Entre fiestas autogestionadas y escenarios, Naza Marozzi cultivó su recorrido entre el teatro musical y el drag y ahora interpreta a Lady M, una drag queen dueña del boliche en “Waterloo: Summer Night City”.
Naza Marozzi se presenta a una audición para una obra de teatro musical. Hace poco se mudó de Santa Fe a CABA, donde ya había vivido un tiempo. Es una persona no binaria y sabe que lo más probable es que la producción sólo la considere para un rol de bailarín masculino. El teatro musical es un mundo de técnica y destreza, a menudo de formaciones y circuitos privados. Es un lenguaje complejo, hecho de escenarios, pantallas, coreografías, vestuarios, letras, voces, cuerpos, tan antiguo como pop. Cuenta historias de amor, de coming of age, de libertad, muchas otras, a través de la alegría universal del canto y el baile compartidos. De eso, Naza también sabe.
Sorpresa: cuando llega su turno, la producción le dice que hay un personaje protagónico que es drag queen. Naza sale corriendo a buscar los tacos que tenía, como siempre, en la mochila. “Waterloo: Summer Night City”, así se titula la obra, es un musical inspirado en canciones de ABBA. Con dirección de Nicolás Sorrivas, se trata del reestreno, con nuevo libro y elenco, de una puesta de 2016 con gran éxito de convocatoria. Se suma a una serie de producciones de teatro musical que vienen ganando espacio en la calle Corrientes porteña y estrena el 11 de junio, en el Teatro Metropolitan. Las entradas ya están disponibles en Plateanet. La sinopsis cuenta:
“A pesar de la insistencia de Moira, Emma no quiere salir a bailar. Acaba de cortar con su ex y no quiere arruinarse la noche. Prefiere quedarse en casa, en pijama y deprimida, cantando baladas de ABBA. Nadie la va a hacer cambiar de opinión… salvo que le den ¡una gran noticia! Esa noche, en Waterloo habrá un concurso para buscar a la sucesora de Lady M: ¡la próxima Dancing Queen! La excusa perfecta para que Emma deje atrás el dolor y vuelva a creer en ella misma. Dame, dame, dame amor esta noche…alguien que me ayude a las sombras borrar…”
Lady M es la draga que interpreta Naza, Naza Pig en su propio nombre drag. Mientras ensaya y prepara su personaje, nos cuenta que “cuando el personaje habla del amor mezcla muchas de las cosas que me mueven desde lo artístico y desde lo personal”. Celebra lo orgánico del proceso: “No contrataron a una persona para draguearla y montarla sino que buscaron a una persona que ya era drag. Hay cosas de mi drag que tienen que ver mucho con mi identidad, por eso tuvimos que ver hasta dónde estirar los bordes entre lo escénico, lo personal, lo que tiene que ver con la interpretación, con las técnicas de baile, de canto, con entrar en un código viniendo de otro, pero a la vez generar algo nuevo”.
“Como grupo estamos aprendiendo un montón porque el teatro musical, como muchas artes, es muy binario, muy de los chicos hacen esto, las chicas hacen lo otro. No estamos muy preparados para un montón de cosas que tienen que ver con los pronombres, con generar un espacio respetuoso y seguro”, destaca, además.
Pelo, make up, fantasía
El drag es definido como una performance del género. Trabaja con el cuerpo y con la fantasía, con las posibilidades ilimitadas para construirse a una misma. “Hay muchas formas de concebirlo, no es simplemente montarse, maquillarse y ya está: entrás como en una suerte de personaje, si querés, que está muy asociado con la identidad de una. Es como un patio de juego”, dice Naza. Se acercó al arte entre las temporadas de RuPal’s Drag Race (el reality de drags), el activismo LGBTQ y las fiestas de la diversidad. “Empecé buscando un espacio de recreación para ser libre y encontré que me permitía hiperformatear, probar cosas que en la vida cotidiana no me animaba, porque ahí estaba todo avalado por la comunidad y por el mood”, explica sobre sus primeras fiestas montada.
Hoy en día y en Argentina, las referencias del drag son sobre todo foráneas, como RuPal. Es indispensable nombrar al documental Paris is Burning, testimonio de los drag balls de la comunidad negra y latina de New York. En los 90 fue Madonna –como canta Emilia Mernes, sin hacer por el momento ningún compromiso con la cultura queer– quien le dio una vidriera al voguing, el baile icónico de los balls. ¿Cómo ser una drag queen latinoamericana en una ciudad de provincia? Para Naza, por ejemplo, la flora y la fauna son un elemento fundamental de su identidad drag: “Me inspiran mucho las formas y las cosas que veo en las flores y en la naturaleza, ya sea cuando tenía mi huerta o en internet. Estar en drag se tornó para mí como un ritual, como el que tiene una planta para florecer, se tienen que sumar un montón de factores que ver con el ambiente, la humedad, el día, la noche, el sol, ¿verdad?, para que una planta florezca. Para mí lo mismo, es como que me cae una fichita y esa noche florezco. Yo siempre digo: mi drag es una flor”.
Derecho a la noche
En torno al arte drag, las comunidades de la diversidad sexual activan para sostener espacios como los kiki balls, donde las juventudes puedan para probar y divertirse. “En las lógicas drag se hace como una suerte de familia, si bien en Santa Fe está la familia Rivera, que es una house, todas nos consideramos como hermanas, construimos una escena juntas. Somos gente que le puso y le pone mucho a la cultura santafesina. Queremos abrir el juego, que más gente se anime. Simplemente hay que poner mucho el cuerpo, pasar de la idea a la acción y probar, probar, probar”, anima Naza, que forma parte de la Mesa del Orgullo santafesina e integra Drags en Contra del Avance de la Derecha, un colectivo nacido con el gobierno de Javier Milei.
Afirma: “Que se expanda la cultura drag y la cultura kiki va de la mano con adquirir derechos y apropiarse espacios que siempre fueron difíciles de transitar para un montón de nosotros, para las disidencias. Se pueden habitar de vuelta los parques, los boliches, como lugares que nos pertenecen”.