A 54 años del Cordobazo, dialogamos con Bibiana Fulchieri, autora del libro "El Cordobazo de las mujeres" sobre la necesidad de revisitar, en clave de género, ese momento clave de la lucha obrero-estudiantil en nuestro país.
La historia oficial borró el rol de las mujeres en el Cordobazo. En su libro “El Cordobazo de las mujeres”, la periodista y fotógrafa Bibiana Fulchieri recupera las voces silenciadas y —a través de los relatos de las protagonistas— las imágenes que no se mostraron de obreras, trabajadoras domésticas y estudiantes dispuestas a salir a las calles para luchar contra las injusticias.
Empleadas domésticas, bancarias, de comercios, secretarias, enfermeras, arquitectas, trabajadoras sociales, psicólogas, docentes, trabajadoras de la industria textil, del calzado, del vidrio, de los frigoríficos, estudiantes y delegadas gremiales se movilizaron en Córdoba el 29 y 30 de mayo de 1969 para reclamar mejores condiciones de vida para la clase trabajadora y su oposición a la dictadura de Juan Carlos Onganía.
El Onganiato había anulado la actividad política y ordenó la intervención de las universidades. Fue en ese contexto que ocurrió, en 1966, la Noche de los Bastones Largos. Además, su política económica favorecía a las empresas extranjeras y perjudicaba a las clase obrera nacional. A su vez, crecía una masa crítica de estudiantes, trabajadoras y trabajadores que encontraban su inspiración en el Mayo Francés y en la Revolución Cubana.
La movilización sindical y estudiantil del mayo de Córdoba terminó en una represión brutal: 34 muertos, 400 heridos y 2000 detenidos.
¿Quiénes eran las mujeres que participaron de aquellas jornadas? ¿Cuáles eran sus demandas? El libro Las mujeres del Cordobazo reúne 20 entrevistas a las protagonistas de esa historia, que emergen del anonimato contando sus memorias. En el prólogo, la escritora María Teresa Andruetto menciona aquellas que militaban en organizaciones de izquierda, partidos tradicionales masivos u organizaciones cristianas; a quienes seguían a sus compañeros de vida o a sus familias o a quienes por la llegada al mundo del trabajo decidieron sumarse a la gesta antidictatorial.
Los 60 fueron también la época de la segunda ola del feminismo, el tiempo en que muchas comenzaron a percibir que los problemas de su vida cotidiana tenían un trasfondo estructural. Los años en que comenzó a pensarse una consigna que vive en la actualidad: "lo personal es político".
A 54 años del Cordobazo, Fulchieri manifiesta la necesidad de “revisitar”, con perspectiva de género, ese momento clave de la lucha obrero-estudiantil en nuestro país.
—¿Cómo surge la intención de recuperar a las mujeres del Cordobazo?
—La intención nace al unir mis grandes pasiones: la historia, la memoria, la fotografía y el género. La veta es tomar la memoria pero no cristalizada, sino tratando de ahondar sobre la memoria de lo pendiente. ¿Qué es aquello de lo que nunca se habló, de lo que no hay libros o películas? Las memorias de las mujeres, de lxs afrodescendientes, de lxs aborígenes, de las disidencias sexuales, de la clase subalterna quedan fuera de la historia oficial. A partir de Ni Una Menos y de cada feminicidio, una se va radicalizando y va queriendo hacer algo con eso. Estos trabajos empezaron con una indignación pero indignarme no me llevaba a nada.
—¿Qué cosas le generaban indignación?
—La gran indignación que tuve es que en el Archivo General de la Nación no hay fotos de mujeres en el Cordobazo, de mujeres en esa época, de las obreras y estudiantes de los años 70. Los chicos que me atendieron me dijeron: “Tenga presente que acá se guarda la memoria de la nación. Si lo que usted busca no está, quiere decir que a la nación no le interesó guardar esas memorias”. Eso supone búsquedas y temáticas que están esperando que salgamos a buscarlas y que las aportemos a esta gran contribución que está haciendo el feminismo o los feminismos, que es una mirada diferente: no quedarse con la historia oficial y revisitar el pasado. La historia oficial fue escrita por varones de clases acomodadas o burguesas u oligárquicas, varones heterosexuales y de Capital Federal. Hay raras excepciones donde las historias se cuentan desde los márgenes.
—¿Cuál fue la historia oficial que se contó sobre el Cordobazo?
—En el imaginario colectivo de las generaciones que sucedieron al Cordobazo, se sabe que hubo mujeres pero no sus historias. Esa foto no se vio. El Cordobazo pasó a la historia como una gesta de varones.
—¿Cómo llega usted a las mujeres del Cordobazo, a recuperar sus relatos?
