Los que se pelean, ¿se aman, o no?

Con desmentidas, selfies y apariciones públicas, la relación entre Milei y Villarruel atraviesa una serie de disputas que resultan inocultables sobre el rumbo de la gestión. ¿Está en riesgo la gobernabilidad?

Pobre jamoncito. Así definió la vicepresidenta Victoria Villarruel al lugar que ocupa Javier Milei en un tironeo cotidiano entre su compañera de fórmula y su hermana. Sin embargo, esa tensión expuesta en una entrevista que dio Villarruel a Jonatan Viale es sintomática de un proceso dentro del mundo liberal/libertario que se viene desarrollando incluso antes de ganar la presidencia: el desencuentro entre Milei y Villarruel.

Hemos sido testigos en las últimas décadas de lo conflictiva que puede resultar la relación entre presidente y vicepresidente, desde desencuentros manifiestos sobre el rumbo político hasta renuncias con denuncias de corrupción. En algunos casos, los enfrentamientos se daban en el marco de coaliciones selladas en fórmulas presidenciales que, en contexto de gobierno, comenzaban a mostrar la endeblez de los acuerdos y la falta de institucionalización de los mismos.

En el caso de Milei y Villarruel, si bien estamos en un estadio muy temprano de la gestión, los pocos meses ya han provisto de numerosos ejemplos de lo que parece una relación incómoda entre ambos. Y esto no deja de ser una preocupación para los propios (y para los de afuera) sobre la convivencia a futuro entre el presidente y la vicepresidenta.

Días atrás, en un nuevo aniversario de la guerra de Malvinas, ambos dirigentes se mostraron juntos durante un acto oficial de colocación de una ofrenda floral en el Cenotafio de los Caídos en Malvinas en CABA. Se pudieron ver las imágenes transmitidas en cadena nacional del presidente abrazando a la vicepresidenta conmovida al momento de colocar la corona. Por su parte, Villarruel ya tenía planeado su propio acto de conmemoración con la entrega de Diplomas de Honor a excombatientes y a integrantes de la Comisión de Familiares Caídos en el Congreso.

Puede parecer un episodio menor, pero es representativo de un rasgo del gobierno actual que comienza a delinearse con mayor fuerza: la puja por la centralidad política de los dos dirigentes de La Libertad Avanza (LLA). O más bien, la intención de Victoria Villarruel de adquirir un mayor protagonismo en la dirección del rumbo político del gobierno.

El acompañamiento de Villarruel a Milei en la fórmula presidencial sirvió de complementariedad a los puntos débiles del economista libertario. La imagen de Villarruel servía como contrapeso para “humanizar” los aspectos de mayor desfachatez del líder liberal/libertario y para garantizar mayor apoyo de los sectores nacionalistas-reaccionarios de las derechas argentinas. Este “fusionismo” de las derechas, que desarrollan impecablemente Sergio Morresi y Martín Vicente, no solamente es una particularidad del Gobierno nacional, sino que también se podría pensar como una condición del éxito electoral del mismo.

Sin embargo, el proyecto político del oficialismo comenzó a encontrar desacuerdos y críticas de la propia agenda que busca implementar Villarrruel. En este sentido, la incomodidad de la vicepresidenta con el rumbo del gobierno ya se manifestó en diferentes episodios en lo que va de la breve gestión de LLA. Por el momento, los desencuentros entre el presidente y la vice parecen adoptar dos vías.

Una de ellas es la crítica constante de Villarruel por el irrespeto a la institucionalidad. “Esto no es un reinado, esto es un poder del Estado que tiene determinadas reglas”, decía Villarruel a Jonatan Viale. Así la vicepresidenta se opuso a avanzar con la “motosierra full” en el Senado, así como también se opuso a dilatar por más tiempo el debate en el recinto del DNU 70/2023.

A pesar de la lluvia de críticas de militantes libertarios, de un comunicado de la Oficina del Presidente y de la acusación de José Luis Espert de llevar a cabo un “plan de desestabilización”, Villarruel se mantuvo firme en su decisión de convocar al debate (y a una futura segunda derrota del oficialismo). “No hay gobierno sin institucionalidad”, dijo en un video publicado en redes.

