Entrevistamos a Belén Pistone, dramaturga y directora, y a la actriz Eva Bianco, de “Mi nombre es Eva Duarte”, obra que se presentó en el XVIII Argentino de Artes Escénicas.
Eva Bianco se llama, originalmente, Eva Duarte. La actriz cordobesa, reconocida en el mundo, se cansó en algún momento de recibir distinto trato según quien escuchara su apellido y empezó a usar el de su madre. A partir de eso nace “Mi nombre es Eva Duarte”, en la que Bianco se desdobla para actuar de ella misma sobre el escenario, le pone cuerpo a la mítica Eva Duarte de Perón, a su enfermera y su sacerdote confesor. Cokó Albarracín encarna a la hermana, Erminda Duarte.
“La obra toma el lenguaje teatral, lo rompe y lo vuelve a hacer teatral porque, si bien es una obra que se desarrolla en escena, rompe la cuarta pared. Es una propuesta de Belén y a mí me interesa mucho como actriz mostrar que actúo y a la vez que no, a la vez actuar de una actriz que dice que su nombre es Eva Duarte y a la vez esta actriz actúa en escena personajes como el cura, como la enfermera, y después esta actriz se vuelve Eva Duarte. Pero no Eva Duarte histórica, la de Perón, sino una que nosotros nos inventamos”, dice Eva Bianco.
Una Eva Duarte que aparece desde la muerte y le dice a Perón que salten del balcón, le habla de amor, de cobardía, de los descamisados. Mujeres que habitan un territorio cruzado de pasado, presente y futuro, levantado con las luces de Rodrigo Brunelli -a quien nombran como un actor más, que explora y sigue el ritmo de la puesta-, que marca lugares y voces, y una escenografía casi transparente: silla, araña de luces y cortinas que crean un detrás de escena y un reino del más allá. Belén Pistone, la dramaturga y directora, nos recuerda lo que hace el teatro cuando es libre de verdad para experimentar y encontrar una forma de decir, una magia nueva.
-Cuando Erminda anuncia que Eva está cerca, es casi una invocación. ¿Cómo se sienten sobre el escenario en esas escenas?
Belén Pistone: De fondo está la idea de que el teatro es el lugar de lo imposible y de que, si hay magia, si hay brujería, si hay juego de la copa y si los espíritus bajan a hablarnos, es en el teatro, en el cotidiano de los teatros. Lo que más nos hace subir la fiebre en ese momento es cómo el teatro en su máquina de lo imposible puede desde la ficción traer una voz que estamos necesitando. Lo complejo de esa operación es que esa voz que estamos necesitando es una voz actualizada, injustamente actualizada, porque como bien dice Eva en el texto, “esa noche me volví inmortal y ahora entiendo que la inmortalidad es una trampa”. Le hacemos decir lo que nosotras necesitamos desde el feminismo que diga Eva, y ella puede estar en desacuerdo. También entendemos que lo que necesitamos son las Evas actuales y ahí sí creemos fervientemente, y esto no es magia, diría la jefa, que Eva estaría al servicio de eso, de que las mujeres ocupemos un lugar en el Estado como lo hizo ella.
-Hay una lectura feminista de Eva, de su renunciamiento, y del amor. ¿Cómo piensan ustedes a Eva?
Belén Pistone: Hay una mirada feminista, sí, es así. Nosotros pensamos a Eva como un milagro sociológico. No había nada en el contexto de Eva Duarte para que Eva existiera. Eva se inventa a sí misma, se crea el contexto de supervivencia y actúa de una manera que es futurista, mucho más allá de lo que nosotras podemos imaginar que hoy una mujer puede hacerlo. La única mujer, concretamente, que se acerca a ese nivel de praxis en el Estado y de creación de pensamiento desde un lugar femenino es Cristina. Pensamos a esa Eva histórica como el batacazo que fortalece el feminismo hasta nuestros días y hacia el futuro. Entendemos, desde el estudio de la historia, que Eva no acompañó los movimientos feministas de su época. Hay que conocer que esos movimientos estaban llenos de mujeres pertenecientes a las esferas oligárquicas y esto, sin ser injusta con esas mujeres, significaba que el feminismo estaba repleto de mujeres que estudiaban, leían y que no estaban abocadas a la vida doméstica. La problemática de las mujeres que conocía Eva era una realidad muy distante de esas mujeres que abogaban por el feminismo por eso se despega de esa mirada. Es Eva la que deja abiertas las puertas fundadas reales para el feminismo, porque toma el toro por las astas, ¿no? Ocupa un lugar en el Estado y lo hace a conciencia de darle protagonismo a la mujer en la creación y en el pensamiento de la Argentina, no solamente por el sufragio femenino.Va a seguir siendo inspiradora, es reveladora en las bases y reveladora en la praxis. Lo que sí, no aceptamos que se nos arrodille en frente a Eva como la santa que nadie va a poder llegar a ser, ¿no? Pueden aparecer nuevas Evas y que es una trampa pensar que no. Una trampa que seguramente Eva, que bregaba por el estudio y la preparación de las compañeras, no quiere. Y más allá de lo que ella quiera, está lo que queremos nosotras, que somos las vivitas y coleando y que estamos acá luchando con el Estado hoy, con el hambre hoy, con el trabajo hoy, con la relación con el dinero hoy, con las maternidades hoy, con todo lo que sabemos que luchamos las mujeres, con el usufructo de nuestros cuerpos, de nuestra imagen, de la mercantilización de esas imágenes. En eso, cuando Eva en el texto dice “devuélvanme mi cuerpo”, eso es una palabra de la mujer actual. Basta del 90-60-90, basta del estereotipo de belleza, basta de yo como un instrumento siempre de otra cosa, tengo mi pensamiento. Eso es algo que Eva dice porque ese es el pensamiento feminista actual.
