Doctora en Ciencias Sociales e historiadora, feminista crítica desde una pertenencia católica, Silvia Lilian Ferro evalúa los 10 años del papado de Francisco en una entrevista. "El patriarcalismo católico está desperdiciando una inmensa cantidad de vocaciones femeninas".
Hace casi un mes se cumplían 10 años en que “el Papa del fin del mundo” llegaba al Vaticano, en medio de otra crisis global del capitalismo y de la iglesia como reparadora de injusticias y promotora de otras (abusos sexuales, delitos económicos y financieros con fondos eclesiales, intolerancia religiosa seguida de muertes). Recurrimos a Silvia Lilian Ferro, Doctora en Ciencias Sociales, historiadora, profesora de la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (UNILA) y feminista crítica desde una pertenencia católica, para evaluar el papado de Francisco desde ésta perspectiva; más allá homenajes y documentales con jóvenes ovejas que preguntan. El Papa como último dique de contención contra el neoliberalismo, lo que la política no tiene y a las religiones les sobra, la existencia de “lo particular femenino”, el gradualismo progre y le teoría del rebaño asexuado, todo junto, nada mezclado.
–El catolicismo como una de las expresiones cristianas, tiene al igual que el peronismo una gran amplitud ideológica, más allá de los dogmas de fe y de los textos sagrados. También de práctica política, pienso en la doctrina social, cristianismo y revolución, cuando los desarrollos existentes en el feminismo no tenían presencia alguna pese a lo desafiante de las posturas…
–Antes que nada diría que a éste fenómeno lo veo más como cientista social, pese a haber sido criada en esas ideas y prácticas. Y que mi posición crítica se sitúa en una teología católica feminista, porque también existe una teología feminista que abarca incluso al mundo islámico; hay una fuertísima teología feminista judaica. La teología feminista existe en las tres grandes religiones monoteístas y a veces pareciera que el catolicismo es donde hay un desarrollo menor de éstas expresiones, sin embargo es exactamente lo contrario. Es muy antiguo, muchas de las santas más conocidas elaboraron lo que hoy, haciendo una hermenéutica que recupere el contexto desde donde hablaban, podríamos considerar las bases de una teología feminista.
Yo sigo a algunas religiosas que me impactaron mucho como la catalana Teresa Forcades o la brasileña Ivone Gevara y otras argentinas muy importantes, también hay referencias muy potentes en el mundo protestante. Trato de combinar la cuestión personal de la fe con una mirada más comprensiva de los contextos sociopolíticos en los que se desenvuelven tanto el Papa como los teólogos referidos, teniendo en cuenta de que siempre afectamos menos a nuestros contextos que lo que nuestros contextos nos moldean. Cualquier juicio debe tener en cuenta esto, porque es en ése marco que Francisco establece una relación con la crítica teológica feminista que conoce muy bien. Hay organizaciones y teólogas que individualmente se comunican con él a través de distintos medios, para reclamarle el sacerdocio femenino por ejemplo. Y la estrategia del Papa es evitativa, el no termina de digerir el asunto. Suele parecer progresista y de vanguardia en otros temas, pero cuando se trata de la igualdad de hombres y mujeres en la estructura institucional de la iglesia reacciona de modo muy primario. Los pocos nombramientos que ha hecho en la estructura de la iglesia son como pequeñas concesiones, son nombramientos aislados.
–Es cierto que le ha costado mucho menos revisar posturas muy duras y dogmáticas sobre la comunidad Lgbti y las diversidades, temáticas sobre las que ha hecho sonoras declaraciones públicas, hasta incluirlas en encuentros sinodales…
–Comparto eso, yo creo que a él le cuesta salirse de su propia experiencia, las reacciones destempladas que tiene sobre la participación efectiva de las mujeres en la iglesia, uno puede ver al clásico muchacho de barrio criado en una familia contenedora y gracias a las tareas de cuidado de las mujeres que lo criaron. Es su matrix edípica la que aparece en escena, la de las mujeres hechas para la maternidad y para la crianza de los hijos, que es la experiencia con su madre y con su hermana, no puede pensar esa temática por fuera del espacio familiar. En varias declaraciones y documentos admite que va a tener que darles más espacio a las mujeres en el ámbito clerical pero comete un error donde se advierte un machismo encubierto: dice que conceder la paridad en la estructura jerárquica de la iglesia, con los rigores que ésta impone, le quitaría a las mujeres su esencia pacificadora y sensible. Esto no deja de ser otra versión del “Déjennos a los hombres el trabajo sucio que impone el ejercicio del poder institucional, presérvense de estas impurezas”.
