Muchas cosas nocivas pueden salir de este nuevo idilio entre el Gato y el Peluca. Pero quien debe cuidarse, sobre todo, es el propio Milei: si algo sabe Macri es pisarle el castillo de arena al resto.
Un pibito en la playa que, frente al castillo de arena de un grupo de chicos, visiblemente mejor que el propio, elige correr, pisarlo y destruirlo. Esa prima que en un cumpleaños no espera a que el cumpleañero sople las velitas y te las sopla antes de tiempo. El jefe que te trata como si fueras su amigo, pero te exige como si fueras su esclavo. Entre todo ese tipo de gente, si armáramos un diagrama de Venn, encontraríamos en el centro la cara de Mauricio Macri.
Dirán ustedes que es absurdo construir un partido político desde cero y verlo llegar a la presidencia, a gobernaciones, a intendencias, a tener diputados, para después destruirlo en el momento en donde los propios empiezan a decirte que a lo mejor vos ya no sos la mejor opción, ni como candidato, ni como presidente, ni como referente. Bueno, a Mauricio todo eso parece resultarle bastante sensato. Me dan ganas de meterme en toda la vida privada de Macri, tal y como se hace usualmente con el resto de los referentes políticos de este país. ¿Qué hace Macri cuando se separa? ¿Es de esos tipos que no te dejan respirar, que se ponen un poco tóxicos, que empiezan a hablar mal a tus espaldas para que no le resultes atractiva a ningún otro pretendiente? ¿Qué hace con sus hijos cuando no le prestan atención? ¿Empieza a desplegar todos sus artilugios de escuchas ilegales y carpetazos, pura y exclusivamente si Antonia un día cuando vuelve de la escuela no le responde de la manera en la que a él le gustaría? ¿Quién le dice que no a Macri, además? ¿Sus compañeros de bridge, de golf? ¿Alguno que otro que tome con él té a la tarde en el Alvear Palace?
En este año de elecciones ha quedado claro que Macri puede ser muchas cosas, pero no es tonto. Esto si entendemos, claro, que las inteligencias son múltiples y que hay muchas formas de tener perspicacia. Él tiene quizás un tipo de inteligencia muy específica que solo tiene utilidad en un par de ejes de la vida y que es básicamente astucia para hacer maldades. Ojo, que no les parezca poco: hay una suerte de ingeniería atrás de la maldad que evidentemente a él se le da muy bien. Quizás ese es el título de ingeniero que tiene, no lo sabremos nunca, pero hasta acá lo único en lo que le hemos visto algún tipo de habilidad ha sido básicamente en hacer daño.
Comenzando quizás por la vieja guardia del PRO, esa que se supo retirar a su debido tiempo, los Marcos Peña y Gabriela Michetti de la vida. ¿A dónde están? ¿Quisieran ellos explicarnos, por ejemplo, por qué Mauricio parece tener siempre la última palabra incluso cuando no lo invitan a hablar? Ahora miran desde lejos, sentados en los Alpes suizos o donde sea que estén, en una escena de esas dignas de las intros de las películas de James Bond, tomando un café en un centro de esquí. De reojo miran una tele (en la que obviamente está puesto TN) que transmite en vivo cómo Mauricio tira por abajo de la alfombra a Vidal, a Larreta, a Patricia. Se sonríen y piensan: “nos fuimos justo a tiempo”.
Mauricio, que es Macri, además, como le gustaba decir a Néstor Kirchner, no deja de tener en el fondo una mentalidad empresarial. Bien se ha remarcado en las últimas semanas que él sólo se contenta de rodearse de gente a la que puede tratar como empleados. Pero volviendo sobre lo mismo, y abusando aquí de todo lo que he aprendido mirando Succession, los empresarios de este país, al menos los empresarios como los Macri, que entre la cantidad de estafas y robos que cometieron también armaron grandes y exitosas empresas, rara vez van a estar tirando a su propia tropa abajo de un tren. El problema con Mauricio es que la única tropa que tiene es, precisamente, Mauricio, y no mucho más.
Este año comenzó con él definiendo y eligiendo (y ahora sabemos que no lo definió ni lo eligió, sino que simplemente lo obligaron a que proceda de esa manera) no ser candidato a presidente. A partir de ahí, todo lo que lo rodeó fue como una especie de supernova de destrucción. Acercarse a él era como acercarse a una planta nuclear que acababa de tener una fuga. Y no estamos aquí aludiendo a esa vieja tradición argentina, ese mito urbano prácticamente, que habla de que Mauricio es mufa. Ahora creo que va un poco más allá de eso. Además de que no sé si termino de creer mucho en la mufa o no, la idea de que simplemente la cercanía con Mauricio es lo que te destruye o que te quita toda oportunidad de triunfar en la vida, no toma en cuenta un factor fundamental, que es la propia mano de Mauricio Macri. La forma a veces más sutil, a veces más burda que tiene de precisamente romper absolutamente todo lo que toca.
