Después de que en los últimos años los barrios populares se hayan convertido en un infierno, la decisión de apuntar a trabajadores en plena actividad provocó que el terror se apodere de todo Rosario. En las calles vacías solo resuena una pregunta: ¿cómo defenderse?
Por Silvina Taomus (*)
Rosario amaneció como si fuese un día de pandemia. Algún auto circula, no hay colectivos y el replegarse en un encierro obligado por el miedo parece ser una constante. Los automovilistas se apresuraron a cargar nafta hasta las dos de la tarde ya que nadie sabe qué va a pasar mañana. Es la primera vez desde que la muerte golpea fuerte estos pagos que el miedo es lo único que circula por la calle. Antes mataban igual, en los barrios. Pero el algo habrán hecho y el ajuste de cuentas como única explicación a todas las muertes le imprimían un origen lejano, por más que en 2022 llegaron a sumar 289. La muerte no paraba y para muchos vivir en un barrio popular era un infierno. Casas usurpadas, cobro para trabajar, peleas territoriales, todo se vivía como una postal ajena, aunque en el medio de las balas estaban los niños, los laburantes, las mujeres y sobre todo pibes jóvenes por los que nadie reclamaba.
Hoy la muerte, más irracional que nunca, pone como blanco cabezas de trabajadores en plena actividad. Un frio recorre el cuerpo. Y la angustia se apodera de todo. “Fui a tomar un helado y me quedó atragantado. No había gente en la calle y sentía como que nadie hablaba. Cuando llegué a mi casa y saqué el celular, vi lo del playero”. “Es la primera vez que saco al perro a hacer pis y me dio miedo”. Testimonios como esos llenan el WhatsApp de mensajes. Y la convocatoria de “Rosario sangra”, el domingo en el Monumento, se llena de mensajes en los que aclaran que no hay colectivos.
Rosario es tendencia en X, la red en la que se cocina la política, se denuncia y se anuncia. Es tendencia por un dolor y una irracionalidad que nadie entiende. ¿Qué pasó con los narcos? ¿Los narcos son todos los narcos? ¿Hay una convención de narcos planificando esta locura, como antes planificaban los balazos contra edificios y casas de funcionarios? El reclamo es por los presos sin derechos, pero cuesta pensar que es por todos los presos. ¿Qué pasó en el medio para semejante escalada? Y la otra pregunta es por qué, si todo se planifica desde la cárcel, nadie logra prevenir un solo ataque con escuchas que seguramente van a aparecer más adelante, en algún juicio contra alguno de los culpables.
Esta semana escuchaba que los “narcos” paran la olla en algunos comedores del AMBA. Acá no. No existe registro, al menos, de ese sentimiento solidario. Las veces que familiares de narcos tenían comedores, la comida la ponía el Estado. Poner al narco genérico como una entelequia es dejar de lado el qué pasó en el interior de alguna cárcel federal. Eso no soluciona ni achica la muerte, pero brindaría algún dato hacia una posible solución.
Mientras vienen los gendarmes, las fuerzas armadas, la Policía, los fiscales investigan y se desgraban las escuchas carcelarias, la ciudad está paralizada. El dolor y el miedo caminan por la calle con nosotros. Por primera vez la conciencia de que en Rosario matan gente cobró una forma real y la ciudad parece una postal de pandemia. ¿Cómo nos defendemos, cómo nos cuidamos? En una ciudad plagada de muerte, por primera vez se percibe que el blanco somos todos.
(*) Publicado en El Ciudadano el 11 de marzo.