–Es cierto que no tiene problemas en reconocer la importancia de la militancia y la presencia de mujeres en el trabajo cotidiano de sostener y propagar la fe y las organizaciones territoriales de la iglesia…
–Pero eso es básico y ningún mérito, porque es evidente que son las mujeres las que sostienen las prácticas que mantienen a la iglesia vital y encarnada, hay un ejercicio muy sencillo: cualquiera que vaya a misa que se pare en la puerta y cuente cuántas mujeres y hombres ingresan, pero no sólo en situación de creyentes sino las que mantienen la estructura con trabajo voluntario, tan “invisible” y gratuito como el otro trabajo que se suma a éste, en sus propios hogares y con mucho menos reconocimiento. Nosotras organizamos los eventos, repartimos los volantes, predicamos los salmos, pero no podemos disputar el poder.
–Hablando de esto recuerdo otro tema sobre el que conversábamos y conoces bien, el crecimiento del pentecostalismo y neo pentecontalismo en Brasil y las oportunidades de ascenso social y reconocimientos políticos y monetarios que ofrece a las pastoras, otra de las razones por las que doblega al catolicismo en el país continente.
–Por proyecciones demográficas hacia 2040 y atentos a los datos del Censo 2022 aquí en Brasil, este país va a tener mayoría de creyentes protestantes y dentro de ellos los neo pentecostales y pentecostales. El catolicismo pierde a su joya en Latinoamérica, un país de 220 millones de habitantes que es bastión histórico del catolicismo, el mayor de todos por encima de México. Esto es ya irremediable.
–¿Por qué será que no se nota la urgencia de dar batalla allí, más allá de su participación en la Jornada Mundial de la Juventud 2013, donde exhortó a curas y sacerdotes a dar pelea en los territorios fuera de sus iglesias, a difundir su fe?
–Yo creo que no le encuentra la vuelta, porque traccionar a la iglesia católica brasileña no es sólo cuestión de arengas. Él tiene una inteligencia política enorme y ha hecho una transformación doctrinal y narrativa desde el arzobispo y el cardenal Bergoglio hasta el Papa Francisco. Su evolución doctrinal sorprendió a muchos argentinos y argentinas y entiende perfectamente el impacto que tienen las transformaciones del mundo pentecostal y neo pentecostal, un mundo (hablamos de Asamblea de Dios o del Iglesia Universal del Reino de Dios) que forja un ideal de mujer de la casa, del matrimonio y de la crianza de los hijos, con un vestuario que se impone por el recato y la modestia, pero por otro lado pueden ser pastoras, liderar grupos de culto y son la envidia del mundo católico por su protagonismo en la estructura institucional de sus iglesias. Son muy visibles y consideradas como teólogas. Es otra de las razones por las que el catolicismo va a perder su hegemonía en la geopolítica de las religiones, con las consecuencias que eso va a tener para una religión que sigue confinando las mujeres a tareas de orden y cuidado, limpiando las iglesias y acomodando las flores en el altar.
–Estamos lejísimos de una papisa o de una o varias obispas en el Vaticano.
–Muy lejos, yo pienso que la sangría del catolicismo en cuanto a su hegemonía social también tiene que ver con eso. Hay un grupo mayoritario que es excluido e infantilizado, al que se le da la Secretaría de Comunicación Social del Vaticano y a conformarse. Cuando hay una demanda grupal que no se resuelve por la vía institucional, ese grupo se va a otra parte. Hay sacerdotes que ya admiten abiertamente que la discusión teológica más vibrante hoy mismo está en manos de las teólogas del catolicismo, todo lo nuevo que el catolicismo tiene para decir en cuanto a las transformaciones sociales, de lecturas y reposicionamientos doctrinales se corresponde con el trabajo de las teólogas críticas. En el campo progresista uno puede mencionar a Leandro Böf, pero ¿quién mas? Hay que estar muy imbuido en el tema y los debates teológicos para encontrar pensadores realmente llamativos. Hay que leer a las teólogas españolas más brillantes, entre las que está está Silvia Martínez Cano, merecedora del mismo reconocimiento que sus pares hombres. Hay varias argentinas también.