—Buscando archivos, mirando las mujeres que había en las fotos, preguntando si las conocían. Así encontré a Nené Peña, una trabajadora bancaria de esa época. Ella amplió mi mirada porque yo pensaba que en el Cordobazo había mujeres ligadas a los trabajos del cuidado, maestras, enfermeras o trabajadoras de casas de familia. También sabía de las trabajadoras de los frigoríficos o del caucho. Lo que no sabía era una parte muy importante, que es que muchas de ellas eran menores de edad que no estaban agremiadas y trabajaban en condiciones paupérrimas. Por ejemplo, en las fábricas de vidrio tenían riesgos físicos tremendos. Trabajaban sin guantes, expuestas al calor de los hornos, no tenían salones de comedor y tenían impactos en su salud. Las obreras de la industria del calzado trabajaban hasta 18 horas y comían en los baños porque no tenían comedores. Todo lo que cuentan estas mujeres en el libro le da una textura de género a esta gesta que creo que por eso convoca a públicos variados.
—¿Qué implicaba ser mujer y obrera en ese momento?
—Para la mayoría, empezar a pensar en una autonomía. Algunas empezaban a trabajar para hacerse un lindo ajuar. Otras lo hacían porque eran muy chicas y quedaron huérfanas o con padres ausentes y se vieron en la necesidad de, a los catorce años, emplearse para poder bancar la olla a los hermanitos. Para otras, resultaba una manera interesante de militar. Algunas venían de familias muy militantes y acompañaban a sus padres, a sus madres en las reuniones, en las asambleas. Entonces se proletarizaron y se metieron en fábrica para tratar de hacer concientización. Muchas obreras de izquierda eran estudiantes que en vez de decidir trabajar en lo que recibían, iban a la fábrica y militaban. Algunas provenían de la Universidad Católica: traían consigo la doctrina social de la iglesia, estaban ligadas a la Teología de la Liberación y a los curas del Tercer Mundo.
—Pensaba en la politicidad de las imágenes, porque a veces se entiende a la imagen como el reflejo de lo que pasó pero en realidad la imagen selecciona, muestra pero también oculta cosas.
—Para mirar una fotografía, hay que desestructurarla, ver qué hay, ver qué no hay, por qué no está lo que no está. Son interrogantes que me llevaron a pensar por qué en el Archivo General de la Nación no estaban las mujeres del Cordobazo. Entonces pensé: “Si la Nación no tiene estas memorias, incorporemos estas memorias”.
El libro de Fulchieri inspiró el documental audiovisual "Las brujas del Cordobazo", dirigido por Luciana Dadone y Andrés Dunayevich. Allí, como en el libro, cuentan su historia las militantes Soledad García Quiroga, María Cristina Salvarezza, Lina Averna y Susy Carranza.
Sara Astiazarán
Entre las mujeres que movilizaron el sentir militante y profesional de Fulchieri, se encuentra Sara Astiazarán, fundadora del SinPeCaf (Sindicato del Personal de Casas de Familia de Córdoba) y mujer decisiva en organización de la marcha y el paro del 29 de mayo.
Sara, que había nacido en Corrientes en 1917, era monja de la Orden de las Carmelitas y enfermera. Trabajó durante años con los obreros de las caleras de Malagueño, al este de la capital cordobesa. Los obreros realizaban sus tareas en condiciones muy precarias y por eso tenían muchos problemas de salud. La cal se les pegaba a los pulmones.
Fulchieri explica que la cúpula de la Iglesia Católica "no tenía muy bien vista a Sara, por ejemplo porque usaba pantalón". Y los dueños de las caleras "la tenían en la mira porque asistía a los obreros, los organizaba y les hacía conocer sus derechos". Por subirse a una moto con uno de ellos, yendo a asistir a su familia, el Arzobispado de Córdoba le pidió explicaciones, acusándola. Ofendida por la situación, la mujer decidió dejar los hábitos.
Radicada en Córdoba —relata Fulchieri— comenzó a averiguar quiénes eran las trabajadoras que peor la pasaban. Eran las empleadas domésticas. "Las empleaban para cocinar y les hacían cuidar a los chicos, a los enfermos, hacer jardinería, dejar comida hecha para el otro día, limpiar, lavar, planchar... Las empleaban para cuidar niños, pero mientras los niños dormían les hacían hacer muchas tareas más, todo por la misma plata. Tampoco les daban comida", dice la periodista.
Cuando Sara se entera de esa situación, decide trabajar como empleada doméstica y vivir en su propio cuerpo lo que pasaban esas mujeres. Se entera de que todas salían más o menos a la misma hora y que esperaban el colectivo en una placita del barrio Vélez Sársfield. Allí empieza a conversar con ellas, mientras esperaban el ómnibus, sobre las cosas que tenían que cambiar. Así surgió el sindicato.
Agustín Tosco se entera de esto y comienza a invitarla a los congresos de la CGT. El día que se resolvió si el paro del 29 iba a ser sólo paro o paro y movilización, ella pudo votar: "El voto de Sara decidió que fuera lo que fue: paro y movilización".
Sara falleció en 2007, a los 80 años.