La obra es de Contratelón Teatro en LOA Espacio AGM con la actuación de Soledad Almirón y Camilo Céspedes y dirigida por Hernán Rosa.
Bruna y Oscar están juntos en el pueblo. Naranjas hermosas, con aroma exquisito, los acompañan y juegan con ellos en la escena para rescatar la memoria. En ese pequeño ámbito, los dos personajes protagónicos de “Nuestra Señora de las Nubes”, de Arístides Vargas, ofrecida por Contratelón Teatro en LOA Espacio AGM, intentan encontrar, según su propia dialéctica, ese espejado, difícil, y riesgoso equilibrio que les ha permitido estar juntos durante mucho tiempo. Es, tal vez, el modo de reconocer nuestra propia naturaleza inestable. Es también un texto con algunos resortes de pesadilla. El resultado es sugerente e inquietante, porque el texto de Vargas es sencillamente hermoso.
Para el director Hernán Rosa, la idea de este flamante aporte era riesgosa. Un texto ciertamente poético, que no elude el humor, ofrecía la dificultad de trasladarlo al escenario sin perder de vista el contenido. El director logra salvar las dificultades y hace prevalecer un factor de construcción, tiempos narrativos y una dosificación de la intriga muy buenos. La anécdota pivotea también en la muerte y esa instancia es elaborada con mesura. Los torniquetes del ser y la apariencia, de lo imaginario y real, son ajustados al máximo. En realidad, parecen decir los personajes de esta versión, no hay nada realmente verdadero. Se puede ser y no ser al mismo tiempo.
Los hacedores de este espectáculo demuestran que lo racional, lo religioso o los impulsos frente a la reflexión significan una ceremonia de amor frente al poder. Son dos exiliados. Son una mujer y un hombre dispuestos a ser libres. Lo que los espectadores vemos no es una representación en el sentido convencional de la palabra, sino más bien una transformación. Eso es lo que sucede. Toda indiferencia ante lo que les ocurre a esas criaturas es imposible pero, al mismo tiempo, se las contempla con verdad.
Esos personajes también se mueven en los umbrales del inconsciente. Esta es la arista que debe ser tenida en cuenta para comprender una suerte de viaje especial que emprenden con nuestra mirada cómplice. La interpretación del elenco es notable y es sin duda alguna donde radica la excelencia mayor del montaje. Camilo Céspedes juega con sabiduría los diversos aspectos de su personaje, en tanto Soledad Almirón construye con sabiduría las aristas difíciles de su Bruna, conquistando ambos a los espectadores. Es sumamente creativo el vestuario de Ignacio Estigarribia que sorprende a partir del uso de texturas y colores refinados; son buenos el sonido y la iluminación de Federico Kessler y muy buenas las fotografías de Leonardo Gregoret. Fue consultora del proyecto Marina Vázquez.
Todos al servicio de entender que el gran teatro del mundo es una aventura insospechable para el ser humano.