El desempeño de Bregman en este primer debate presidencial tuvo dos aspectos sobresalientes: la desfachatez, entre tanto discurso coacheado y almidonado, y la defensa a ultranza de las consignas de Memoria, Verdad y Justicia.
Hay una suerte de solidez, de aplomo, que sólo se consigue en un lugar: en interminables asambleas en la facultad, en una fábrica, en un sindicato. Esa rapidez que se practica cuando tenés tan sólo un microsegundo para empezar a hablar antes de que tu compañero te robe el momento que tenés para opinar, es la que tiene para regalar y repartir Myriam Bregman.
Su buen desempeño en el debate no puede resultar novedoso para quienes seguimos su carrera en legislaturas, cámaras de diputados o incluso sets de televisión. Pero Myriam no vino a la tele a hablarnos a nosotros, vino a aprovechar los cuarenta puntos de rating para llegar a un público al que, hasta ahora, las propuestas de la izquierda le resultaron esquivas.
Aunque a fin de cuentas, tiró muchas consignas y pocas propuestas.
Hizo dos cosas muy inteligentes: plantear, desde su primera intervención, el “Insaurralde-gate”, pegando al escándalo del momento no sólo a Sergio Massa si no también a Patricia Bullrich, y se guardó sus derechos a réplica para la categoría “DDHH y convivencia democrática” monopolizando así un tema que le resulta cómodo, y donde pudo confrontar rápidamente con Javier Milei. Eligió sus batallas, y las ganó a fuerza de usar un lenguaje simple y sin muchas vueltas. La chicana, específicamente, se le da con mucha facilidad.
Desde el comienzo, eligió hablarle a los trabajadores y particularmente a las mujeres, dos ejes de votantes que el FIT en general y Bregman en particular saben que pueden sentirse interpelados por sus propuestas. En cierto sentido, se sumó también ese discurso que pone a todos los políticos en la misma bolsa, una jugada que puede acercarse a veces peligrosamente al discurso de “la casta” que pregona Milei. “Los vas a escuchar pelearse pero están todos involucrados en el escándalo de la Legislatura porteña”, comenzó.
Su primer derecho a réplica, sin embargo, fue direccionado a Javier Milei: “No es casta, pero hace alianzas con Barrionuevo. No es casta, pero le arma las listas Sergio Massa. No es casta, pero lleva a una vicepresidenta de la casta militar. No es casta, pero ya se mudó a un barrio privado, como muchos de los políticos que él critica. Milei es un empleado de los grandes empresarios que han ganado millones en estos años, algunos viviendo del Estado, y con él esperan ganar mucho más. No es un león, es un gatito mimoso del Poder Económico”.
Esta última frase, por supuesto, fue el primer momento memeable de la noche.
El eje económico fue quizás el punto más flaco de Bregman, al menos en términos de propuestas o intercambio de ideas. Su discurso giró en torno a las políticas de Massa, con alguna alusión a los años macristas: “Sí, vamos a la verdad. Hay tres cosas fundamentales que el ministro Massa oculta. La primera, que fue él el que garantizó que se apruebe el acuerdo con el fondo en el Congreso. La segunda, que el FMI le pidió una devaluación, él se la dio y llevó una inflación de más del 12% mensual y sabe que vienen más. La tercera, que el presupuesto que mandó para el año que viene ya lo ató al Fondo Monetario, es decir, Massa ya firmó que vamos a ser todos un poco más pobres. Ya la pobreza es del 40% y le quiero agregar una cosa al señor ministro, no hay soberanía con la bota del FMI sobre nuestras cabezas. Esos datos matan cualquier relato”.
Los remates de sus alocuciones fueron siempre el punto más jugoso de sus discursos. Hay que decir que a todos se los notó medidos, coacheados, leyendo incluso las respuestas más simples. En los breves lapsos en los que Bregman se desprendió del libreto pre-armado, logró brillar con la simpatía de esa profe del secundario copada que te daba para leer García Marquez por primera vez. Poco explotada su desfachatez, que es innata, y que le da ventaja frente a tanto candidato que quiere chicanear y no sabe ni por dónde arrancar.
Sí, específicamente hablamos de Milei.
