Con la gente: Néstor Kirchner en Paraná, a poco de asumir. Empezaba una nueva época.

A 20 años del inicio del ciclo político que inauguró Néstor Kirchner, dos preguntas: ¿qué puede el poder político sobre una vida? y ¿qué nos queda para el mañana?

¿Cuánto dura una vida? Hace 20 años asumía la presidencia Néstor Kirchner. Puede ser toda la vida para alguien, puede ser sólo un momento para su abuelo. La densidad del tiempo es otra, el tiempo y todas sus imágenes impregnan la realidad de forma distinta. Para los nacidos en 2003, los lugares nuevos se abren como asombros. Para sus abuelos, lo nuevo se superpone con otras infinitas versiones de lo que estaba antes desde siempre ahí.

Medimos la duración de una vida. La escuela, los trabajos, los amigos, el amor, los desconocimientos. Las muertes y los nacimientos. Medimos para entender qué fue eso que pasó en todos esos años.

Se mide, también, la política: en mayo de 2003 había un 54,7% de pobres y un 26,3% de personas que no tenía para comer. Cuando fue interrumpido el ciclo kirchnerista, en 2015, había un 30% o 25% de pobres, según la medición que se guste utilizar.

¿Qué puede el poder político sobre una vida? Para cualquier persona que tenga hoy 50 años, acaso 60 años, o menos, esa sola medición debería alcanza para responder. ¿Cuántas fuerzas políticas durante tu vida redujeron la pobreza a la mitad? En toda tu vida, hubo una sola.

Esa es la justa dimensión del kirchnerismo. Las opacidades también son compartidas o superadas por tantos otros, las fortunas circunstanciales en otros tiempos también ocurrieron. En toda tu vida, sólo el kirchnerismo redujo la pobreza a la mitad.

Pero esa afirmación no alcanza, nadie vive en un 54% o un 30% o un 25%. No se habitan los porcentajes económicos. Empatar la historia con el tiempo de la vida es una operación compleja de alejamiento y distancia.

En la vida, el kirchnerismo fue, al comienzo, dejar de pagar en el almacén con cuasimonedas. Dejar de cobrar un tercio del sueldo en ticket canasta, empezar a ver cómo, de un puntito o puntito y medio por año, las paritarias servían para recuperar poder adquisitivo. Fue después la jubilación tuya o de tu vieja, que trabajó toda su vida sin poder aportar. Fue tu casa.

Toda una generación –que a veces lo esconde– se hizo su casa con el kirchnerismo. Toda una generación. El mayor salto de clase que se pueda imaginar: dejar de alquilar. Toda una generación se hizo la casa con el Procrear y a veces lo vive con vergüenza. Esa generación lo sabe y sabe que hubo quienes ni siquiera se presentaron por la rabia y sabe también que no hubo nunca ningún ruido en la entrega de los créditos.

Después, la épica. También existe un poquito el orgullo, ahí, a veces. Qué extraño nos es, en una vida, ese tipo de emociones. El No al ALCA y la integración Latinoamericana. La Asignación Universal por Hijo y el reconocimiento a la vida, la mínima vida, la de no quedar expuesto a la pura intemperie del mercado. La vuelta de una YPF vaciada y quebrada a la gestión estatal, para que hoy, once años después, esté a punto de dar sus frutos.

Épica significa relato de los héroes. De los protagonistas de su propia historia. En toda tu vida, una sola fuerza política logró que tengas las condiciones materiales reales, concretas, para protagonizar tu historia. ¿Qué son esas condiciones materiales en Argentina? Sacarte al FMI de encima son esas condiciones materiales en Argentina.

Desde que Arturo Frondizi estampara su firma en 1958 hasta que Néstor Kirchner liquidara lo adeudado de un saque en 2006, siempre estuvo presente el Fondo, sus cortesanos, su sombra dominante. Y en 2018, el Fondo volvió con sus regulaciones virreinales.

La historia local es una pincelada de las mareas del mundo. Nuestro destino se construye como puede ante fuerzas que nos superan. Pero, por un ratito, por 12 años, pudimos intentar que la política nacional supere a la gestión financiera colonial. Habrá sido, en ese tiempo, el nuevo lugar de China en el comercio internacional, habrá sido el fortalecimiento de las relaciones económicas del Mercosur. Habrá sido lo que sea, pero también pudo haber sido otra cosa.

Y no fue otra cosa, fueron esos 12 años. Negar la diferencia específica entre un virreinato financiero y una ventana de independencia política propia para –al menos– poder elegir estrategias de inserción en las relaciones globales es el obtuso resultado de una pereza sin voluntad de poder.

También esa es la justa dimensión del kirchnerismo en toda tu vida. Creó esa ventana para poder protagonizar realmente la política.

Perdimos. No se derrotaron las fuerzas locales del colonialismo financiero en esos 12 años. Pudimos haber construido una independencia. Acaso, en ese momento –la vida también es una perspectiva– no tomamos consciencia de la fragilidad de esa victoria temporaria, de la profundidad de esa interpelación: el país por fin estaba en nuestras manos.

El kirchnerismo, una vida. Como un hervor que todavía no se alcanza, crece una incertidumbre. No es una tristeza ni una melancolía, tampoco una inquietud. Es quizá, de nuevo, apenas, una contemplación, el vértigo total de la perspectiva sobre la historia.

¿Volverá a pasar algo como lo que pasó? ¿Habrá sido esa vez la única vez en la vida?

 

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