Aunque a muchos les cueste admitirlo, la despedida del futbolista transita por un camino que no tiene retorno. La vida de Lionel ya se emparenta más con la de un padre y pareja que quiere ser feliz.
El pasado 7 de junio, casualmente el Día del Periodista, Lionel Messi le daba de comer a toda la prensa del mundo. El rosarino, a través de una entrevista, sacudía al planeta fútbol cuando confirmaba que se iba a jugar al Inter Miami. El mejor jugador del mundo abandonaba Europa: no sólo dejaba al PSG sino que tampoco estaba dispuesto a dar más vueltas con el club de su vida, Barcelona.
Más allá de la tensa relación del futbolista y su representante (Jorge Messi) con la directiva del club español, más precisamente con Joan Laporta, la noticia más destacada para los catalanes era que el final de la Pulga no sería con el club que lo vio nacer.
Messi, en un par de notas exclusivas con los diarios Sport y Mundo Deportivo, le decía al mundo que estaba dispuesto a dar un giro de 180 grados en su carrera. El mensaje era muy profundo: el que estaba sentado dando una de las entrevistas más importantes de su vida era el Lionel padre de tres hijos, el compañero de Antonela, el laburante que quiere darle más importancia a la vida y menos al trabajo. “Tomé la decisión de que voy a ir a Miami. Si no salía lo del Barcelona, quería irme de Europa, salir del foco y pensar más en mi familia”, expresó.
Salir del foco, de eso se trata. El foco de Messi siempre fue el fútbol. Desde sus primeros años, desde los primeros goles con la camiseta naranja en Grandoli (su primer club en la zona sur de Rosario), desde sus inferiores en Newell´s, desde el frustrado paso por River, desde la somatotropina (la droga que se aplicó durante la niñez para suplir una hormona del crecimiento que su cuerpo no producía naturalmente), desde que apareció Barcelona para tentarlo a cruzar el Atlántico. Desde toda la historia catalana que ya sabemos dónde terminó: en la cima del mundo.
El foco del jugador de fútbol profesional ya no es tal. Lionel quiere explicar que la foto permanente donde el centro es el futbolista empezará a cambiarla por la foto familiar. Antonela, su eterna compañera, sus hijos Thiago (9), Mateo (6) y Ciro (4) son su foco. La familia hoy es su mejor y más importante equipo.
Para entender mucho más sobre la decisión y el famoso “foco” de la vida de la Pulga hay que retroceder a la nota del 7 de junio y encontrarse con estas palabras: “Fueron dos años en los que no era feliz, no disfrutaba, y eso afectaba mi vida y mi familia, me perdía mucho de la vida de mis hijos en el cole. En Barcelona los iba a buscar, aquí lo hice mucho menos, compartía menos actividades con ellos. La decisión pasa por ahí también: para reencontrarme, entre comillas, con mi familia, con mis hijos, y disfrutar del día a día. Tuve la suerte de conseguir todo en el fútbol y ahora va un poco más allá de lo deportivo, que también me interesa y mucho, pero mucho más lo familiar”, dijo entonces. Hay otra frase que explica —aún más— la situación: “Si hubiese sido una cuestión de dinero, me hubiese ido a Arabia o a otro lado, mi decisión pasa por otro lado”.
Messi, en pocas palabras (nunca fue de muchas), sintetizó lo mal que la pasó en Francia. En estos últimos dos años se encuentra otra clave para entender la salida de las grandes ligas. Como se saca de encima tantos marcadores, ahora también gambetea la presión.
Barcelona, más que un club
En el medio de la salida de París, la decisión de enfocarse en la familia y el arribo a Miami para jugar en una liga menor (MLS), está el frustrado regreso a Barcelona. No volver al club catalán no es sólo eso. Barcelona es club, es su fútbol y es la ciudad de la familia. Lionel llegó con su papá en septiembre de 2000, y comenzó la historia de un vínculo plagado de éxitos. Esa conquista atravesó el fútbol y su propia vida como adolescente, joven y adulto. Llegó a Barcelona con 13 años y se fue 21 años después.
El ejercicio de cualquier admirador de Messi en estos días es humanizarlo, bajarlo de la estatua, borrarlo del mural, quitarlo de las remeras, sacarle todos los trofeos. Si logran conectar con el ser humano deberían pensar en la vida de un pibe que se fue de un barrio de clase media baja de Rosario a una ciudad europea para jugar al fútbol. Llegó solito con su papá y en Barcelona le brindaron todo: su tratamiento de salud, un alojamiento familiar, educación y todo lo que se imaginen para preparar a un gran futbolista. El pibe creció, el tratamiento funcionó, la escuela secundaria también, el noviazgo con aquella pibita del barrio se transformó en una familia de cinco integrantes y la madurez llegó a los 36 años que cumple este 24 de junio.
De aquel pibito de 13 años a este señor de 36 pasaron 33 años, solamente dos los residió en otra ciudad (París). Barcelona es más que un club para Messi, por eso es tan importante para todo su círculo familiar.
“Obviamente que sí me gustaría estar cerca del club. Es más, voy a vivir en Barcelona. Es una de las cosas que tenemos clarísimo con mi mujer, mis hijos. Ojalá, no sé en qué momento ni qué ni cuándo, pero ojalá algún día pueda aportar algo al club y ayudar porque es un club que amo, como siempre dije. Agradezco el cariño que tuve de la gente durante mi carrera y me gustaría estar otra vez acá”, dijo en una de las partes más emotivas de la entrevista.
Algunos en Barcelona no le quisieron abrir del todo la puerta, de eso ya se habló mucho y el capitán argentino también se expresó. Pero para el rosarino eso es pasado y es parte de un dolor que tendrá que sanar. La sanación está en buscar la felicidad en la intimidad de su familia.
Retirada a lo campeón
Lionel Andrés Messi empezó a despedirse a los pocos minutos de terminar la final en el Mundial de Qatar. Su mirada buscaba el palco donde estaba su familia y, una vez que encontró a Antonela, en sus labios comenzó a leerse: “Ya está, ya está”.
Messi hoy es un poco más explícito, dice “ya está” en los medios de comunicación, aunque siga jugando con la Albiceleste, aunque en unos días empiece a jugar en una Liga de más negocios y de menos vuelo futbolístico.
Sólo se trata del tiempo: eso tan abstracto que no tiene tecnología para detenerlo, es la historia de un futbolista que también tiene la sabiduría de saber jugar y rendirse ante ese eterno adversario de la vida.