La Colo Montemurri repasa su presente y su historia sobre el escenario y delante de las cámaras. Su infancia, sus inicios, los esfuerzos de las artistas en Santa Fe y su elección por el teatro local.
Son las 17:25 y el bar está calmo: sólo cuatro mesas ocupadas. En un rincón, un sillón de mimbre con respaldo amplio invita a cualquier persona a ocuparlo y disfrutar de la tarde que poco a poco va llegando a su fin. Cuando el reloj marca las y media, en ese cómodo lugar está sentada Silvana Montemurri, la “Colo”. Mientras que el ruido de la cafetera se mezcla con las conversaciones sueltas de los diferentes comensales, ella se mantiene serena y concentrada ante cada imagen que va rescatando de los rincones de su recuerdo. El aroma embriagador a café recién molido impregna el lugar, aunque no logra desplazar la emoción dibujada en el rostro de Silvana, una actriz que asegura amar el teatro, el cine y el arte santafesino cada día más.
¿Cómo era Silvana Montemurri de pequeña?
Sumamente tímida. En los actos de la escuela primaria me ponían talco para que no se me reventaran las mejillas de la vergüenza. Un horror. Mi mamá siempre le pedía a la maestra que por favor no me ponga a actuar porque me hacía mal. Pero decían que yo tenía que participar. Se ve que eso me fortaleció porque, no me preguntes cómo, en el secundario “me avivé”, dirían mis viejos. Le empecé a agarrar el gusto de imitar a las profesoras, y lo hacía delante de ellas. “Señora, señora” le decía a la de literatura, por ejemplo, “espere que Montemurri le quiere decir algo”. Ella se daba vuelta y yo decía algo imitándola. Yo seguía colorada, pero por lo menos me animaba. Nunca me voy a olvidar: una vez preguntaron en una clase qué traía el Dios del viajero en las manos. Yo contesté “una valija” y me pusieron un 0. Me hacía la boluda, tenía 14 años.
Entonces, eras la chistosa en tu grupo de amigas y amigos, en el curso… ¿Cómo te llevó eso a la actuación?
Yo siempre vi teatro y fui mucho al cine, entonces conocía gente del ambiente por el simple hecho de ser espectadora. Un día Eduardo Riom me propuso trabajar en Noemí Café Concert y yo lo primero que dije fue: “de ninguna manera”. Lo que yo hacía era para mis amigos. Pero insistieron y me convencieron. Y así empecé con Chiri Rodríguez Aragón, Felipe Cherep, Duilia Ciuffo, Miguel Flores.
Indudablemente había alguna semilla sembrada que, en algún momento, iba a empezar a romperse y a crecer.
Sí, hoy pienso, con el diario del lunes, que alguna semillita había sido plantada y estaba creciendo. La maestra de los grados en la primaria nos hacía llevar siempre ”cositas”. Por ejemplo: estudiábamos los egipcios y nos hacía llevar tela para disfrazarlos. O nos pedían remedios o guardapolvos o camisas blancas porque íbamos a hacer la enfermería. Tenía esa metodología tan linda de invitarnos a representar cada temática que nos enseñaba.
Esa misma maestra, recuerda la Colo mirando de reojo la taza de café que poco a poco se le va enfriando, es la que 10 años más tarde le pasaría factura. "Habíamos terminado una de las funciones en el café concert y me dijeron que había una mujer afuera que me quería ver. Y yo mientras iba pensaba: 'mi mamá ya vino 30 veces', y cuando la vi: era la maestra. Me dijo: 'la mala sangre que me hiciste pasar y ahora tengo que pagar para venir a verte'".
"Mi mamá una vez me contó que de chiquitita me habían hecho estudiar teatro infantil y declamación en la Universidad para ver si me sacaban la vergüenza. Yo no lo tenía registrado".
Una parte de Silvana estaba dormida, pero sabía que más temprano que tarde iba a despertar para no volver a cerrar los ojos nunca más. Entonces… ¿Vos descubriste la pasión por actuar al mismo tiempo que empezó tu carrera profesional?
Sí, tal cual. Se unió la vocación con mi carrera profesional. Por supuesto, nunca viví del teatro, aunque me hubiese encantado. Mi trabajo siempre fue por otro lado, porque paralelamente a mi vida artística, a los 19 años comencé a trabajar en la Dirección de Turismo de la Municipalidad. Pero mi profesión como actriz comenzó en el mismo momento en que descubrí que eso era lo que me gustaba y lo que quería hacer.
Y desde ese momento, no dejó de hacer teatro. "Bueno, paré como cuando uno para porque no te llaman o porque no resonás con el proyecto. Pero en líneas generales, hace 52 años que no dejo de hacer teatro".
