Terminó el Mundial para Argentina y quedaron sensaciones ambiguas. Aún se debaten las acciones del crecimiento y lo que no pudo ser. Analizamos un proceso que va más allá de un resultado adverso.
A principios de octubre de 2017 publicábamos una nota que llevaba como título A las chicas no les dan pelota. Y destacábamos: “Viáticos de risa, traslados humillantes, instalaciones paupérrimas: ante tanta indiferencia y desidia por parte la AFA, las jugadoras de la Selección Argentina se plantaron en un paro”. Aquel artículo fue la génesis de lo que al poco tiempo se convertiría en La Diez, la web de fútbol femenino.
El pedido de las jugadoras argentinas estaba atrasado un siglo con respecto al fútbol de Messi. En julio de 2017 la selección femenina retomó las prácticas en el predio de Ezeiza, pero la falta de pago por parte de la AFA derivó en una decisión drástica: no entrenar más. A la medida la hicieron pública en septiembre, a través de una carta que publicaron en las redes sociales.
¿Qué reclamaban? Esencialmente, tres cosas: el pago de viáticos, una cancha de césped natural y dormir en un hotel cuando viajan. La gota que había rebalsado el vaso fue el viaje del 30 de agosto de 2017 a Montevideo. Luego de dos años, un mes y 12 días, la selección enfrentaba a su par uruguaya. Para llegar al otro lado del Río de La Plata viajaron entre las 4.00 y las 9.00. Y una vez llegadas al puerto de Montevideo esperaron el partido durmiendo en un colectivo. El encuentro se jugó ese mismo día a las 15.30, en el estadio de Defensor Sporting. Argentina ganó 3 a 0.
"Nuestra disciplina arrastra problemas estructurales de larga data: no se puede practicar un deporte cuando no se cuenta con recursos básicos", detallaba el comunicado difundido por las jugadoras a través de las redes sociales.
Sin contexto no hay camino
Para entender el presente del seleccionado argentino es necesario ir al pasado. Hay que escribir con el contexto en la cabeza, sobre todo cuando se trata de un proceso colectivo. El contexto exige entender qué pasó, cómo se transcurrió desde aquel paro del 2017 al presente Mundial, qué queda de esta incursión por Nueva Zelanda, y a partir de ahora saber observar cada uno de los pasos por dónde irá a caminar nuestro fútbol femenino.
El camino es la palabra que sirve como metáfora para entender todo lo que hay por recorrer, y en esa senda Florencia Bonsegundo dejó una frase certera y dolorosa: “No vamos a mentirnos, el fútbol femenino sí que ha crecido, pero el resto creció el doble y seguimos detrás”.
La referencia al pasado y presente que hizo la jugadora de Morteros es el mejor disparador para detenerse, analizar y proyectar para no quedarse en un “detrás eterno”.
El agua bajo el puente
De aquel septiembre de 2017 a este agosto del 2023 pasaron muchas cosas importantes. En 2018 Argentina volvía a las competencias internacionales para jugar la Copa América en Chile. Practicando muy poco y casi con las mismas falencias de los años anteriores la Albiceleste participó y ganó un lugar en el repechaje para ir al Mundial 2019. Pero la Copa América de Chile dejó más que una posibilidad deportiva, dejó una foto icónica, todas con la mano derecha en la oreja y con una consigna clara: “Queremos ser escuchadas”.
Ese retrato y los reclamos permanentes se hicieron escuchar, para la AFA ya era un ruido bastante fuerte. El acercamiento del presidente, Claudio Tapia, no demoró demasiado en llegar.
En noviembre se jugó el repechaje ante Panamá en cancha de Arsenal, ese día maravilloso también fue otra fecha importante, no solo aparecieron las primeras fotos de Tapia con las jugadoras, en esa jornada aparecieron más de diez mil personas en las tribunas. Estaban las jugadoras de hoy en el césped y las eternas Pioneras alentando. Fue otro acto de quiebre, de esos que marcan tendencia. Esa tardecita Argentina goleó a Panamá y a los 20 días empató de visitante para volver a meterse en una Copa del Mundo, algo que no hacía desde el año 2007.
Un grito de Santa Fe
Mientras tanto empezaba a escucharse la voz de la futbolista Macarena Sánchez, ella fue una impulsora del proyecto de profesionalización y visibilidad del fútbol femenino argentino. La dirigencia de UAI Urquiza -donde jugaba- le hizo pagar caro sus reclamos y la santafesina recibió graves amenazas a través de las redes sociales.