Por eso quiero volver al ejemplo del nene con el castillo en la arena. Ahí estaban a principio de año cavando el pozo para sacar arena del castillo cuando alguien le dijo a Mauricio “a lo mejor vos lo que tendrías que hacer en lugar de estar construyendo es cebar mate”. Y Mauricio dijo “voy a cebar mate, pero les voy a cebar los peores mates de su vida”. Y mientras Larreta, Morales, Bullrich, Petri, Carrió y compañía armaban un prolijo, aunque deslucido, castillo de arena en el borde de alguna playa de Pinamar, Mauricio miraba y esperaba con atención al momento en el que pudiera correr hacia él, saltar y destruirlo con sus dos pies como si acaso la vida se le fuera en eso.
Pero no solo eso. Mientras se preparaba para destruir el castillo de arena, Mauricio se chateaba con el señor de la peluca y su hermana, la médium de los perros, y les contaba, casi con sorna, el horrible castillo que los Larretas de la vida estaban construyendo. Casi como ese momento en donde trascendió que la China Suárez e Icardi se reían de lo mal que Vicuña jugaba al fútbol. Cuando le querés caer bien a un nuevo amante, lo primero que haces es denostar a los amantes anteriores. Y me lo pude imaginar a Mauricio entonces, hablando acerca de la pelada de Horacio, de la forma provinciana de Morales, de los pocos modales de Patricia Bullrich, de lo irrelevante de un tipo como Petri en la política nacional, con Javier Milei, riéndose, pasándose memes y tiktoks, haciendo de esa nueva alianza lo que todo el mundo quisiera tener en la política, en la vida, en lo que fuere: una especie de romance medio adolescente, en donde a todo lo que otro uno propone, el otro dice que sí.
Entonces primero el candidato era Mauricio hasta que no lo fue y a partir de ahí el candidato era cualquiera que no fuera ni Larreta ni Vidal, que son tan buenos que incluso habrían podido superarlo. Y entonces fue y buscó a la peor de las candidatas posibles y la puso a Patricia en un pedestal, la expuso a los ojos de todo el país, dejó que Patricia se humillara y que anduviera diciendo pavadas por todos lados, cosa que además sabemos que no le cuesta. En ningún momento de la campaña se puso él al hombro el devenir electoral. No apareció, no se movió, lo único que hizo fue dejar que ahora la nueva, súper nueva Patricia nos llevara adonde terminamos llegando, a un escenario en donde salvo por aquel gorila acérrimo de este país que no cree en otra cosa que no sea el antiperonismo, nadie más con dos dedos de frente podía llegar a votarla.
Esta distinción me parece importante: Macri no se conforma con que la gente no vote a quienes no son él. Los quiere destruir hasta en un plano anímico. Si puede incluso usar artilugios ilegales para que así sea lo va a hacer, lo ha hecho y lo seguirá haciendo. Si en el medio para que Patricia sufra hay que pegarle a Melconian, se le pega a Melconian. Y si hay que estar constantemente recurriendo a cierto sector del periodismo para que se lo destruya a Horacio Rodríguez Larreta, se lo va a destruir. Y si hay que borrar a María Eugenia Vidal de la faz de la tierra, no ya electoralmente sino directamente hasta que nadie recuerde su nombre, su apellido o que fue gobernadora de la provincia más grande del país, se lo hace. Van a ir a parar todos a la misma pieza donde están guardados Marcos Peña y Gabriela Michetti mirando videos del año 2017.
No puedo dejar de imaginarme toda esta trama de Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza en los términos de esos romances piratas desprolijos (de los que no tengo idea, solo me han contado). Esos romances prohibidos que parecen armados para que la gente los descubra. Porque si los descubren, y no sos vos el que tiene que confesar el crimen, no tenés que hacerte cargo del todo. Así que en este nuevo idilio entre el gato y el peluca, entre el león y la piedra de Tandil, ojo porque de esto pueden salir muchas cosas nocivas para el futuro de los argentinos. Pero sobre todo creo que el que debe cuidarse es el propio Javier Milei.