Si tuvieras que elegir uno de todos los personajes que interpretaste, ¿podrías hacerlo?
Son varios los que se me vienen a la cabeza ahora. Lo que sí: no hay un personaje o una obra que diga “¿cómo pude haber hecho eso?” No tengo vergüenza ni arrepentimiento. Pero que me gusten, son varios. En este momento aparece la Señora Smith de "La Cantante Calva", la adoro. También el personaje que estoy haciendo ahora, la directora de la biblioteca del grupo El Paraíso en la obra "La Sobrina". Me encanta hacerlo.
¿Alguno que haya sido un gran desafío?
Hay uno que lo fue, pero no me di cuenta hasta que me lo dijeron. En 2022 hicimos “Casi imperceptible” en la Casa de los Gobernadores. Una puesta que hizo Edgardo Dib sobre una familia francesa. Todos los personajes tenían apellido de directores franceses. Yo era la dueña de casa, mamá de Susi Formichelli y Rubén Von der Thusen, con bastón y turbante. Rengueaba. Tanto Edgardo como Raúl Kreig me hicieron ver que había hecho un personaje muy interesante, que salía de lo que yo estaba acostumbrada a hacer, que siempre fue más inclinado a la comedia –la Colo lleva sus ojos transparentes hacia arriba, como si buscara una imagen puntual en su memoria– La Sra Gottard, hermoso personaje. Me hice tanto la renga que después rengueaba en mi vida cotidiana y me empezó a doler la pierna en serio.
Fuiste parte de Los Mamelli por un tiempo… ¿Qué podés decir de trabajar para las infancias?
Es hermoso trabajar para la niñez. Son tan nobles. “Se te cayó”, nos gritaban cuando se le había resbalado un lazo a mi compañera. Nosotros seguíamos cantando y actuando y ellos preocupados por ayudarnos y que ella tenga su lazo donde correspondía. Es precioso la verdad. Yo estuve sólo 6 meses con ellos, en el ‘75. Hugo Maggi me dijo que iba a hacer “Todo junto y de una vez” así que me fui a hacer eso y dejé Los Mamelli. La mayor cantidad de espectáculos los hice con Hugo, pero más para adultos. “Juan Moreira Supershow”, “Inodoro Pereyra: El renegau”, “¿Vistes? Un espectáculo para no ver”.
Haciendo un recorrido desde tus inicios hasta hoy… ¿Qué podés decir del teatro santafesino?
El teatro santafesino es maravilloso, es una cantera interminable. Hay muchísimas propuestas de todo tipo: teatro, cine, intervenciones, muestras, encuentros. También la Escuela de Teatro es algo que tenemos y que es muy valioso. En mi época no estaba y yo siempre hago hincapié en que ese lugar es un semillero alucinante. Muchos dicen que el público santafesino es difícil, pero yo creo que en realidad es uno habituado a ver. Ha visto mucho porque hay mucho. Y yo no siento que sea un público que te va a reprobar, sino que está acostumbrado y quizá sea exigente por eso. Veo muchos artistas y noto en este momento que hay mucha solidaridad entre las diferentes disciplinas y grupos. O por lo menos en mi círculo cercano. A mi me encanta ir a ver todos los espectáculos y promocionarlos. Si alguien me recomienda algo porque es muy bueno, voy y trato de que lo vea mucha gente.
"Siento que hay mucho respeto por el quehacer del otro".
¿Qué es para vos ser una mujer artista independiente en Santa Fe?
Primero te respondo qué es para mí ser una mujer. Hay circunstancias donde no es fácil, pero me gusta. Sobre todo me gusta que estemos ganando muchas batallas para buscar ese lugar que tanto merece la mujer, que tiene tantas virtudes como cualquier tipo. Y ser una mujer actriz en esta ciudad sinceramente a mí me gusta, me siento querida, respetada.
Sus ojos cristalinos miran un punto fijo y se empañan al mismo tiempo que suena su voz, combinada de una fuerza y una dulzura exquisitas: "Hubo muchas luchas por mujeres que han muerto y hay muchos casos que todavía están sin resolverse. Ser una mujer artista en Santa Fe es un desafío. Tenemos la posibilidad de hacer muchas cosas, pero al mismo tiempo es complicado porque es un remar constante. Creo que hay que luchar para que los buenos momentos se queden y no se vayan por el simple hecho de que haya gente a la que se le dé la gana borrarlos".
"Yo tengo 72 años, así que pienso en las personas que vienen atrás mío. Tenemos que considerar el futuro. Ojalá haya una casita de protección para todas esas mujeres que van a crecer en esta ciudad que yo quiero tanto".
