Ningún tema complejo puede ser explicado de forma sencilla. Por esta razón, un reciente estudio de CELIV-UNTREF sobre homicidios en Argentina es imprescindible para debatir sobre inseguridad.
La inseguridad es una de las problemáticas fundamentales en la agenda política. Tal vez quienes habitamos la provincia de Santa Fe hasta lo sentimos más urgente en mayor o menor medida. Está instalada como temática de debate social y político, y muy discutida durante el debate presidencial.
Con discursos en circulación de “mano dura”, baja de edad de imputabilidad, libre portación de armas, fin del “garantismo”, más educación e inclusión, menor desigualdad y prevención y tratamiento de consumos problemáticos, la oferta de interpretaciones sobre el modo de abordar la inseguridad es muy variopinta. Para empezar a reflexionar, considero pertinente reconocer mi desconocimiento en metodologías de abordaje de la política de seguridad. Me orienta en mis posicionamientos un sentido común influido por quienes creemos en una sociedad más igualitaria, con mayor inclusión y mejores posibilidades. Sin embargo, no hay que dejar de reconocer que el sentido común es engañoso, así como también que los gobiernos más progresistas han estado más en tensión con los discursos sobre la inseguridad y cómo abordarlos.
Semanas atrás fue publicado un reciente estudio sobre homicidios en la Argentina 2001-2021, realizado por el Centro de Estudios Latinoamericanos de Inseguridad y Violencia CELIV-UNTREF, a cargo de Marcelo Bergman junto con Juan Ambrogi, Matías Bruno, Gonzalo Croci y Eduardo Preguer. En este informe pormenorizado sobre los homicidios en Argentina en comparación con la región se hallan una serie de cuestiones relevantes para analizar cuando hablamos de inseguridad.
Si bien es un fenómeno complejo, con diversos componentes y factores, el estudio arroja información relevante para la discusión sobre uno de sus eslabones: los homicidios dolosos. Fundamentalmente, la investigación de CELIV-UNTREF es muy relevante para discutir los presupuestos de quienes buscan la “mano dura” y proponen un sentido común que parece estar un poco alejado de los datos actuales.
Homicidios y factores
Si bien América Latina es la región con la tasa de homicidios más alta del mundo, Argentina tiene una cifra bastante inferior a la de la región. Nuestro país tiene un nivel “medio” de homicidios, con tasas que en los últimos 10 años fluctuaron entre 5 y 6 homicidios por cada 100.000 habitantes. Incluso, a diferencia de lo que ocurre en el resto de América Latina, Argentina presenta una reducción del homicidio entre 2014 y 2020. Sin embargo, esto se da de diferente forma a nivel provincial, ya que Santa Fe y Chubut han presentado tasas promedio superiores a la nacional, con 9,5 y 8,7 homicidios cada 100.000 habitantes respectivamente.
Tal como el estudio señala, el homicidio es un fenómeno multicausal y las investigaciones académicas han brindado cuatro vertientes fundamentales para explicarlo: factores estructurales y demográficos (la pobreza, la desigualdad, el desempleo, etc), factores institucionales (niveles de impunidad, efectividad de las instituciones públicas y debilidad del estado de derecho), factores facilitadores (existencia de armas de fuego y el consumo de alcohol) y el crimen organizado.
Si bien ninguna investigación es concluyente sobre el nivel de incidencia de cada uno, ya que hay matices sobre la influencia de cada problemática, detengámonos en los facilitadores. En Argentina, el 52% de los homicidios se cometen con arma de fuego, siendo este número inferior al nivel latinoamericano que ronda más del 70%. De acuerdo al estudio, tampoco estamos en un país con altas tasas de posesión ni producción de las mismas, aunque sí hay fácil acceso a la adquisición de armas aun con un mercado restringido. Por lo tanto, ¿cómo afectaría una libre disposición de armas? ¿De qué manera impactaría sobre la tasa de homicidios? Además, la investigación afirma que en la mayoría de los conflictos interpersonales no se recurre a las armas de fuego para su resolución. ¿Qué sucedería si tuviéramos la posibilidad de armarnos de manera menos restringida?
Otro factor facilitador, el consumo de alcohol, nos puede aportar otra veta importante de análisis. El estudio señala que existe una diversidad de trabajos que indican una relación entre un alto consumo de alcohol y una elevación del nivel de homicidios. Entonces, ¿no sería relevante avanzar sobre estas problemáticas vinculadas a la salud pública? Principalmente en un tipo de consumo que está poco cuestionado, socialmente habilitado y publicitariamente promovido.
Homicidios y género
Existe otra dimensión relevante de análisis cuando se cruzan los datos de homicidio y género. En primer lugar, en Argentina los varones representan el mayor número de víctimas y de perpetradores de homicidio. Por ejemplo, en el año 2019, de los 2.291 homicidios registrados, el 17,5% de las víctimas fueron mujeres y el 82,3% fueron varones.
En segundo término, sobre el lugar de ocurrencia del homicidio, la mayor proporción de víctimas hombres se da en la vía pública y la de mujeres, en el domicilio particular. “Posiblemente esto se asocia a factores culturales donde los varones siguen dominando la vida pública”, señala la investigación. ¿De qué manera se abordará esta problemática a partir de quienes cuestionan una supuesta “ideología de género” y prometen dinamitar la cartera ministerial dedicada a la temática?
Del mismo modo, ¿de qué forma se plantea el abordaje de los varones que ejercen esta violencia? ¿Qué tipo de mandatos recaen sobre las masculinidades que perpetran esta peligrosidad tanto en lo público como en lo privado? ¿Qué habilita el ethos agresivo de un candidato varón que se pasea con una motosierra?
Las condenas
Por último, detengámonos en las condenas a los homicidios. El estudio señala que, entre 2002 y 2021, la cantidad de condenas totales se duplicó, con un aumento muy pronunciado desde el 2014. Inclusive, en 2021 se alcanzaron más de 50 mil sentencias. En relación al tiempo de resolución, un homicidio demoró en promedio 4 años y 5 meses en proferir una sentencia, mientras que casi la mitad fueron resueltos en tres años o menos.
Entonces, a la baja de la tasa de homicidios en Argentina también se suma un gran incremento de condenas a los homicidios dolosos a nivel nacional. Por lo tanto, ¿dónde está el problema del “garantismo”?
La investigación de CELIV-UNTREF incluye una serie de encuestas a imputados por homicidio entrevistados en 2013 y 2019 en las cárceles de la Provincia de Buenos Aires y las del fuero federal. En ellas, las personas encarceladas mencionaron irregularidades en el accionar policial como la incomunicación por largos períodos y la falta de información respecto al derecho de tener un abogado, entre otras garantías. Además, la mayoría indicó que la defensa no presentó pruebas ni recursos de apelación en el proceso. Nuevamente, ¿y el “garantismo”?
En conclusión, a partir de todo lo planteado anteriormente, el estudio citado presenta datos imprescindibles para ampliar nuestro debate sobre uno de los aspectos que involucra la inseguridad. Nos referimos solamente a una dimensión, porque es un fenómeno multicausal en el que incluso habría que indagar sobre la situación de los delitos menores, que son de carácter más cotidiano.
Sin embargo, si se trata de homicidios y su dimensión de peligrosidad, la investigación resulta un insumo preciso para cuestionar un sentido común más punitivo. Porque, reconociendo nuevamente mi impericia en la temática, considero que un primer paso puede ser acceder de mayor información y comprensión de estos fenómenos para no guiarnos a partir de axiomas vacíos. Y, fundamentalmente, es necesario recordar que a fenómenos complejos no hay soluciones sencillas.