En cuanto a Francisco hay que decir que lee perfectamente los contextos, pero está rodeado de limitaciones ajenas y propias. Los que lo rodean hacen foco en que está muy asediado por su progresismo y sus posiciones anticapitalistas, pero eso es como decir que primero resolvemos la crueldad del capitalismo y después atendemos ese asunto de las mujeres. Es el viejo cuento de la izquierda.
–Que en la versión católica sería “esperen que depuremos la iglesia mundial de la pederastía y transparentemos las finanzas del Vaticano como jugador del capitalismo global y luego viene lo de la papisa y la agenda feminista”.
–Después de que se consiga reformular en temas centrales una institución de más de 2000 años, ahí va a ser el momento de ustedes, después de la revolución vamos a atender sus demandas pequeño burguesas diría un revolucionario de izquierda…
–Porque las derechas también hacen revoluciones…
–¡Pero claro! Y lidiando con ésas estamos. Que el Papa está muy atacado y cuestionado por esos mismos revolucionarios derecha, de la prioridad de su agenda ecuménica y fraternidad, que se evidencia en sus encíclicas, es una obviedad para todos; pero esto de que pacificar al mundo, fomentar la tolerancia entre religiones, cobijar a los católicos perseguidos en algunos países, sean cosas más importantes que el problema de las mujeres en el iglesia, cosas para resolver después y no que esa resolución forme parte de la transformación que necesita la iglesia, eso es inaceptable.
Hay algunas voces que dicen “Dejen de plantear el sacerdocio femenino”, dejen las tareas duras para los hombres, presérvense para sostener la humanidad y la iglesia pero desde abajo, que a eso se dedican desde hace 150 mil años. Sin embargo, yo todavía tengo la ilusión de que él siente posición, que se venga una encíclica, una carta teológica, que se venga algo así como siento posición y me voy, al final de su papado.
Para salvar a la iglesia, cualquier cosa menos mujeres
–Francisco ya introdujo en los últimos sínodos obispales el tema de la diversidad sexual como tema que la iglesia debe mirar de frente, un rebaño que debe cobijar. Pero el tema de las mujeres no entra.
–Incluso hubo una presión muy fuerte hasta el 2022 para incluir éstos temas en las planificaciones de los sínodos, como pasó con el sínodo de la Amazonia por el tema ecológico, que fue políticamente impactante. Numerosas organizaciones del feminismo católico han enviado cartas al Papa y apoyadas por muchos teólogos. Pero no hubo menciones siquiera, como siempre las estructuras sinodales no admitieron a las mujeres sino como pequeñas delegaciones secundarias, un “como si” porque la correlación de fuerzas (que no es sólo cuantitativa, porque somos mayoría) nunca está.
–Sobre el debate, que también están en el peronismo como una organización con un ancho de banda ideológico amplio: no están, no se construyen del modo adecuado, ¿qué pasa con esa relación de fuerzas al interior de la Iglesia?
–Lo que es cierto es que para ciertos debates nunca hay un buen momento (risas), pero más que generar las condiciones de la revolución aquí es muy sencillo: la estructura eclesial, al igual que la sociedad, se sostiene del trabajo voluntario y no remunerado ni reconocido de las mujeres. La iglesia católica en América Latina, sin las mujeres se desploma, sin ese trabajo de base, comunitario sosteniendo familias y creyentes, sin ese 80% el edificio del catolicismo, se desploma. Pero una cosa es cuantificarnos, somos muchas participando en diferentes asuntos, y otra es tener una conciencia común en la que estemos de acuerdo, sobre todo en lo que hace a la demanda por una mayor presencia efectiva. Las mujeres no somos una sola cosa solo por portar un útero, ni analizamos el mundo y nuestra propia experiencia de manera homogénea o desde una esencialidad. Yo no creo en la experiencia femenina, yo no creo en la mujer como una singularidad. Al igual que los hombres tenemos una genitalidad común, pero a partir de ahí, no hay un útero que condicione a ver la vida desde una experiencia femenina.
Es por esto que muchas de las mujeres que hoy sostienen la iglesia están de acuerdo con el orden de cosas que impone un patriarcado institucional de los más fuertes que existen en la actualidad. Creen que para recibir la gracia del espíritu santo y administrar sacramentos hay que tener testículos, las mujeres no tienen los dones. Es tan absurdo como real y es uno de los grandes problemas de la correlación de fuerzas.
–Un argumento misógino que campea es el que dice que para administrar sacramentos y entregarse por completo a ser un vehículo de Dios padre y su hijo, las atenciones que requiere una familia -y las mujeres están encomendadas a reproducirlas y sostenerlas- son inconvenientes e incompatibles. Como si las mujeres no hubiesen demostrado que de hecho pueden ocuparse de varias tareas en simultáneo, sin el reconocimiento claro está y dejando jirones en eso.
