La primera crítica teatral de Roberto Schneider fue sobre la única puesta en escena que dirigió Elsa Ghio: “La malasangre”, de Griselda Gambaro. A diferencia de su sureño y aristocrático antecesor, Jorge Reynoso Aldao, Roberto era un muchacho de barrio Roma que había lavado pisos en el Hospital Iturraspe mientras estudiaba su carrera de profesorado de Letras.
Por eso, Roberto trabajaba –escribía, hacía radio y televisión– para que las salas santafesinas estuviesen siempre llenas de público. Trabajaba para que el teatro santafesino ocupara un lugar central a escala nacional y trabajaba para registrar la historia de nuestra escena, su dramaturgia, sus directoras y directores, actores y actrices. Roberto trabajaba muchísimo, lo hizo hasta el último segundo de su vida, escribiendo notas y grabando entrevistas a artistas. Y era conocido por todos.
Y todos los veían venir ya abriendo una sonrisa, que reflejaba la que él llevaba de puro generoso. Roberto Schneider sabía contar anécdotas. Cuál es el momento del cotilleo, de la pausa y del remate. Quienes compartieron una mesa de café con él –era hombre de la peatonal y de sus bares– esperaban la chispa, la malicia inocente, el sarcasmo, el cariño. “¿Qué me vas a decir a mí?… ¡Judío, rengo y puto!” repetía siempre antes de despedirse, voz en cuello, como si fuera el remate de un personaje del sainete argentino o un héroe popular de una película de Leonardo Favio. Y se mataba de risa de la marea de gente de compras que se daba vuelta consternada, en años donde el conservadurismo todavía pesaba mucho más.
El tipo era consciente de su presencia. Tuvo su período de actor, actividad que abandonó porque “no se puede estar en la misa y en la procesión a la vez”. Hizo Miller, Shakespeare y también supo estar en la troupe de Los Mamelli.
Como crítico escribió desde 1989 hasta su jubilación en El Litoral y, hasta este domingo, publicó en Pausa. En radio tuvo su show, “La Fila 10”, por LT10. Por dos décadas hizo su programa de televisión en Cable & Diario, “La cuarta pared”. Colaboró asiduamente, desde sus inicios, con la revista Toda, para la que hacía ahora entrevistas en clips para redes sociales.
Junto a Ghio firmó una "Historia del teatro santafesino" y con Jorge Ricci publicó una recopilación de la “Antología del teatro actual santafesino”, ambas con el sello de la editorial de la UNL. Fue profesor titular de Investigación del Hecho Teatral en la Escuela Provincial de Teatro de Santa Fe. Es uno de los artífices del Premio Máscara, que la Municipalidad de Santa Fe entrega desde hace casi 25 años. En 2017 fue nombrado Ciudadano Ilustre por el Concejo Municipal.
“Siempre voy a llevar en mi corazón al cine América”, sentenció Roberto cuando encontró un hueco para contar una historia. “Habíamos ido al trasnoche, dos parejas, yo con un amigo y otro amigo llevaba a un chico con el que había empezado a verse. Apenas lo ví al otro quedé impresionado. Era fuerte, más jovencito. El me miró y me preguntó si vivía en el centro y me dio mi dirección. ¡Ya me tenía visto! ¡Empecé a palpitar! Y bueno, entramos a la sala y en la oscuridad busqué cómo sentarme al lado y ¡apretamos toda la película!”.
En la noche santafesina –húmeda, calurosa, un poco somnolienta, de mesa con restos de asado y gotas de cerveza– Roberto hizo un silencio “Así conocí a mi único gran amor. Después de esa noche no nos separamos más”.
El vestuarista teatral Carlos Méndez falleció en noviembre de 2021. Hoy Roberto, a sus 75 años, fue a su encuentro.