Múltiples horizontes se abren a futuro con el decretazo desregulatorio de Javier Milei. ¿Qué fuerzas están detrás? ¿Qué puede hacer el Congreso? ¿Cómo enfrentar cada escenario, qué riesgos implica cada variante en juego?

En un video, Federico Sturzenegger, el autor intelectual del decretazo de desregulación, muestra una pila de papeles donde está el corazón del texto publicado el miércoles 20 y dice muy claramente “Patricia, acá está finalmente el trabajo que te vamos a entregar”. Milei no es Javier Milei, así como Patricia tampoco es Patricia Bullrich. Ambos son mascarones de proa de organizaciones internacionales de ultra derecha –gugleá Atlas Network– que articulan a todos los figurines neofascistas en Occidente y les dan programa y estrategia. Sturzenegger, en este sentido, es hoy su cuadro regional de mayor importancia, el verdadero heredero en el siglo XXI de José Alfredo Martínez de Hoz y Domingo Cavallo.

También atrás de Milei están las empresas más poderosas de la región. Al frente con su apoyo está Marcos Galperín, de Mercadolibre. Cada punto del decretazo está dictado por el interés de un oligopolio. Las grandes prepagas, Farmacity, Techint, Blaquier, Arcor, Macri proveen una billetera sin fondo, dispuesta a doblegar voluntades.

El gobierno es la fachada local de ese entramado de organizaciones globales, cuyo juego es tan pesado como para posicionar a Argentina en un lugar muy autodestructivo en el tablero global. Diana Mondino y Milei no se equivocan cuando desairan a China de forma tan variada y simultánea: les dicen dictadores comunistas, anuncian la salida del BRICS, no publican en ningún lado un encuentro bilateral y quiebran el principio de “Una sola China”, dándole status de socio a Taiwan. La última perla, con el swap de monedas ya caído, Taiwan regalándole un montón de pan dulce a uno de los numerosos mamertos digitales de LLA.

Diana Mondino sabe lo que hace. Lesimporta poco las inversiones portuarias, energéticas y ferroviarias de China en Argentina. Es decir, le importa en nada el desarrollo de Argentina. Están jugando a otra cosa, muy peligrosa: a alinear a Argentina en el lado más radicalizado de la derecha estadounidense. Diana Mondino está ubicando a Argentina en función de la resurrección de Donald Trump en las elecciones presidenciales de 2024.

Entonces, creer que no hay un paso después a un eventual rechazo del decretazo en el Congreso es pecar por enésima vez de inocencia.

Quienes dejen pasar el decreto de Milei en el Congreso son cómplices del vaciamiento

Primer escenario: látigo y chequera

El primer escenario es que el Congreso no logre detener el decretazo. Ese escenario tiene cierta factibilidad. Depende de cuánto puedan resistir los diputados y senadores al billeterazo de las grandes empresas. La segunda herramienta, en paralelo, es la extorsión de ATN y obra pública desde el Ejecutivo nacional. Un puentecito o una cloaca te cambia el voto de un senador que necesita de unos pocos miles de personas, cinco o seis pueblitos, para llegar a la Cámara Alta.

Segundo escenario: no sale

Si las dos cámaras detienen el decretazo, habría una afectación inmediata del gobierno de Javier Milei por el lado del apoyo empresarial. Un shock de desconfianza por parte de los círculos adherentes, pero no directamente implicados en el sostén del gobierno. Esa turbulencia tendría un impacto económico inmediato porque Milei desbarató las herramientas del Estado para morigerar el peso de los vaivenes de mercado. Además, se suma la inestabilidad jurídica. ¿Qué ley está vigente? ¿Cuántos juicios tiene riesgo de recibir un empresario?

Sin embargo, Milei ya lo dijo varias veces, la consulta popular será su herramienta. Lo dijo respecto del aborto (que no es materia sobre la que se pueda usar ese mecanismo) y también sobre la dolarización. Si no sale el decretazo, Milei le va a devolver la pelota al Congreso para que salga una consulta popular. ¿Qué puede hacer el Congreso en ese caso?

Segundo escenario, sin consulta popular

La primera salida es frenar la consulta popular. Eso deja al gobierno de Milei en una posición de víctima respecto de “la casta” que no permite que sea el pueblo el que se expida respecto de las reformas. Milei pasa a ser, en los hechos, el defensor de la expresión directa de la voluntad popular.

La Libertad Avanza queda en muy buena posición para pedir apoyo en las legislativas de 2025. Claro que eso depende del impacto de sus medidas macroeconómicas de demolición.