Villarruel “hace” política y es su ventaja frente a Milei. De ahí que uno de sus principales aliados en el Gabinete sea Guillermo Francos, otro de los funcionarios con mayor rol político y de diálogo con distintos sectores de la política nacional. La vicepresidenta se mueve con astucia en el Senado y dialoga con legisladores de distintos bloques frente a un gobierno caracterizado por concebir al diálogo como una práctica espuria. Incluso ya ha logrado reunirse con diversos gobernadores y embajadores en lo que lleva de la gestión.

Es así que su resistencia de retrotraer los aumentos a las dietas de los senadores se debió en parte a que tenía la intención de deliberarlo con los jefes de los distintos bloques en una reunión de Labor Parlamentaria y así evitar enemistarse con la oposición antes del debate del DNU.

La otra vía por la cual se despliegan las desavenencias entre Villarruel y Milei es por los compromisos electorales incumplidos a partir de negociaciones posteriores a las elecciones generales de octubre. Esto es, haberle entregado en bandeja las áreas de Seguridad y Defensa a Juntos por el Cambio.

A lo largo de toda la campaña electoral, Milei repitió una y otra vez que Villarruel era especialista en esas temáticas y que quedaría virtualmente a cargo de esas carteras. No solamente Patricia Bullrich y Luis Petri asumieron en Seguridad y Defensa, sino que tampoco Villarruel logró controlar la Agencia Federal de Inteligencia.

El descontento con la decisión fue confirmado por Villarruel durante la entrevista televisiva con TN, cuyo desacuerdo también escala a las discusiones que se buscan instaurar desde las carteras controladas por Bullrich y Petri. Tal es el caso de la intención de usar a los militares para combatir el narcotráfico que se llevó la oposición abierta de Villarruel.

La vicepresidencia no es de las instituciones más estudiadas en América Latina, y así lo entiende Mario Serrafero, que estudió el impacto que tiene el papel que asigna el presidente al vice y los comportamientos que adoptan ambos, y su relación con el éxito de las coaliciones en el gobierno. En Argentina, desde la vuelta de la democracia la relación entre presidentes y vices no fue del todo armoniosa.

Las críticas abiertas de Villarruel y los rumores de reuniones secretas con el expresidente Mauricio Macri son factores que empujan a la desconfianza del presidente y de su círculo más cercano. Por el hecho de que, como sostiene Serrafero, la vicepresidencia esconde una paradoja: “de no ser nada puede convertirse en todo”.

En campaña electoral Villarruel mostró signos de autonomía, como cuando en el debate de vicepresidentes realizado en TN el equipo que la asesoraba no era del partido, sino un equipo propio. O cuando días antes del balotaje Villarruel realizó un acto partidario en Recoleta, en el que se paseaban banderas con un branding propio de la entonces candidata.

Estos hechos junto a otros llevaron al Financial Times, uno de los medios más influyentes en política y economía internacional, a publicar una nota sobre la vicepresidenta con la conclusión de que Villarruel armaría un proyecto político propio y eventualmente se presentaría como candidata presidencial, por lo que habría que “observarla atentamente”. Villarruel lo retuiteó y luego lo borró.

En la misma nota, se destaca que Villarruel es la primera persona en la línea de sucesión presidencial y habría que estar atentos ante “una posibilidad real de que [Milei] no termine su mandato de 4 años”. ¿De qué manera puede ser esto interpretado por el presidente y su círculo más cercano?

Tal como señala Serrafero, uno de los desafíos para garantizar la gobernabilidad es mantener la confianza en la relación entre presidente y vice. Si se debilita, si adquiere un carácter de no-solidaridad, si las actitudes del presidente y de la vicepresidenta comienzan a colisionar y a volverse hostiles, se pone en peligro la gobernabilidad.

Desde el rechazo al DNU en el Senado han sido múltiples las intenciones de despejar rumores de enfrentamiento entre Javier Milei y Victoria Villarruel: selfies y fotos abrazados, apariciones en público y mensajes de apoyo en las redes. Pero es necesario dar sustancia políticamente al acercamiento y vehiculizar las disidencias internas en el marco de la relación entre presidente y vice.

Por lo tanto, a pesar de que Villarruel aún participa de las reuniones periódicas de gabinete y Milei adopta una actitud incluyente, no debe perderse de vista cómo procesarán las críticas internas el oficialismo que cada vez cierra más sus posiciones indiscutidamente sobre el liderazgo político (y carismático) del presidente y la administración de su hermana. No vaya a ser que Villarruel no sea el queso para el jamoncito.

 

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