¿Alguna vez te fuiste de Santa Fe?
Me fui a los 23. A Barcelona en el ‘74 con dos amigos de teatro y sus hijos. Nos fuimos en barco, 19 días duró el viaje. El objetivo era ver qué pasaba allá. Mi mamá destrozada, imaginate: yo, única hija. Pero estuve un año y después volví porque necesitaba estar acá. Un olfato tremendo: cuando fui, allá estaba Franco y al año de volver acá, la dictadura militar.
¿Nunca más pensaste en irte?
No, Santa Fe es un lugar en el que me gusta vivir. Aunque una nunca sabe qué va a pasar, yo no soy de la frase “me voy por cómo está el país”.
¿Sentís que hubo algo en Santa Fe que haya marcado un antes y un después en el teatro?
Me cuesta pensar en un evento puntual, porque la verdad es que acá siempre el teatro pisó fuerte. En los ‘70 recuerdo que explotaba. A finales de los ‘60 Chiri Rodríguez Aragón hacía "Superman contra el Hombre Invisible", donde se tiraban arriba de la gente en la platea y todos enloquecían. Después en los 80 se hacían los Festivales de Cine que organizaba Proarte: todos los directores más grandes del país se concentraban en Santa Fe. Después pienso en el Argentino de Teatro que siempre estuvo. Entonces, me da la sensación que con el tiempo se fue completando, se fue enriqueciendo.
¿Cuáles son tus trabajos más recientes?
Estuve haciendo "La Sobrina", una obra dirigida por Mari Delgado sobre un libro que se llama justamente La Sobrina, de Sergio Delgado. Ella hizo una adaptación y después intervinimos todos. Somos un elenco muy numeroso, Grupo El Paraíso le pusimos. Me gusta mucho hacer esa obra, es interesante, la disfruto. Por otro lado, en 2023 filmé "El Infierno de los Vivos", un largometraje de Alberto Gieco, director y amigo. La etapa de rodaje terminó y ahora está en proceso de edición. El cine tiene otros tiempos y me encanta experimentarlo.
Si le dan la difícil consigna de elegir entre el cine y el teatro, Silvana no se apichona: "Rápidamente elijo el teatro. Pero el cine es muy interesante de experimentar, podés corregir si no sale, por ejemplo". Es socia de Cineclub hace años y se considera una gran espectadora, una fanática del cine. No le gusta que le spoileen las historias porque disfruta mucho el ritual de sentarse a ver una película y sorprenderse. "Lo que cada uno entiende y se lleva de la obra de arte está bien. Si no la entendiste, no la entendiste. Si te resultó pesada, te resultó pesada".
"El arte nos traspasa y capaz hoy te hace ver algo y mañana otra cosa. Vos no sos la misma de ayer".
¿Cuál fue tu primer trabajo en cine?
"Goodbye Rocco Martini", en 1987, hace 37 años. Dirigido por Emilio Toibero, quien era un gran cinéfilo y crítico de cine. En ese momento yo tenía 35 años. Con "El Infierno de los Vivos" tengo 11 largometrajes. Cortos, un montón, perdí la cuenta.
¿Algún proyecto pendiente?
Un unipersonal, que si sigo pateando no sé… Ya no tengo excusas. Estuve escribiendo algo, ya tengo quién me dirija y quien me ayude a cerrar la idea. Pero siempre me llaman para hacer algo o están solicitadas las otras personas. Si se tiene que hacer, se hará.
Son las 18:45, está oscureciendo y es inevitable que las primeras palabras de Silvana sigan resonando. Estaba adentro, latente, esperando para salir. Una vez que apareció, no se fue más. La Colo cuenta que su oficio comenzó y no se frenó nunca, pero si hay algo que le gusta decir, sobre todo a las nuevas generaciones que deciden dedicarse al arte, es que se aprovechen las oportunidades: "Siempre digo que hagan talleres, que estudien, que vayan a la Escuela de Teatro. En mi época no había tanta oferta. Yo empecé mi oficio y nunca paré para dedicarme exclusivamente a estudiar. Claro, tuve la suerte de tener muy buenos directores de teatro: Flaco Rodríguez, Lito Senkman, Hugo Maggi, Edgardo Dib, Jorge Ricci, Rafael Bruza". De repente, su mirada se paraliza nuevamente y vuelve a mostrar sus dientes con una sonrisa para nada mezquina y que completa con una gran afirmación: "La verdad que sí, soy una afortunada. Encontré lo que me gustaba y lo hice. Y, te soy sincera, cada vez me gusta más".