En Santa Fe hay dos propuestas del máximo dramaturgo de la lengua inglesa. “Ricardo, una farsa” y “Noche de reyes”, en la pluma del crítico teatral Roberto Schneider.
En mis casi cincuenta años como crítico teatral ver una obra de William Shakespeare en Santa Fe era una tarea muy difícil de abordar. Precisamente, porque la dramaturgia del Bardo inglés es muy difícil de llevar a escena. Es ahora otro tiempo y se da entre nosotros una oportunidad histórica, sin temor a equivocarnos, que no debemos pasar por alto. Hace poco pudimos apreciar “Hamlet bueno para nada”, unipersonal con Pablo Tibalt; podemos disfrutar ahora de dos obras emblemáticas en la cartelera: “Ricardo, una farsa”, con dirección de Sergio Abbate en La 3068 (San Martín 3068), y “Noche de reyes”, dirigida por José María Gatto, en LOA (25 de Mayo 1867).
Cuando vimos “Ricardo…” el día previo fue el de la coronación del nuevo rey en Inglaterra, ceremonia que repetían hasta el cansancio las pantallas de televisión. Los nombres propios que se escuchaban entonces eran casi los mismos escritos con varios siglos de anticipación. Los mismos nombres, las mismas avaricias, iguales maldades, parecidos oprobios. En el curso de la pieza, todos los personajes de la maldición del rey encuentran muertes violentas. La obra, dominada por la personalidad del protagonista, está arraigada en la historia del duque de Gloucester. El dramaturgo comprime los acontecimientos de varios años de reinado.
¿Dónde está ahora el interés de “Ricardo…”? Cualquier espectador puede disfrutar de una adaptación potente y desenfadada, que no da respiro. Sucesivamente van apareciendo situaciones muy ricas en dramaticidad, pero con un humor inquietante y sumamente divertido, que no da tregua. Pero, y es tal vez sea lo mejor, permite el lucimiento constante de un grupo de cinco actores entregados al delirio organizado desde la dirección. Cada uno tiene su momento de brillantez y de juego que no desperdicia, permitiendo de ese modo el disfrute de la platea, que no cesa de entregarse al juego. Y sin ninguna duda conviene recodar lo que manifestamos en ocasión del estreno: “¿Por qué el espectador debe ver Ricardo, una farsa? Se va a encontrar con un texto doloroso y poético, una puesta en escena superlativa, que no decae en su ritmo interior en ningún momento, y un elenco de actores para el recuerdo. Son todos artistas santafesinos. De los mejores”.
El otro suceso es el de “Noche de reyes”. Y aquí la fiesta es total. Se trata de una comedia divertida del dramaturgo inglés. Esto, que es una afirmación simple, contiene una poderosa invitación a dejarse llevar por una textualidad muy rica, que estalla también en la platea. El acierto mayor del director José María Gatto es traer a nuestros días una forma de decir esos textos que logran rápidamente la adhesión. Quizás tal vez porque son historias cómicas que deja ver la verdadera cara de los seres humanos. Todo a partir también del juego permanente, con un lujoso vestuario, con pelucas brillantes y con maquillajes ciertamente bellos.
Gatto es el director y productor general de la obra y contó con un elenco de primeras figuras entregado al frenesí de la propuesta. Es también artífice de una mirada “queer” que William Shakespeare agradecería porque arremete con la fuerza necesaria para lograr que su objetivo sea trazado minuciosamente. Ha conseguida equilibrar su humor corrosivo con una emoción genuina y dolorosa, nacida de una memoria madurada en las pérdidas, Así conduce a su equipo con la suficiente madurez para obtener los mejores resultados.
Creo que la invitación queda formulada con ahínco. Se trata de disfrutar del más grande de los dramaturgos de todos los tiempos, con dos propuestas santafesinas de excelente validez. Aprovechar la oportunidad es signo de inteligencia.