La crisis económica mostró en 2023 su cara más cruel: el hambre al que condenó a los más pobres. Y el parámetro más certero de eso es la reducción de servicios y el cierre de comedores comunitarios.
A mediados de año, Carlos Verón, referente de Madres Voluntarias de Santa Rosa de Lima le contaba a Pausa que la única forma de sostener las 200 raciones de comida de los sábados y la copa de leche de los lunes y jueves, era achicarse: “Si antes cocinábamos con diez pollos, ahora cocinamos con siete”, decía. Al mes de diciembre, la situación empeoró: la merienda muchas veces es solo leche con chocolate o arroz, sin pan.
Pero el panorama general es mucho peor que el de un “achicamiento”. La Corriente Clasista y Combativa anunció este fin de año que 35 ollas populares (que preparaban 8500 raciones para vecinos carenciados de Santa Fe) dejarán de funcionar. “Nación se recibía, cada dos meses, seis mil kilos de mercadería. Desde que asumió Victoria Tolosa Paz solamente garantizó dos envíos en 2023”, explicó Sebastián Saldaña. La gota que rebalsó el vaso fue la corrida de precios en alimentos después de los anuncios de Luis “Toto” Caputo.
Y el futuro no se ve mejor. A pesar de ser muy creyente, Carlos Verón lo admite: “2024 lo veo con una certeza: vamos a pasarla realmente mal, será el año del sálvese quien pueda”.