La potencia de los reclamos de “Maca” se multiplicaron en miles de voces, alcanzaron una iniciativa histórica y a partir de marzo de 2019 el fútbol de Primera División de AFA se hizo “semiprofesional”. De ahí en adelante al menos ocho jugadoras deben tener un contrato firmado con la institución que representan.
Francia 2019
Con ese impulso interno Argentina llegó al Mundialde 2019. El objetivo era sacar el primer punto en la historia de los Mundiales, ya que la Albiceleste había jugado dos y perdió todos los encuentros en cada uno de ellos. En 2019 el cruce fue con Japón, Inglaterra y Escocia, un empate, una derrota y un empate histórico (perdía 0-3 y terminó 3-3). El objetivo se cumplió, pero la cuestión de fondo fue el cómo se cumplió.
Carlos Borrello fue el DT de Argentina durante 20 años, el entrenador que dirigió los tres primeros mundiales del seleccionado mayor, pero en ninguno de esos se pudo ver un crecimiento competitivo, y esa es la razón por la cual Estefanía Banini y otras compañeras alzaron la voz del crecimiento.
Esos reclamos intentaron disuadirlos con las “no” convocatorias al Panamericano 2019 en Lima. “Desde los 5 años entrenando para defender la celeste y blanca. Luchando desde mi lugar por la igualdad sin discriminaciones. El cuerpo técnico decidió dejarme afuera”, escribió Banini. “Ellos quienes son los únicos que cobran, ellos que por tener diferencias han decidido darle un punto final a mi sueño de defender a la más linda. El motivo de esto es muy simple: se habló con todo el equipo que viajó al Mundial ya que pensamos que ellos no están a la altura de lo que pretendemos. Queremos el crecimiento real del fútbol femenino, queremos estar a la altura de las potencias”.
La capitana fue bien clara: “Queremos personas capacitadas con experiencia suficiente para aprender de ellos y no que al salir a jugar nos digan “nos defendemos porque no me quiero comer 11 de nuevo”. Ejemplos como ese sobran y son lamentables”.
Florencia Bonsegundo, Ruth Bravo, y la santafesina Belén Potassa, publicaron casi en el mismo momento textos que tenían el mismo espíritu.
La era Portanova
“Chiqui” Tapia leía y escuchaba. Los reclamos de aquella carta donde las jugadoras hablaban de “problemas estructurales” la AFA empezaba a darle forma con proyectos. En julio de 2021 le dieron de baja a Carlos Borrello y de alta a Germán Portanova. Con el ex entrenador de UAI Urquiza llegó la armonía, expuso su idea y las jugadoras aceptaron el plan.
A fines de marzo de 2022 se terminaba el castigo para Banini, la mejor jugadora de las nuestras volvía a ser citada para la Selección Nacional después de 1000 días. En AFA empezaron a trabajar para concretar amistosos de mayor nivel, construyeron un vestuario para los planteles femeninos y comenzaron a ponerse a disposición del salto de calidad que pretendía el nuevo cuerpo técnico.
Después de Colombia
La buena comunión, en líneas generales, se consolidó en la Copa América. La idea de juego, las formas de conducción grupal y la clasificación al Mundial fue determinante para que el plantel llegase al 2023 con muy buena energía.
En un mano a mano con La Diez, en el mes de febrero se le preguntaba al DT argentino:
—¿Cuál es el objetivo que se propone Argentina para el Mundial?
—Aclaro que el objetivo real es el crecimiento del fútbol argentino, si un técnico se propone solo resultados se va a frustrar muy rápido. El cuerpo técnico se propone poder competir, plantarnos contra estos tres rivales del Mundial de una forma digna, y recién después poder sacar resultados. Queremos ganar un partido en el Mundial, que ya sería algo histórico y después soñar con pasar de ronda. Desde los sueños vamos por lo máximo, pero hay que decirle a gente que estamos en crecimiento e informarle la magnitud que tienen los rivales que vamos a enfrentar.
¿Y qué dejó el Mundial?
Ileana Manucci, enviada especial a Nueva Zelanda y Australia, y compañera de ruta en La Diez, a las pocas horas de la eliminación escribía: “Acaba de finalizar un sueño. Porque a eso vinimos, a ver a la Selección Argentina cumplir un sueño, un objetivo. Estuvimos cerca y eso parece doler más. Estuvimos cerca contra Italia y se perdió sobre el final. El equipo dio una muestra de carácter tras un mal primer tiempo y le remontó un 0-2 a Sudáfrica, partido que también podría haber ganado si se jugaba un poco más. Y en el cierre, ante el rival más difícil, ante una potencia candidata al título, la Selección planteó un buen partido, inteligente, donde logró acortar la brecha que, en la previa, parecía gigante”.
Falto un poco más, y en ese “poco más” es donde hay que trabajar mucho. “Hay una identidad o una forma de pararse en la cancha que comienza a aparecer en el equipo y eso es sentar bases para lo que vendrá. Eso implica, consecuentemente, que los frutos de este trabajo puedan no verse ya, ahora, acá en Nueva Zelanda”, escribía Manucci desde el otro lado del mundo. Y ahí es donde hay que volver a lo que expresaba Bonsegundo: “No vamos a mentirnos, el fútbol femenino sí que ha crecido, pero el resto creció el doble y seguimos detrás”.
Estamos en un proceso de crecimiento, eso se vio y se reconoce, pero ahora es el momento de acelerar, ahora la AFA y cada uno de los clubes (con más responsabilidad los que tienen mayor infraestructura) deben apoyar y estimular para acercarnos a ese partido a ganar en un Mundial.
Mientras tanto, aunque duela, las jugadoras con mayor futuro se tienen que ir a jugar a Ligas más desarrolladas, donde adquieran un mejor estado físico y un roce internacional acorde para pelear los partidos con “la nuestra”. Porque “la nuestra” existe, es fútbol asociado, con pelota al piso, es la gambeta de Estefi Banini, la de Dalila Ippolito y la que puede mejorar Yamila Rodríguez.
El Mundial dejó el dolor de la despedida de dos grandes jugadoras adentro de la cancha y dos luchadoras afuera. Banini y Bonsegundo ya tienen su monumento, seguramente se cansaron de luchar contra una parte de la dirigencia y un cuerpo técnico del pasado, pero ellas dejan un legado muy importante, que es el de dar siempre más, pelear por lo que se considera justo y valioso en todos los terrenos.
"Queríamos pasar y quedar en la historia. Pero estuvimos a la altura. Nadie nos pasó por arriba", dijo Portanova cuando arribó a Ezeiza. Estamos de acuerdo con la frase, pero ahora es donde hay que exigir más, necesitamos más porque sabemos que tenemos más. Es la hora de trabajar más duro, de fortalecer nuestras juveniles en todos los niveles del fútbol femenino argentino, debemos exprimir ese potencial para gozar, en un futuro no muy lejano, de esas victorias que no quieren llegar.
Y en la pregunta sobre qué dejo el Mundial para Argentina, también hay que responder con un hecho concreto, dejó un partido para jugar en septiembre contra Japón. La aceptación del encuentro por parte de la Federación Japonesa es una clara señal ese paso adelante que se dio en Nueva Zelanda, aunque todavía no lo podamos disfrutar.
El famoso “roce con las potencias” es parte del camino a recorrer, por ahí se busca el nivel, ahí tiene que elevarse la vara que nos exigen nuestras heroínas en retirada.
“Empiezo por el final”
El viaje de La Diez a su segundo Mundial es la consecuencia de aquella nota del año 2017. Ese artículo que destacaba al comienzo de esta página fue la semilla que a los pocos meses dio un fruto que se transformó en un sitio web de fútbol femenino.
Así nació La Diez, con la noticia de un grupo de futbolistas que pedían reconocimiento e igualdad, y para quienes hacemos esta cooperativa de trabajo periodístico se transformaría en un eje temático que jamás abandonaremos.
Hoy, cinco años después, podemos decir con mucho orgullo y esfuerzo que somos testigos directos de un proceso en ebullición, que tiene mucho para aprender y crecer.
Hoy, con el avión de Aerolíneas Argentinas que nos regresa a nuestro suelo, podemos volver del otro lado del mundo con el agrado de cubrir un Mundial por segunda vez consecutiva. Una vez más nuestros medios autogestivos cumplieron con sus sueños, tan hermosos y grandiosos como jugar a la pelota con tu hija mientras relata que “va Banini, y sigue Banini, y patea, y va, y goooooool de Argentina, golazooooo de Banini”.