Mientras cosecha repudios por ahí por su avanzada contra las organizaciones de derechos humanos, Victoria Villarruel entrena los pulgares y bloquea masivamente a gente y medios en sus redes sociales.
La vimos en un debate de vicepresidentes con un gran nivel de centralidad, siendo la destinataria de cuestionamientos, interpelaciones y hasta repudios. Sin embargo, Victoria Villarruel, que en esa oportunidad respondió con soltura y comodidad en el ring discursivo, no hace lo mismo en las redes. Más bien hace todo lo contrario.
En los últimos días muchos usuarios de Twitter (ahora X) notaron que al ingresar a la cuenta de Victoria Villarruel, un mensaje aparecía en primera plana: "No puedes seguir a @VickyVillarruel ni ver los posts de @VickyVillarruel porque te ha bloqueado".
Incluso fue una sorpresa para este medio cuando, días atrás, intentamos ingresar a su cuenta para nutrir con sus declaraciones la redacción de una nota y nos estampamos contra el muro del bloqueo que nos había interpuesto la candidata.
Si bien se podrían escribir miles de caracteres sobre lo que significa bloquear a un medio de comunicación, considero que este ejemplo nos sirve para pensar fundamentalmente el uso que los actores políticos hacen de las redes.
Sobre todo, partimos del reconocimiento de que la irrupción de las redes sociales en la política ha reconfigurado los modos de participación, interacción y discusión entre los usuarios y las figuras públicas. Por lo tanto, desde mi perspectiva, no es simplemente anecdótico el bloqueo de Villarruel, sino que debe ser pensado más allá de la relativa superficialidad que parece implicar.
No hay dudas en que los últimos años han estado caracterizados por una creciente atención sobre el modo en el que los actores políticos diseñan sus estrategias comunicacionales.
En redes podemos ver un ping pong en el que nos cuentan banalidades sobre sus vidas, algunos pronunciamientos sobre debates que se dan en redes, o hasta escuchar a algún político subirse a alguna moda efímera y contarnos, por ejemplo, que es fan de Taylor Swift. Y está claro que ninguna de estas acciones es espontánea, porque nadie es espontáneo en las redes sociales.
Como se mencionó anteriormente, las redes produjeron cambios significativos en el espacio público que han sido ampliamente abordados a nivel académico. Algunos de estos efectos son los cambios en los modos de participación política y, fundamentalmente, la mayor fragmentación comunicacional.
No creo que haya muchas dudas que Javier Milei, Victoria Villarruel y los libertarios entendieron muy bien estas reconfiguraciones y actuaron (y actúan) en consecuencia. Si nos tomamos el tiempo para hurgar entre estos grupos, hallaremos que existen voces con gran cantidad de seguidores que jamás nos hemos cruzado por el mundo virtual y que en estos espacios cumplen un alto grado de centralidad y popularidad.
Esto se debe a que la fragmentación del mundo virtual, reforzado por el diseño mismo de las redes, nos ubica dentro de burbujas en la que estamos dialogando entre los que nos llevamos bien y pensamos relativamente parecido. Esta situación lleva a que se conformen lo que académicamente se denominan “cámaras de eco”, en las que vemos información e interactuamos con datos que solamente respaldan nuestras creencias e intereses personales.
Pero, ¿qué ocurre cuando dos burbujas colisionan entre sí? ¿Qué ocurre cuando nos bajamos “en el barrio equivocado”? Bueno, puede ser que Victoria Villarruel te termine bloqueando. Y tal vez sea porque en su espacio no está bien visto llamar negacionistas a quienes relativizan el terrorismo de Estado en nombre de una “memoria completa”.
Aquí no me propongo debatir sobre la autenticidad de quienes se proclaman liberales en relación a los principios del liberalismo político, o en todo caso, si hay una relación tensa entre este liberalismo de los llamados libertarios y el pluralismo político. Sí considero relevante pensar el modo en que actúan los dirigentes políticos en sus redes, que en este caso puede ser Villarruel, pero que no exime al resto de actores de otros espacios políticos.
Las redes nos dan la posibilidad de eliminar de nuestro espacio público virtual a quienes no tenemos ningún interés de leer ni interactuar. Es indudable que esto no se traslada del mismo modo de la virtualidad a la realidad, aunque hayan existido ejemplos en nuestra historia nacional (y mundial) de quienes decidieron eliminar a la otredad de lo público. Entonces, ¿por qué sería admisible hacerlo en su modalidad virtual?
En esta instancia es necesario recordar que Victoria Villarruel es diputada nacional y, como cualquier cargo político, debe rendir cuentas de su accionar frente a la ciudadanía. Quienes somos destinatarios y destinatarias de su actuación tenemos el derecho a exigir, reclamar y cuestionar su intervención en el ámbito legislativo, a través de las nuevas modalidades de participación política que proveen las redes sociales. Pero, ¿cómo lo podemos hacer si no tenemos acceso a su comunicación oficial a través de redes sociales, o hacerlo sin el riesgo a que nos elimine de su espacio público?
Es evidente que no es un hecho noticiable en la actualidad que una figura pública de la magnitud de Victoria Villarruel bloquee a alguien en redes sociales y que sea discutido y problematizado por algún panel televisivo. Considero que hay algo de la “intimidad” del bloqueo, que ocurre en lo subterráneo, de manera unilateral, sin aviso, que impide esa trascendencia, porque la víctima del aislamiento es individual y no está expuesta. Por lo tanto, podría pensarse que este accionar en redes sociales es de una gran cobardía política.
Sin embargo, la decisión de un político de bloquear a alguien en sus redes sociales también puede leerse en términos aleccionadores. Porque entre las alternativas al bloqueo que proveen las redes sociales, empezando por la más sencilla que es simplemente no interactuar, el uso de esta herramienta más extrema es un mensaje en sí mismo.
Es comunicarle a quien es destinatario del bloqueo de manera virtual que es indeseable, que es inadmisible, que no es atendible y que debe aislarse. De algún modo, entre el ser y el parecer que tanto preocupaba a Maquiavelo en El Príncipe, pienso que ni siquiera quienes bloquean masivamente en redes estén logrando presentarse como duros, temerarios y sin miedo a ser tildados de autoritarios. Porque, de nuevo, es una estrategia cobarde.
Podría parecer extremo, pero considero que, por algunos efectos mencionados anteriormente sobre las transformaciones en la comunicación política a partir de la irrupción de las redes sociales, al menos debería ser un aspecto a debatir en lo inmediato sobre las nuevas exigencias a políticos y políticas a 40 años de democracia argentina. Respecto a quienes ven como un riesgo para el debate político la excesiva fragmentación que producen las redes sociales, el bloqueo no hace más que reforzar estas cámaras de eco.
Por este motivo, no solamente los actores políticos deben asumir la responsabilidad de admitir la disidencia, la oposición, los señalamientos y los reclamos en el espacio público virtual por su cargo político (sin estar obligados a interactuar y responder), sino que deben ser cautos y conscientes de evitar la desintegración política de nuestra sociedad y propiciar un mayor debate participativo y plural tanto en la virtualidad como cara a cara.