¿Qué significa el decreto de Milei?

Segundo escenario, con consulta popular

Ahí vamos a un all in.

Es clave que la oposición al decretazo no sólo se deba a su deficiente constitucionalidad, sino a lo dañino de su contenido y, con más énfasis que en la campaña electoral, a la importancia y el beneficio que representan las regulaciones existentes y la posición activa del Estado en la economía. 

La producción de medicamentos y vacunas no se tiene que eliminar, se tiene que mejorar. YPF y Arsat no se tienen que privatizar, tienen que crecer. Los derechos laborales no se tienen que flexibilizar, hay que avanzar en la semana laboral de cuatro días o la jornada de seis horas. Empecemos a correr para acá la ventana de lo que se puede decir, de nuevo.

Hubo durante los últimos meses, sobre todo entre las primarias y las generales, un extraño goce de analistas porteños bienintencionados que se flagelaron con el discursito de la ineficacia e ineficiencia del Estado para analizar –tarde y estratégicamente mal– el voto a Javier Milei. Ahora, por omisión, se nota la relevancia. El error ya está cometido y hay que remontarlo.

Una eventual consulta popular se daría, como muy pronto, entre abril y junio de 2024, en plena eclosión macroeconómica, con el parate presupuestario a full y la malaria desatada y en espiral. Cabe recordar que todavía no pegaron los aumentazos de las tarifas, que van generar una nueva corrida de precios.

Tercer escenario: debate legislativo

Con menor chance que la consulta popular, Milei puede avanzar en la presentación como proyectos de ley de algunos de los puntos del decretazo o bien puede mandar el mismo decretazo pero como un solo proyecto de ley.

En el primer caso, no hay dudas de que varias de las iniciativas tendrían un trámite favorable. Milei puede conseguir socios suficientes para varios puntos de la flexibilización laboral, por ejemplo. También puede lograr acuerdos para el ataque a las obras sociales sindicales. La Ley de Manejo del Fuego es otro punto por el que hay un fuerte lobby ruralista.

Por esta vía, Milei podría lograr varias reformas de fondo. Y cada conflicto social se expresaría por cada reducido sector afectado. Es la vía más lenta, pero indudablemente la más eficaz.

En el segundo caso, con una megaley el riesgo para Milei es un empantamiento en el Congreso y la calle. Un proyecto de ley semejante implicaría su tratamiento en todas las comisiones, de forma cruzada, más la intervención de todos los lobbies, audiencias abiertas y más. La conflictividad social sería masiva, junto a los escenarios represivos. El debate sería interminable y habría chances de recibir una derrota legislativa, que haga caer todo el paquete.

Probablemente, en caso de caer el decretazo, habrá un fuerte lobby empresarial para que no haya consulta popular y se vaya por la vía legal. Incluso podría hacerse la especulación de que ese lobby apuntaría a la opción de ir ley por ley, jerarquizando las reformas según su importancia.

¿Qué hacer?

Frente a estas posibilidades, que Milei vaya por una consulta popular debe ser considerado como un dato, no una especulación, a la hora de ir trazando las estrategias defensivas frente a esta avanzada del neofascismo de mercado.

Tomar el pedido de consulta popular como si ya fuera el próximo paso del gobierno permite ordenar de mejor modo el discurso y las alianzas políticas.

La conducción política del conflicto debe optar entre dos posiciones difíciles. Ir en contra de una consulta popular es negarle al pueblo su voz, pero a la vez es defender de cuajo el poder del Estado y los derechos de esa misma población. Ir en favor de la consulta popular es arriesgar –con posibilidad cierta de perder– una transformación más profunda e irremontable que la del menemismo.

La primera opción es la más responsable, la segunda opción implica una victoria o una derrota de extrema gravedad. Con la primera opción se puede ofertar el debate puntual legislativo de cada iniciativa, cada fuerza política opositora resguarda su identidad y construye posición de cara a las elecciones intermedias de 2025. “El pueblo no delibera ni gobierno sino a través de sus representantes”.

La segunda opción, ir a la consulta popular, es una actualización del balotaje con la diferencia de que no hay chances de neutralidad, porque las cartas están sobre la mesa. Se conformarían dos grandes frentes a todo o nada.

La suerte y el futuro de todo un país se decide entre estos escenarios. Excepto que a alguien en algún lugar del mundo se le ocurra toser algo nuevo y contagioso.

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí