El segundo puesto deja incómodo a Javier Gerardo Milei, que apenas si pudo cosechar 400 mil votos más en estas elecciones que en las PASO. En su primer discurso dejó, como se dice popularmente, "sobre las cartas la mesa".
"Javier Milei es hoy el líder de la oposición" dice una confundida y frustrada Débora Plager desde la pantalla de LaNación+. La escena en el estudio es de profundo desasosiego. De fondo, en el bunker de La Libertad Avanza, las caras de los libertarios fingen épica y victoria. Esperaban otra cosa, tanto como Majul, aunque esa "otra cosa" no sea la misma. No se lee ni la energía ni la convicción de la noche de las PASO. Quizás es porque saben que sacaron escasos 300 mil votos más que en aquel día, perdiendo varias provincias que habían logrado meterse en el bolsillo. Salieron segundos, y enojaron al peronismo. De acá al 19 de noviembre ambas cosas tienen cambiar, o la elección está perdida.
Si los militantes razos libertarios están compungidos, su líder está de capa caída. Esta podía ser la noche por excelencia para Javier Milei, una que podía contarle a sus perros durante décadas: tenía chances de ser ungido como presidente en primera ronda, en el día de su cumpleaños, acompañado por esta nueva horda de amigos que se hizo en el camino y con su padre mirándolo desde un rincón. Lo único que tenía que hacer era conseguir 10 puntos que en las PASO y esperar a que la casta no sumara más. No logró ninguna de las dos cosas. Aunque se lo propuso. Aunque en algún momento de la campaña, incluso, lo dio por hecho.
Su discurso por el segundo puesto no tiene momentos de explosión, aunque si repite varias de sus consignas típicas. "Hace dos años, si nos hubieran dicho que íbamos a estar disputando una segunda vuelta con el kircherismo por la presidencia de la nación, no lo hubiéramos creído. Estamos verdaderamente frente a un hecho histórico", dice. Y aunque esto suena a triunfo, no se lo puede leer así en contexto: las fichas de Milei y compañía estaban puestas en que esto se cerrara en primera vuelta.
Agradece y abraza a su militancia, a Marra y a Píparo (ambos de muy mala elección), felicita a los nuevos diputados y senadores que se suman a su esquema en el Congreso (que puede llegar a tener 40 legisladores en la cámara baja, si todo se mantiene para el escrutinio definitivo), y no pierde tiempo en mostrar sus cartas: felicita a Jorge Macri y a Rogelio Frigerio por sus grandes elecciones, empujándolos a sumarse a su "lucha" contra el kirchnerismo, en un gesto digno de la "casta" que suele detestar.
Después, marca algunos lineamientos generales para su campaña que no se diferencian mucho de los que sostuvo hasta ahora. Busca interpelar a los votantes de Patricia: "Hoy es un día histórico porque dos tercios de los argentinos votaron por un cambio. Votó por una alternativa a este gobierno de delincuentes que quiere hipotecar nuestro futuro para permanecer en el poder. Durante todos estos meses, la campaña hizo mucho de los que queríamos un cambio nos hubiéramos enfrentado. Por eso, yo hoy vengo a dar por terminado ese proceso de agresiones y de ataques y estoy dispuesto a hacer tabula rasa, barajar y dar de nuevo con el objetivo de terminar con el kirchnerismo".
Viene a terminar con las agresiones y a terminar con el kirchnerismo. Suena contradictorio, y lo es. Pero eligió profundizar sobre esto: "Más allá de nuestras diferencias, lo que tenemos que entender es que enfrente tenemos una organización criminal y que no va a dejar barbaridad por cometer con tal de sostenerse en el poder. El kirchnerismo es lo peor que le ha pasado a la Argentina. Durante cien años vivimos una decadencia brutal que el kirchnerismo se encargó de profundizar para enriquecerse a costa nuestro".
El llamado de Milei a los votantes de Patricia (aunque no queda en claro si la idea es sumarla a campaña o no) les propone un trueque: yo hago campaña por Jorge Macri, ustedes hagan campaña por mi. El textual es "Si todos los que queremos un cambio no trabajamos juntos, se van a quedar con este país. Si todos los que queremos un cambio no trabajamos juntos, se van a quedar con la ciudad de Buenos Aires. No podemos permitir que el kirchnerismo nos siga destruyendo la vida. La elección que tenemos por delante es muy clara. O cambiamos o nos hundimos". Después tira toda la carne al asador: que la casta nos encerró en cuarentena, que es populista, que libera presos, que son aliados de Cuba, Hamas y todas las dictaduras sangrientas del mundo.
"No vinimos a quitar derechos, vinimos a terminar con los privilegios" finaliza, con la expectativa puesta en que con eso alcance. Pero hoy no alcanza: Javier Milei despedirá a sus padres, soplará una bengala celebratoria, besará a su novia con ternura, y se irá a dormir sin ser presidente (al menos por un un día más).