflación es un promedio de un montón de cosas”, mientras que a ellos el único rubro que les afecta directamente es el de Alimentos y Bebidas. el que tiene mayor incidencia en el índice general. El aumento de las partidas, sostienen, debería estimarse sobre el alza de la canasta alimentaria. Lo que ocurre es que ese reclamo solo tendrá respuesta positiva si la Legislatura modifica la ley N° 13.296 que, al día de hoy, impone como parámetro el IPC del Ipec.
En 2012, cuando esa ley fue aprobada bajo el gobierno socialista de Antonio Bonfatti, fue celebrada porque llegaba para fijar las subas en las raciones, que así dejaban de ser discrecionales y se volvían obligatorias dos veces al año: en marzo y en julio, luego de cada receso escolar. Pero ya por ese entonces el piso inicial era vergonzosamente bajo, por lo que ningún aumento o normativa alcanzaba –ni alcanzaría a futuro. De hecho, en 2013, quien era el presidente de FACELC, Juan Villafañe, se indignaba ante Pausa porque se recibían $1,25 para la copa de leche y $3,70 para comedor escolar.
Diez años después, en marzo de 2023, el Ministerio debería aplicar una suba en las partidas. “Pero no sabemos de cuánto va a ser”, indica Dutruel. “Siempre viene con atraso”. Eso también es histórico: los incrementos se anuncian, pero impactan uno, dos y hasta tres meses después en las cuentas de las escuelas.
Párrafo aparte merece la Nación. Al menos hasta 2019, el gobierno central colaboraba con el llamado “Refuerzo nutricional”. Según datos de Amsafe, ATE y la CTAA Rosario, en julio de aquel año el aporte nacional era de $1,62 por ración de comedor escolar y de $0,68 para copa de leche. En agosto siguiente, la provincia se limitó a comunicar que ese refuerzo estaba “congelado desde el año 2016, perdiendo así su importancia en el valor total de la ración y alcanzando apenas el 2%”.
Más papistas que el Estado
“Siempre encontrás chicos que te dicen ‘Si sobra, démelo a mí’. Pero eso no lo podemos hacer”, se conmueve Dutruel. “Además, tienen que comer la comida ahí, en la escuela. No se la pueden llevar ni para ellos ni para sus hermanos, nada”. Aunque algo cruel, la regla tiene su fundamento: si un día le das de más a un chico, al día siguiente tenés una fila de otros 50 demandándote lo mismo.
Pero otras reglas no resultan tan fáciles de argumentar:
—Si sobra algo, ¿qué se hace?
—Se tira. Estamos obligados a tirar la comida.
Los restos, por más aptos que sean, no pueden ni siquiera donarlos. Si alguien quiere hacerse de ellos, tiene que revisar las bolsas de residuos una vez dispuestas en las veredas de las escuelas.
Ahora bien, si sobra dinero, eso sí tiene un destinatario concreto: el Estado. Dutruel lo explica: “Ellos mandan X cantidad de pesos. A fin de mes uno hace una rendición. Suponete que me llegaron 100 pesos. Si gasté 80, tengo que devolver los 20. Pero si llegaron 100 y gasté 120, esos 20 los tiene que pagar cooperadora”. Algo que, por supuesto, rara vez es realizable: “Si en mi escuela los chicos vienen a comer, imaginate que yo no tengo una cuota societaria, no tienen para pagar”. La diferencia entre ingresos y egresos, entonces, a veces la terminan pagando los comensales: “Vas achicando o variando”, admite, acongojada, y grafica: “Milanesa de carne hace como tres años que no se da”. Aunque no se desanima: “Lo vamos acomodando. Cada uno se las ingenia”.
El sistema es el mismo para toda la administración pública: recursos que no se ejecutan, deben retornar a las arcas estatales. De allí la necesidad de una eficiencia casi quirúrgica en el manejo de los montos por parte de directivos, ecónomos y cooperadores escolares.
Héroes cotidianos
“Supongamos que el dinero que mandaron (desde el Ministerio) no alcanza para los tres proveedores. Yo llamo a los tres: uno de leche y lácteos, otro para la dieta seca y otro de la fruta, y les digo: ‘Acá se paga el 100%, a vos te voy a quedar debiendo tanto y este cobra esto’. Entonces, al que le debo, el mes que viene le pago primero. Porque no hay manera si no”. Pases de magia, si los hay. “El proveedor es el que tiene que aguantársela. Y en general se la aguanta. Son muy considerados”, dice con gratitud la protesorera de la Federación de Cooperadoras.
Los segundos héroes de esta historia son los propios jóvenes. “Los adolescentes son re solidarios. ‘No, no se haga problema’, te dicen. ‘Usted no se haga problema, porque mi mamá es peluquera y mi papá hace changas, así que yo en mi casa, sí como. Dele a él’. Es bárbaro porque estos chicos se dan cuenta de lo que pasa alrededor y tratan de ayudar”.
“Nosotros tenemos una mirada integral de la problemática. Queremos que los chicos coman bien, en cuanto a cantidad y a calidad; que el que provee tampoco pierda porque él está colaborando; y que a la escuela no se le dificulte hacer esos malabares”. Y con el mismo temple, reflexiona: “La cuestión tiene que cambiar, cada ración debe tener un valor más acorde a la realidad. Una se siente medio impotente porque depende de la buena voluntad de alguien de la parte de financiamiento (de la provincia). Porque es importante que estén los comedores. Démosles lo que les corresponde”.
Pese a esa impotencia, el tono de Hilda Dutruel no es de reproche. Ella valora la posibilidad que brinda el gobierno: “Lo que tiene de bueno el Ministerio de Educación de Santa Fe es que aquellas escuelas con problemas de vulnerabilidad pueden solicitar copa de leche y/o comedor escolar”. Pero ella sabe que eso no es suficiente. Que no alcanza. Que falta muchísimo. Sobre todo, muchísima presencia en el territorio.
—Ustedes tienen que apelar a la buena predisposición de los proveedores, a la solidaridad de los chicos, a la eficiencia de los docentes... ¿Y el Estado?
—Y bueno… El Estado yo no sé si está siempre atrás de un escritorio o si alguna vez irá a la escuela.