Una mirada sobre "Esencia Guastavino, tu corazón su casa", la puesta sobre la vida de Carlos Guastavino, en su función única realizada en el Teatro Municipal.
Pablo Tibalt, con la colaboración de Josefina Bertoli, plantea en esta versión teatral de la vida de Carlos Guastavino, una visión en la cual los personajes, que conforman la historia que se narra, poseen la vigencia siempre efectiva de poder utilizarse como elementos dramáticos para reflejar no sólo el pasado sino también el presente de una gran figura. “Esencia Guastavino…” es una pieza de potente vibración dramática que, construida con inteligencia y sin concesiones, permite acceder al pensamiento de uno de nuestros grandes músicos.
En este marco de referencia, la obra se sitúa dentro de un teatro evidentemente musical que incita a la reflexión y a veces hasta la polémica, sin aproximarse a un panfleto. Sus hacedores han sabido elaborar un consistente trabajo en el cual la música contribuye a que el espectador asista con atención a un espectáculo teatral riguroso. El punto de partida es la vida de Carlos Guastavino. La esencia del texto tiende a establecer un paralelo constante entre pasado y presente, a partir de frases y diálogos de medida significación, por momentos vertidos con ciertas dosis de ironía para mostrar al espectador, casi de una manera didáctica, que a veces la historia se repite.
La pieza ofrece elocuentes frases. La imagen de Guastavino está trazada siempre desde un plano humanista. Prolijamente, la memoria almacena todos los recuerdos. Los guarda para que irrumpan en la conciencia en determinados momentos. No siempre aparecen en las circunstancias más oportunas, porque ellos habitan una jungla gobernada por sus propias leyes. A regañadientes, algunas veces el presente convoca los recuerdos y suele convertirlos en conductas. Esas conductas, reminiscencias infantiles que suelen ser encubridoras de situaciones y sentimientos, se imponen al individuo modificando su relación con los demás.
La puesta de la directora Mariana Mosset se adaptó con extrema eficiencia al texto, tratado con el mayor cuidado en la transmisión de imágenes. Su ritmo es sin altibajos, algo especial en propuestas de este tipo. Tal vez el final aletarga la totalidad, pero es algo que se puede rever. La dirección actoral ha sido trabajada minuciosamente, ya sea a través de lo gestual o en la forma de expresar cada palabra del texto.
Eduardo Fessia está perfecto como el Guastavino mayor. Posee la elaboración necesaria que esta versión necesitaba. El actor se explaya con un histrionismo y una entrega de excelentes resultados. Pablo Tibalt compone a su Guastavino con una indisimulable entrega y una minuciosidad casi artesanal, haciendo que su labor resulte conmovedora. El niño Ceferino Rodríguez Ibañez aporta frescura y expresividad al Guastavino pequeño. Lilia Salsano asume con corrección su personaje.
Osvaldo Pettinari ha gestado un dispositivo escénico que se adapta a la idea central. Su vestuario es de buen gusto y excelente realización. Son soberbios los peinados de Ignacio Estigarribia; es de muy buen nivel la asistencia de dirección de Antonella González y precisa, sólida y brillante la dirección de Mariana Mosset. No es común que un equipo logre tan bellos resultados. Por si no fue dicho aún, la música de Carlos Guastavino es soberbia.