Una crónica del acto por los 20 años de la inundación de Santa Fe.
La lectura de una lista de nombres corta el silencio de la plaza. Cientos de gritos responden desde las entrañas: “¡Presentes!”. Los nombres recordados son los de las 158 personas que faltan desde hace 20 años de sus casas, las que murieron mientras las aguas del Salado sumergían a un tercio de la ciudad. Cae la noche y las luces de la plaza se encienden.
Tras el grupo de personas que leen, se extiende un cartel con una foto conocida: la de los inundadores. Es la instantánea de la inauguración de la obra de Circunvalación Oeste, aquella que quedó abierta y por donde comenzó a ingresar el agua el 27 de abril de 2003.
En los laterales de la plaza, más allá de los árboles, la sede del Poder Judicial es un personaje oculto entre las sombras. Los nombres, como un desgarro, siguen resonando. Falta que a ese monstruo agazapado en la oscuridad vaya a sacudirlo la voz taladrante de Graciela García: taladrante por estoica, por clara, por valiente. Porque ella y otras tantas voces más fueron las que disputaron aquél “a mí nadie me avisó” y denunciaron cada vez que hizo falta que lo que Reutemann llamó un fenómeno meteorológico y lo que la Justicia llamó estrago, fue la muerte planificada como política ante la catástrofe.
La tarde cae temprano con sus tonos violetas y las banderas se extienden en la plaza: Política Obrera, El Birri, La Revuelta, Barrio 88, La Poderosa, Nuestramérica, Vecinal del barrio Centenario, Ciudad Futura, la Corriente Clasista y Combativa. María Claudia “La Negra” Albornoz habla desde el escenario. Dice que esta vez no habrá documento, sino un micrófono abierto donde se suman testimonios de la creciente, un poema de Ana Castro (Yo vi morir una casa / y otra casa / y otra casa / y allí estaba mi casa), una Oración del remanso interpretada con dulzura por una integrante de La Poderosa que llegó desde Paraná.
La Negra Albornoz dice también que la plaza 25 de Mayo es la plaza de la dignidad de los inundados y las inundadas. Y ahí, en esa plaza, están ubicadas las cruces que conmemoran las muertes. Cada tanto, como pasó a lo largo de todos estos años, las cruces desaparecen. Pero esta mañana la Marcha de las Antorchas volvió a colocarlas.
Porque además de ser la plaza de la dignidad, es la plaza de la persistencia.
También allí está la Carpa Negra: 198 días estuvo aquella carpa reclamando justicia ante las rejas que había montado el gobierno de Jorge Obeid para que los inundados no pudieran llegar a la Casa de Gobierno. Pese a las dificultades que tuvieron en las últimas horas (un contratista estafó a quienes la impulsan), finalmente pudieron armarla en la plaza de la dignidad, de la persistencia.
Y de la memoria.
¿Qué es un 29 de abril de 2003, veinte años después? Pasaron dos décadas, nuevas generaciones, la ciudad es otra. Los recuerdos de aquel día no pegan tan duro porque el cielo, por suerte, está despejado. Aunque para quienes se inundaron las oleadas de aquellas horas, los devenires posteriores de cada vida y las ausencias reaparezcan de improviso en cada situación cotidiana, que no llueva este 29 hace que la piel no se vuelva a erizar de frío, que el pelo no se humedezca, que no sintamos otra vez esa sensación de desamparo y de intemperie.
Los gestos de aquella inundación --los gritos, las corridas, el miedo, la desesperación—permanecen en los cuerpos como síntomas de la injusticia.
En esta plaza hay sol. Hay reencuentros y abrazos. Y un sentido compartido de tristeza porque la justicia no llegó nunca. Pero sobrevivimos, nos rehicimos. Y hoy podemos seguir mirando a la cara al poder, al pie de sus lustrosos edificios y en la plaza principal de la ciudad para decirle que una parte de Santa Fe nunca va a olvidar el día en que el Estado nos dejó solos y con el agua al cuello.
Cobertura: Milagros Argenti, Gabriela Carvalho, Octavio Gallo, Mariángeles Guerrero, Ileana Manucci y Juan Pascual.