Eva Bianco: Yo no siento que estemos hablando de la histórica Eva Duarte de Perón en un sentido feminista, si bien hay cosas que tienen que ver con eso. Creo que lo que hicimos es una fantasía, una ficción de este mito que es Eva Duarte de Perón. Por supuesto que ahí decimos un par de cosas, no es algo inocente. A mí personalmente me gusta que Eva Duarte de Perón le reclame a Perón que se ubique él y sus compañeritos y la gente que la sigue. Y que ella como mujer la dejen por lo menos morirse, que la suelten, eso que dice el personaje. A mí me parece muy interesante que hable de ese modo. El cuerpo, cómo usan tu cuerpo, cómo se usa el cuerpo de la mujer, cómo usaron su cuerpo. A ella la operaron de una cosa y no le dijeron ni siquiera qué médico la estaba operando. Es un abuso, literalmente. Entonces, poner en el teatro el personaje de Eva reclamando todo eso, me gusta. Me parece que la obra tiene esa repercusión en la gente porque es algo que tiene que ver con la conciencia que estamos empezando a tener las mujeres sobre cómo se nos trata, cómo nos dejamos tratar, cómo nos tratamos a nosotras mismas.
-La obra es muy catártica, el público ríe, llora, piensa. ¿Qué piensan sobre el lenguaje teatral cuando habla de una figura popular tan importante?
Belén Pistone: Es linda tu pregunta porque no nos preguntaste qué piensan del teatro cuando hablo de una figura histórica, que sería otra pregunta. Yo te voy a contestar en los dos niveles. Cuando el teatro se mete con una figura histórica es un desafío siempre para el director, para las actrices o los actores porque se mete con la imagen histórica que tiene cada espectador. Si cada espectador tiene un dios, cada espectador tiene una Evita y un contacto con Evita desde alguna intimidad que la obra no maneja. Meterse con eso sagrado es un salto al vacío, un riesgo enorme. Siempre creo que el teatro es muy valiente y que puede hacerlo, incluso más que el cine. El teatro es mucho más irreverente y más valiente porque tiene al espectador enfrente, no está intermediado por una pantalla. Con respecto a qué piensan del lenguaje teatral, ahí la pregunta se complejiza, por eso me gusta. Eva es una figura que particularmente no se deja narrar porque te encandila, te interroga tu propio posicionamiento, termina siendo un oráculo que alumbra lo que conocés, que te hace hablar de vos y de tu época. Esa es la clave de Evita, su nivel de actualidad incluso muerta y creo que ese es el gran pesar de su figura finalmente, tan usufructuada. Por eso el fantasma termina diciendo “liberenmé, hablen de ustedes”. Yo escribo toda mi dramaturgia a partir de testimonios históricos, trabajo con una socióloga y el lenguaje que produzco está signado por la lengua previa, en este caso, del sacerdote confesor, la enfermera y Erminda Duarte. Terminé tramando un lenguaje irreverente, irrespetuoso, por momentos hasta casi burlándome. Les tiré un poco de los pelos, porque es difícil hablar mal de un sacerdote confesor y de una enfermera, pero son ellos quienes se capitalizaron con Eva y participaron de operatorias que no la beneficiaban. Erminda que fue la verdadera colaboradora, la hermana en la que yo me identifico como feminista, no habla capitalizada, habla con tristeza, honrándola. “Miles de antorchas se abrieron paso el día de tu muerte, un cortejo sobrenatural” le dice, está ofreciéndole a su hermana un trono, la corona, la peina, la viste, le viste la desnudez, es una servidora. Cuando le devuelven el cuerpo a Perón -el buen Perón, inspirador de muchas cosas, yo lo digo esto como peronista-, no tuvo las agallas para recibir el cuerpo: llamó a las hermanas, que reciben ese cuerpo maltratado, embalsamado, más allá de su propia decisión. ¿Sabés lo que es coser un vestido sobre el cuerpo de tu hermana que no ves hace años? Te das cuenta el dramatismo de la escena: ellas se arrodillan frente a esa hermana a la que le brindan servicio.
"Acá no hay más que una simple mortal, una chica que escribe sobre Eva, la inmortal es ella", dice Pistone sobre el final de la charla. "No es una lengua ni de Evita ni de nadie, es una lengua mía, sencilla, mundana y finita. Lo que se dice en una obra de teatro es un resorte para que te enojes y cambiés el mundo como vos querés cambiarlo del teatro para afuera que es donde se hace la vida. El teatro tiene conciencia de eso y por eso tiene la sabiduría de perecer cuando termina la función. La historia del teatro es la historia del teatro perdida y eso nos juega a favor, somos una ilusión. El lenguaje teatral que yo produzco no es más que un resorte".