El punto fuerte de su discurso dentro de la temática “Educación” tuvo que ver con correr por izquierda (nunca mejor dicho) ciertas declaraciones que que los candidatos preopinantes hicieron sobre las nociones del “presentismo” y de las huelgas docentes que, bajo su criterio, tienen incidencia en la calidad educativa de los alumnos. Sobre esto, Bregman expresó que “Si la educación sigue en pie, es gracias al esfuerzo cotidiano de la docencia, donde la mayoría son mujeres y son ellas las que se hacen cargo todos los días de los problemas que los pibes y las pibas llevan al aula”. Fue, además, la única que llevó la agenda de género al debate: se tómo el tiempo para advertir “vamos a defender la educación sexual integral obligatoria. Porque, entre otras cosas, sirvió para identificar numerosos casos de abuso en niños, niñas y adolescentes. Y también para respetar la diversidad sexual”
El eje “DDHH y convivencia democrática” fue su momento de gloria. Reivindicando su rol como abogada en causas de Lesa Humanidad, recuperando la figura de los 30.000 desaparecidos, eligió en una primera instancia usar su derecho a réplica para cuestionar a Patricia Bullrich: “¡Bullrich hablando de convivencia democrática! ¿Y Santiago Maldonado? ¿Y Rafael Nahuel, asesinado por la espalda?”, arrancó. La siguió remarcando que el modelo de Bullrich sólo cierra con represión, y que la Izquierda estará siempre en la calle acompañando los reclamos populares. Con Javier Milei fue aún más dura: “Cuando él habla de libertad, habla de la libertad de despedirte sin indemnización, para poder bajar salarios, todo lo que el mercado quiere. Aunque te mueras de hambre, o tengas que vender un bracito para llegar a fin de mes. La libertad para él es “si querés salud, pagatela”. Hasta defiende la libertad para contaminar los ríos. En definitiva, la libertad para Milei es sálvese quien pueda. Milei ensucia la palabra libertad. Por eso, mientras haya desigualdad social, la libertad será sólo para los ricos. Esos ricos, esas clases dominantes que fueron capaces de imponer una dictadura y de un genocida en nuestro país”.
El segundo momento memeable de la jornada vino con la réplica de Bregman a Milei, que la tildó de “comunista”, y acusó a ese espacio político de asesinar a 150 millones de personas. La sonrisa de Bregman antes de responder fue probablemente el momento más genuino de la noche: “Javier Milei, yo no sé si eso te lo dictó Macri o el Rincón del Vago, pero la verdad que es falso, es una fake news de características enormes que se repite, pero no porque se repita mucho en las redes sociales, pasa a ser verdad. Acá le quiero hablar a la juventud: inventan estas cosas porque él tiene que ocultar que defiende a ultranza a un sistema capitalista donde el 30% de la comida que se produce se tira mientras los pibes y las pibas se mueren de hambre, defiende un sistema basado en el robo del trabajo asalariado. Yo soy socialista, Javier Milei, defiendo otra cosa: defiendo que todos los recursos de la economía se puedan planificar en función de las necesidades sociales y no de un puñado de ricos que son los que vos defendés”.
Interpelada por Sergio Massa sobre qué haría en un supuesto ballotage, Bregman repitió el discurso que la izquierda sostuvo en situaciones anteriores: “No pueden vivir encerrando a todo el mundo en esa rosca permanente”. Es decir, llamarían a votar en blanco. Cosa que en contexto quizás sea bastante más difícil de lo que fue en 2015.
Sobre el cierre, volvió sobre el eje de los Derechos Humanos, y dejó planteada una punta de la que puede llegar a ser su gran estrategia para el segundo debate: la bandera de los derechos laborales, esos a los que ningún candidato hizo referencia en sus distintas alocuciones. Sobre esto, esbozó: “Peleamos por construir una sociedad sin ningún tipo de explotación, sin ningún tipo de opresión. Nos ves en cada lucha. Este 22 de octubre, demostremos que somos muchos, que somos muchas las que no queremos que los trabajadores sigan perdiendo”. Cerró, con buen timing, apelando a un discurso de esperanza que hasta ahí había capitalizado Milei: “No te resignes. Votá con tus convicciones. Vamos por la izquierda en todo el país, en las calles y en el Congreso. Y una cosa más, son 30.000 y fue un genocidio”.
Difícil es medir cuánto de todo esto sirve para su próximo desempeño electoral. Lo concreto es que por fuerza, convicción y consignas que interpelan a esa fracción de electorado que sigue sintiendo que en esta elección no hay verdaderas propuestas progresistas, su discurso fue el que se escuchó al menos sin fisuras. Bregman es, en estas instancias, siempre necesaria. Su agenda, hoy, hubiera desaparecido en su ausencia. Le faltó rock. Cosa que, sabemos, a la “Rusa” le sobra.