–¡Y eso niega la responsabilidad de distribuir los trabajos de cuidado! El embarazo son nueve meses y la lactancia muy extendida dos años, estamos hablando de una restricción de tres años como máximo, por cada hijo para ponerlo en términos muy esquemáticos y del siglo XIX. Y vamos a suponer que seamos las únicas responsables por los cuidados de los hijos. Me contaba un colega de una iglesia norteamericana y protestante que tiene pastoras, que así como las personas terminan de criar los hijos y se dedican a hacer cosas pendientes, muchas de las pastoras de ésta iglesia son éste tipo de mujeres, que con la extensión de la expectativa de vida hasta casi los 80 años, terminaban de criar sus hijos hasta la menopausia en sí. Hay por los menos 30 años sin necesidad de abandonar la crianza de los hijos para dedicarnos a la actividad pastoral. Abandonemos de paso la idea edípica de que los hijos son crónica y perpetuamente dependientes del cuidado materno.
Sin contar con otro mito derrumbado: hay mujeres que con toda justicia no desean tener hijos y es un fenómeno que crece estadísticamente. Y las monjas, que ya no tienen hijos ni marido, ¿por qué no pueden administrar los sacramentos si ya están en la estructura religiosa y tienen el conocimiento teológico suficiente? Ya renunciaron a casarse y no van a afectar la crianza de nadie, ¿qué les impide tener las mismas potestades de los sacerdotes?
–¿Vos dirías que éstas demandas están en manos de una “vanguardia” o grupos esclarecidos y minoritarios de la iglesia? ¿Que esa es una de las razones de que el feminismo católico no logre participación en las estructuras jerárquicas?
–En la conducción institucional sería el tema, pero no sabría si cabe el término de vanguardia. Por ejemplo, para las teólogas de las que te hablo, son muy inteligentes como para arrogarse la representación del colectivo feminista católico. Dentro del mundo religioso pasa lo mismo que afuera, hay grupos vanguardistas muy resistidos (a veces con mayor fuerza por otras mujeres) cuyos logros terminan convirtiéndose en el sentido común. Ejemplo de esto son las reivindicaciones básicas que antes eran el discurso de un puñado de locas y hoy logran la adhesión de miles y millones, con un mercado de símbolos y rituales vinculados a “Ni una menos”, pese a resistencias anacrónicas que hoy que están cada vez más acorraladas.
Teólogas feministas (con el cuidado de poner ese calificativo porque es muy posterior a que existan) hay desde siglos, y hay una teología crítica que incorpora sus puntos de vista desde hace muchísimo tiempo también. Lo que sucede con el colectivo, con las que no participan de ésos espacios, es que cuando alguien nos pone ante la disyuntiva de renunciar a todo lo que nos dio sentido y a lo que nos ayudó a digerir el dolor, la cosa cambia, no es sencillo. Porque mientas lo den todo (por la familia, por esposos e hijos e incluso por la iglesia) estará todo bien, cuando se le ocurra pedir sobrevendrá la indiferencia, el rechazo. Pero nadie puede detener lo indetenible para siempre, hoy hay un enorme problema reconocido en todo el mundo que es el déficit de las vocaciones sacerdotales, cada vez hay menos jóvenes comprometidos con el camino al sacerdocio y esos 10 u 11 años de formación sistemática.
Pues bien, eso se resuelve con la distribución del sacerdocio, abriéndolo a las mujeres. En el sínodo de la Amazonia del que hablábamos ¡se llegó a plantear que ese déficit fuese cubierto con los diáconos! Cualquier cosa menos una mujer parece ser la salida, el diaconado femenino que existía en el cristianismo primitivo, y que ejercían el sacerdocio en forma común con los hombres, no hace ruido ni activa la memoria. ¡En el siglo XXI no incorporan a las mujeres ni al diaconado! Hay teólogos hombres que se lo han planteado al Papa como una solución para las crisis vocacionales y de cuadros, con los resultados conocidos más allá de ingeniosas frases y campañas de ocasión. El patriarcalismo católico está desperdiciando una inmensa cantidad de vocaciones, se da un lujo inexplicable porque no recurre a las mujeres ni para sacar las papas cuando queman.
–¿Vos decís que las jerarquías institucionales católicas, desde las más conservadoras hasta las más progresistas, preferirían reducir el catolicismo una expresión devaluada o mínima antes que institucionalizar la participación de las mujeres? Porque si no es con Francisco, ¿cuándo?
–Por más que la iglesia resista en sus estructura, hay un catolicismo popular que transita más por fuera que por dentro de ella y que construye una forma propia de vivir las prácticas de fe. La reducción o los retrocesos de la iglesia no determinarán la suerte del catolicismo, que es ante todo la práctica de sus millones de fieles, de los y las creyentes que no abjuran del cristianismo, sino que hoy fugan hacia las iglesias protestantes. Hay sociológos que hablan de tasas de deconversión y estudian hacia qué religión se va alguien que se fugan de la anterior, y es hacia las iglesias neo pentecostales, en toda América Latina e incluso en Argentina aunque el proceso sea más lento que en Brasil.
El problema de la distancia de la iglesia católica con sus “ovejas” (así le gusta denominar a su grey a Francisco, menuda palabra) incluye la cuestión de las mujeres, el elitismo burocrático que señala Francisco y que no construye comunidad, también incluye el encapsulamiento de las mujeres en espacios jeráquicamente menores y de reparto. Muchos en el Vaticano piensan que la ola del feminismo es una coyuntura, que va a pasar mientras la iglesia prevalece de cualquier modo. Que muchísimas mujeres acepten ser el sostén de una iglesia que las excluye no resuelve el problema, y ellos, que son muy inteligentes, lo saben.
–Notable que eso también sea así en el caso de católicas feministas en sus espacios laicos de acción, pero que no reclamen lo mismo para la iglesia. Hubo y hay un progresismo político, incluso radical, que comulga y se persigna pero no toca el tema. Hay reclamos airados para los machirulos con o contra los que militan en sus partidos y espacios laicos pero jamás a sus sacerdotes, obispos y menos al Papa.
–Pienso en la Teología de la Liberación de los 70, ¿no? La teología es muy liberada hasta que lo tocan la cuestión de género, tenían los mismo límites que tiene Francisco. Es la opción por los pobres siempre y cuando no me vengan a cuestionar el privilegio masculino jerárquico y eclesial. Después podemos pensarlo todo. Lo el “olor a oveja” que propone el Papa, debería asumir que el rebaño es masculino y femenino, no estaría queriendo sentir el aroma de las ovejas mujeres, una especie de rebaño asexuado es el que invoca, ¿no? Muchos de los problemas que tiene la iglesia podrían atenuarse si nos incluyeran de un modo real y menos declamativo.
–¿Esperás ver semejante cosa?
–No soy tan vieja y no pierdo las esperanzas (risas). Primero el diaconado femenino podría ser, pero ya basta del cuento del gradualismo, porque si va a la cola de otros logros previos, si va a tardar nueve siglos, demás está decir que no llego. Hay un feminismo en la iglesia que banca esto de las “prioridades estratégicas” que nos ponen a la cola y antepone esto de que el Papa es una reserva ética y moral para los populismos que buscan una sociedad más justa. Pero es más de lo mismo: “esperen que caiga o reformemos el capitalismo y luego vamos por otras tonterías”.
–¿Hace falta aclarar que éstas observaciones son a favor de la religiosidad sino de la religión?
–No, para nada. Y hay que entender muy bien lo siguiente, las iglesias funcionan de modo muy distinto al sistema político, dicho desde las personas, desde quienes depositan allí expectativas. Hay distintos niveles de identidad y proximidad. La iglesia es eso que está para vos cuando todo te salió mal en la vida, cuando toda la sociedad te rechaza, la iglesia es la posibilidad de que te acepten, te integren, que alguien te considere interesante. Y nadie quiere cascotear la reserva de sentido existencial que suponen las iglesias. Porque “lo militante” y el sistema político pueden ser muy importantes para una persona, pero la iglesia tiene algo que el sistema político no: el bien de salvación, como diría Max Weber.
–Sobre todo cuando lo político fracasa para el salvoconducto cotidiano, de corto y mediano plazo.
–E incluso si no fracasa y si la política te resuelve algún presente, porque es el plano finito de tu existencia, pero no tiene nada que ver con el después, con el más allá de tu muerte. Cartesianamente dicho: mientras existo la política importa, pero la preparación para después de la muerte es otra cosa, hay una estructura capaz de acompañarte en ese trayecto ineludible y dramático, que te ordena y organiza, no hay sistemas políticos que ofrezca bienes de salvación.